ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA
Rafael Morales: «Cartas de los amigos que llenan un poco el alma»
Se acaba de publicar el libro '121 cartas' sobre la correspondencia que Aleixandre envió al poeta talaverano a lo largo de su vida
Se busca mecenas para la casa de Aleixandre
MARI CRUZ MAGDALENO
El poeta talaverano Rafael Morales (1919-2005) pronunció esta frase en una carta enviada a Carmen Conde en el verano de 1945, refiriéndose a otra carta que él había recibido de Vicente Aleixandre. En esta, el que luego sería nobel de literatura le ... pedía a Morales que escribiese a la poeta para hablarle de 'Los desterrados' (1947), el poemario en el que el pupilo de Alexandre trabajaba. Se trataba de conseguir que Conde, asesora literaria de «la flamante Alhambra», se lo «colocase» en la editorial madrileña. De 1942 a 1945, Carmen Conde vivió en la casa de Vicente Aleixandre en Madrid, la afamada y tristemente en ruinas, Velintonia, junto a su por entonces «amiga íntima» la cuentista Amanda Junquera y sí, también el marido de esta. Era una época en que se escribían cartas que hoy son un tesoro para la Historia de la Literatura. El texto se publica en '121 cartas' de Pablo Rojas (Renacimiento,2023) y es el único que pertenece a Rafael Morales junto con otra carta, porque todas las demás son de Vicente Aleixandre dirigidas al poeta talaverano: «entre las cartas que me traen noticias de los amigos y que llenan un poco el alma he recibido una de Vicentauro». Rafael Morales llamaba así al tauro Vicente Aleixandre mientras éste en sus cartas le llamaba a él Rafael, Rafaelito, Rafaelazo, Rafaelón o Rafaleote, según le diese, porque eran amigos.
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Después de la guerra, Vicente Aleixandre había recogido el testigo que dejó Juan Ramón Jiménez antes de la guerra en cuanto a renovación de la literatura. Por su casa de Chamberí pasaron toda la generación del 27 y más allá: la del 40, a la que perteneciera Morales, e incluso la del 50 y hasta los novísimos, porque el sevillano recibió en Velintonia a un sinfín de jóvenes poetas que aparecían con sus versos en los bolsillos para pedir su tutela. Aleixandre, que se excusó en sus múltiples dolencias para no participar en la vida pública española de la época, convirtió su casa en el séptimo cielo de la lírica. Uno de sus pupilos, luego amigo de por vida, fue el poeta talaverano Rafael Morales, a quien Aleixandre llevaba 30 años.
Las fotos que se publican en '121 cartas' de Rafael Morales y su familia disfrutando de la compañía del nobel en el jardín de Velintonia dan cuenta de su amistad con Aleixandre, podemos ver a la hija de Morales sentada en sus rodillas y leer las menciones a los juegos del niño pequeño con Sirio, el perro de Aleixandre (no sé cuál de ellos ya que a todos sus perros les llamaba Sirio). Sin embargo, ver hoy ese jardín es echarse a llorar. Las malas hierbas, los guijarros y los palos lo cubren todo, los sagrados peldaños que dan acceso a la icónica puerta de pintura verde por la que han entrado las más impresionantes tallas literarias e intelectuales del siglo XX, están mugrientos de la humedad y las rajas en las paredes, algunas profundas e insalvables, son grietas en el corazón de todo aquel que ama la literatura, el arte, la cultura y el milagro de aquella generación de poetas. Todo sin que nadie haga nada. Sólo está protegido el cedro del jardín que plantó Vicente y por un asunto no cultural, sino medioambiental, que junto a una palmera seca y un sillón desvencijado son testigos impasibles de la degradación y la insensibilidad.
La primera vez que visité Velintonia hace unos años era primavera, el cedro no tenía oropéndolas, aves que un poeta quiromántico recomendó a Aleixandre para su jardín, pero estaba lleno de cotorras invasoras y un grupo de visitantes, algunos extranjeros, leían versos en la verja de entrada en homenaje al nobel. Este invierno, sin embargo, sólo habita allí la soledad y el silencio, también ha aparecido un gran agujero en el tejado como cruel indicativo de que, en la guerra eterna por su recuperación, ha vencido la ruina y con ella el desamor, el desagradecimiento, la indolencia y el acabamiento. No sé qué tipo de acusada necedad padecen quienes tienen algo que ver con su abandono para que muestren tan poco respeto hacia un poeta de «honda humanidad» y «amistad perdurable» como era Aleixandre, ya sean administraciones, familia o el sursuncorda, que me da igual.
Uno de los visitantes de la 'Casa de la Amistad' como la llamaron los poetas, fue Rafael Morales. El talaverano comenzó a escribir poemas siendo un niño. Fue en su Talavera natal donde publicó por primera vez, en la revista cultural Rumbos (1935-36), 'Revista mensual de las Artes y de la Vida' que dirigía el escultor Víctor González Gil. Allí publicaba también Emilio Niveiro, compañero de instituto de Rafael. Los tres fueron los amigos talaveranos de Miguel Hernández, que publicó en su número 2 'Pastora de mis Besos'. Y todos serían, por supuesto, amigos de Aleixandre. A todos, también, les cambió la vida la guerra: el escultor republicano pasó de esculpir estatuas con la hoz y el martillo a trabajar de por vida la imaginería religiosa; Niveiro, que hacía crítica literaria en el diario republicano El Sol, se convirtió en camisa azul, y dejó la literatura para dedicarse, siguiendo la tradición familiar, a la cerámica; y Aleixandre, que había sido republicano, pasaría a vivir en Velintonia su «exilio interior». Por su parte Rafael Morales, miembro de la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura en 1936, llegaría con el tiempo a recibir por 'Canción sobre el Asfalto' (1954), el Premio Nacional de Literatura José Antonio Primo de Rivera, que así se llamó hasta 1975.
Por aquel entonces Talavera era un hervidero de arte y cultura y Rafael tenía 16 años, iba al instituto y publicaba en Rumbos su primer poema. De la mano de Emilio, que ya ejercía la crítica con pseudónimos como Luis Toledano o Juan del Tajo, visitaría en esa época por primera vez Velintonia. En las cartas de Vicente Aleixandre a Rafael Morales, las menciones a Emilio son recurrentes, «Emilio no viene, viene, escribe, no escribe, me pregunto por qué estáis enfadados…». A Aleixandre le apenó grandemente el distanciamiento posterior entre estos dos amigos y este episodio que narra en una carta a Niveiro da cuenta de su gran calidad humana: «por qué dices de Rafael que ha pasado de ser un poeta, alegre y apasionado a un cobarde, calculador e interesado, apuntas que, por chismes del pueblo, pero he decirte que llegada determinada hora, ningún hombre quizás, sea del metal puro en el crisol, todos tienen sus debilidades y por eso no debes renegar de ellos del todo. Él no me dice nada y yo quiero ser amigo de los dos». Tal era el enfado de Niveiro con Morales, que mientras Vicente le llamaba 'Rafaelito', Emilio lo mutó en 'Farradelito»' En otra carta, Aleixandre le contaba a Emilio: «nuestro Rafael no tiene editor para sus pobres toros». Se refería el nobel a 'Poemas del Toro' (1943), primer poemario de Morales que finalmente llegaría a iniciar la prestigiosa colección Adonáis, la más antigua colección de poesía de España, y que Rafael dedicó a Vicente todas sus ediciones.
La primera carta a Rafael Morales está escrita en 1939 y la última en 1984, año en que murió Aleixandre. En ellas se habla de poesía, acontecimientos, comentarios, peticiones, agradecimientos, pero también de asuntos personales como las gestiones de la matrícula en la Universidad, las alusiones a amores de Morales, a su casamiento con Concha y el nacimiento de sus dos hijos, Concha y Rafael y más tarde al matrimonio de esta y a su separación: « el retrato que me haces del marido pone los pelos de punta», también a la adopción por la pareja de los hijos de la hermana de Concha que se quedaron huérfanos, o las cuitas del poeta para ganarse el pan, que fueron muchas, dado su sempiterno escaso salario ya fuera como profesor de literatura , como director del Ateneo , de la Estafeta Literaria o el todavía más escaso de su jubilación. Aleixandre contaba a Rafael sus dolencias una por una: el riñón, las infecciones de oído e intestinales, las gripes, las neumonías, las cataratas y para rematarlo tras el Nobel, el herpes zoster: «aunque me atiborre de grajeas y cápsulas, la tranquilidad y el ocio son mi mejor medicina».
Además de la actividad epistolar de Aleixandre dirigida a Morales, el libro '121 cartas' incorpora los artículos y los poemas que ambos se dedicaron. Enternecedor, el titulado Rafael Morales llega a Madrid, que le dedica Aleixandre al talaverano: Era un «niño gordo», venía de «una casa talaverana con patio claro, con mucho pimpollo en el tiesto, con mucho geranio, mucha flor y algún arbustillo. Cerca, ancho y solemne, el Tajo», «al fondo los toros zaínos, los otros berrendos, las vacas madres y el mugido del choto joven», y más al fondo «la serranía brava, embestidora, cerrando el horizonte». «Talavera de la Reina. Joselito el Gallo había muerto allí cuando el niño tenía apenas un año. El niño que luego cantaría al toro natural, el toro sin fiesta».
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