Ponga un perro en su vida
«Estoy en contra de la multitud de personas desaprensivas y cerdas que llevan suelto a sus perros, que defecan donde les da la gana y ladran indebidamente a todo lo que se menea»
Carlos Martín-Fuertes
Toledo
Recordarán ustedes cómo hace varias décadas, en los anuncios de la televisión y en la radio había uno que decía, «ponga un 'Vanguard' en su vida».
Aclaro para los más jóvenes que 'Vanguard' era un electrodoméstico, concretamente una marca de televisor. Más o menos ... de la época de 'Telefunken', por si les suena algo más. Evidentemente era un reclamo y como todos buscaba publicidad. En esta ocasión, el título del comentario no pretende lo mismo; se trata solo de titular una opinión y comentar unas noticias de las que luego pretendo que se desprenda un comentario por parte de los lectores.
Hace un mes aproximadamente, en este mismo periódico, se publicaba el comentario de un periodista, cuyo nombre no recuerdo bien si era extranjero o nacional, que utilizaba la palabra 'perrhijo'. Escribía que sabía de antemano que no iba a lograr muchos amigos con lo que añadía, pero ahí quedó. Se arriesgaba a que le dijeran de todo. Además, dijo que, por supuesto, tenía un magnífico animal de compañía cual era un perro y que esperaba que no tardando mucho la RAE incluyera ese término en el correcto uso de la lengua. «Que nadie sabía cómo los que tienen mascota cuánto se les quiere…»
En 'La Voz de Galicia' de hace unos días he podido leer que «los perros llegan a los tanatorios para aliviar el duelo, que son un bálsamo…». Decía Eva Doménec, responsable del Centro de Terapias Asistidas con Perros (CTAC) de Barcelona, que cuando «el perro se aproxima a una persona en un momento emocional tan delicado, es como un bálsamo para las emociones. Los perros están entrenados, han sufrido una especie de selección y sirven para eliminar el estrés, la angustia, colabora y mejora el sueño y que la compañía del perro se hace en varios países de Latinoamérica y forma parte del ritual de la muerte. Que puede desarrollarse en una sala cualquiera del tanatorio o en otro espacio elegido. Es una luz, un amor incondicional que crea una experiencia de duelo muy positiva y humana».
Y para añadir otro elemento y un caso más, incluyo también lo que he podido leer con el atropello y fallecimiento de una mascota en una calle del Casco histórico de nuestra capital regional. En el medio donde leí la noticia se publicaba a tres columnas sumando en total 68 líneas. El dueño del animal, cuyo nombre no ha querido facilitar, dice en cuestión, «podían haber atropellado a un niño, a una persona, pero atropelló a mi perro, mi compañero. Estoy destrozado con la pérdida de Quique. Lo cogí, lo besé y la Policía Local me ayudó. Incluso lloraron conmigo la pérdida del can. Fue muy duro. Nadie entiende mejor estas reacciones que los que tenemos mascota».
En contraposición a este caso puedo leer también que ha muerto el bibliotecario y académico toledano Antonio Casado Poyales. Y la noticia se inserta en una columna con 47 líneas. Recuerden la del perro atropellado con 21 líneas más. Eso sí, con foto.
Como se puede apreciar, son tres casos distintos, pero con un denominador común: la tenencia de perros y de lo cual pueden inferirse distintas opiniones. Personalmente y respecto al primer caso, el del periodista que llama 'Perrhijo' a su perro, creo que se pasa más de un pueblo. Comparar la vida, el valor de un ser humano, con la de un perro. Y desde luego, si la RAE acepta algún día este término como normal, el que se borra de este país soy yo. Las cosas creo que tienen un límite.
Respecto a la presencia de perros en un tanatorio para aliviar a los familiares y amigos del difunto no digo nada. Creo firmemente que un perro puede suponer una compañía para un enfermo, su entorno. Ahora que alivie en sus penas a los demás… Ahí me quedo.
Respecto al dueño del perro atropellado y muerto me asalta una duda y pregunto. ¿El animal iba sujeto por la correa del dueño o iba suelto? Lo de llorar de manera colectiva la pérdida del animal con la Policía Local, no cabe duda que es una plusvalía e incentivo para los municipales. Cumplieron su trabajo con creces.
Disculpen mi insolencia, pero servidor añade una cuarta historia para la reflexión. Estando recientemente comiendo en un restaurante vi durante la comida a tres jóvenes, dos mujeres y un hombre acompañado de dos perros silenciosos. Sin niños, jóvenes o mayores. Otro perro, con una pareja de jóvenes solos en una mesa y en una tercera de varias personas con otro perro; por cierto, ladrando ruidosamente sin que nadie le acallase. Con este panorama es lógico que también descienda la natalidad y lleve aparejado el descenso de matriculación en centros de atención a la infancia, colegios e institutos. Hemos pasado de tener 40 alumnos o 40 bis, bis, en centros hace sin ir más lejos30 años a menos de la mitad y en algunas zonas la mitad de la mitad dando lugar al cierre de aulas y plazas para el profesorado.
Por supuesto que no soy animalista ni anti nada que sea bueno y positivo para la humanidad. Sí estoy en contra de la multitud de personas desaprensivas y cerdas que llevan suelto a sus perros, que defecan donde les da la gana y ladran indebidamente a todo lo que se menea ensuciando las calles y aceras perturbando el derecho al descanso de los demás. Y por supuesto, ya sé que hay personas muy pulcras y respetuosas que cumplen las normas y tienen en cuanta los derechos de los demás. Y de acuerdo totalmente en que los perros que sean guías o similar gocen de excepciones.
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