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ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

La última obra de Manuel Fuentes

«Podría haber puesto cualquier otro título: Absurdo, Puto Destino, Faena, Asco, Rabia, Impotencia, Furia»

Fragmento de la última obra del pintor toledano «Transición»

POR JESÚS FUENTES LÁZARO

La última obra de Manuel Fuentes Lázaro fue un cuadro de Saura. Lo tituló «Transición» (Homenaje a Saura) , pero podría haber elegido cualquier otro título: Absurdo, Puto Destino, Faena, Asco, Rabia, Impotencia, Furia. ¿Cómo contar la tragedia que devastó su interior? ¿Cómo la desesperación? ¿Cómo la impotencia por lo inevitable? Ante la dificultad de comprender la amalgama de sentimientos encontrados que experimentó en aquellos días, solo resta apuntar alguna de las razones posibles que empujaron a Manuel Fuentes a que su última obra no fuera propia, sino ajena . Algo no frecuente en él. Cada vez que iniciaba una obra luchaba sin descanso contra sí mismo, contra el arte en general y contra los materiales. Para que no se pareciera a ninguna otra.

¿Por qué Saura? Sentía admiración por su obra. Saura había desvelado con brochazos firmes y asustados que, tras la belleza refulgente o las imágenes idealizadas, pueden esconderse los monstruos más horrendos . Saura había dicho que en pintura «lo fundamental es pintar con ojos nuevos las misma obsesiones». Fue lo que aplicó Manuel: prestar ojos nuevos al misterio insondable que le llegaba a través de un diagnóstico médico . Pero también recurrió a él, para dejar claro, a modo de testamento encubierto, la sensación desesperada de que ya no era nada: ni creador, ni pintor, ni escultor. Nada. Como máximo un envase en deterioro del que había huido el espíritu.

Saura pintó a Brigitte Bardot en una serie de «retratos imaginarios» al margen de la belleza o la sensualidad de la actriz, que promovían el cine, la publicidad y las revistas del corazón. Para Saura el personaje era un fantasma construido con girones y golpes de paleta sobre su rabia, su descontento y la protesta. Probablemente por eso Manuel Fuentes eligió un cuadro de la serie. Podía acumular a la violencia feroz de Saura su feroz violencia póstuma. Plasmaría en el cuadro su furia ante la destrucción anunciada . Sumaba rabia sobre rabia. Tiñó el fondo plano de color rojo , que Saura no había empleado. La decisión de Manuel Fuentes de crear su obra con la obra de otro lo aleja, con el uso desaforado del color, del plagio o apropiación de un cuadro icónico. Se convierte en e l grito mudo y sin alma de su tragedia personal.

«Transición»

Decide pintar el cuadro cuando le comunican que padece un cáncer de pulmón inoperable . Desde ese instante se apoderó de él la lucidez del hombre acabado. Se quedó inerte, como los materiales que había manejado. Hierro, ácidos y latón inexpresivos. Se puso fin asimismo en ese instante.

Con una angustia desconocida, al llegar a casa se encerró en el estudio . Preparó los materiales. Comenzó la pintura, rass… rass… rass… rass… plofff… plofff… trannn… trannn…. Probablemente lloró, como no lo hacía desde niño. Le gustaba demostrar que su fortaleza interior era tan fuerte como su personaje. La tensión se mantuvo hasta que sintió que su desesperación estaba suficientemente expresada. El cuadro, ahora, era suyo y era de otro. En él había firmado la constatación del absurdo que persigue a los vivos.

Tras el último esfuerzo, se impuso el vacío . Ya no hizo nada, no podía. Su capacidad creativa la había volcado, completa, en el cuadro de otro. No es un cuadro cualquiera. Es «Transición». El camino desintegrado hacia otra realidad que, nos gustaría suponer, es integradora. Terminaba todo. Cuanto ocurrió después fue contra su voluntad . Se veía a sí mismo como un fantasma, escuchando, mirando con mirada entre compasiva y escéptica. Asintiendo, no haciendo caso a nada ni a nadie. Sin fuerzas. Había abandonado el mundo . En diversas ocasiones dijo que no quería continuar así. Suplicó mantener la dignidad con la que se había comportado durante toda la vida. Las convenciones sociales impusieron otra sucesión de hechos: asistir como testigo inerme a su propia degradación.

Y así, durante unos meses, convivió con el horror. Ni siquiera el amor de la familia o de los amigos le servía . Su última obra la había iniciado otro en otro tiempo y en otro espacio. Aunque la obra de Manuel Fuentes Lázaro era tan suya como del pintor primero.

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