VIVIR TOLEDO
El arquitecto García Ramírez (1847-1934). Tradición y modernidad
Su actividad profesional superó el medio siglo. Pasó de las corrientes románticas del siglo XIX a los ensayos del eclecticismo
Dos obras del arquitecto García Ramírez en Toledo, en imágenes
TOLEDO
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Iniciar sesiónJuan García Ramírez nació en 1847 en Toledo, que por entonces reunía 14.000 residentes, un maltrecho patrimonio, viejas viviendas y derruidos solares. Estudió en la Escuela de Arquitectura de Madrid, desligada desde 1844 de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. ... Coincidió con reputados docentes y afamados titulados que ejercieron durante la Restauración alfonsina, transitando desde el clasicismo a los neomedievalismos y a las estructuras de acero y cristal, como fueron Jareño, Francisco de Cubas, Aparici, Álvarez Capra o Rodríguez Ayuso, entre otros.
Dos obras del arquitecto García Ramírez en Toledo, en imágenes
Rafael del Cerro MalagónFueron encargos particulares en el centro de Toledo donde se alejó del castizo mudejarismo para volver al academicismo y abordar formas eclécticas
García Ramírez se casó con María Asunción Cabareda y Cabareda. En 1874 fue arquitecto auxiliar del Ayuntamiento y titular durante cincuenta y un años, entre 1877 y 1928. Trazó y visó múltiples obras desde 1880. Proyectó el Matadero, el Cementerio, el Colegio María Cristina y una nueva Audiencia, además de atender el mantenimiento urbano. Fue arquitecto diocesano, interviniendo en la ampliación del Seminario, en las reformas de las cubiertas catedralicias, en el Salón de Concilios del Palacio Arzobispal y el monumento al Corazón de Jesús (1931). Perteneció a la Comisión Provincial de Monumentos, verificó arreglos de la puerta de Bisagra y, en 1916, fue uno de los fundadores de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. Realizó profusas obras privadas, el Cine Toledo (1924) y el estadio de Palomarejos (1931). Coincidió con colegas llegados a Toledo, como Mélida, Ortiz de Villajos, J. Kramer, J. B. Lázaro o Clavería para ejecutar proyectos del Estado, la Diputación, industriales y empresas.
En varios artículos ya referimos los principales trabajos e informes rubricados por García Ramírez. Ahora elegimos dos encargos particulares en el centro de Toledo donde se alejó del castizo mudejarismo para volver al academicismo y abordar formas eclécticas. Ambos ejemplos respondían a los gustos de la burguesía local deseosa de disfrutar de un completo edificio familiar o bien de una vivienda moderna, acorde con las novedades del siglo XX, visibles en ciudades con aspiraciones cosmopolitas.
1897. Los matices clásicos
El 2 de junio de aquel año, el Ayuntamiento aprobaba la reforma de la fachada del número 10 (hoy el 6) de la señorial calle de la Sillería, propiedad de los hermanos Filomena y Saturnino de la Presa y Cabareda, jurista muy ligado a selectos círculos y acciones piadosas. El autor del proyecto era Juan García Ramírez que rehuyó mostrar muros de ladrillo o las formas góticas utilizadas en el Cementerio. Para la residencia de esa ilustre familia prefirió un limpio alzado, perfectamente ordenado y sin excesos.
El inmueble cuenta con una planta sótano cuyos tragaluces están relegados en el zócalo inferior. En la planta baja, un paramento de yeso imita sillares y dovelas sobre las ventanas. Una línea de imposta delimita cada planta. En la primera y segunda hay pilastras verticales corintias en los extremos y, para realzar el cuerpo central de la fachada, dobles parejas de las referidas pilastras. Los revocos contienen dibujados juegos de sillares. Los balcones cuentan con decoraciones de yeso y escayola. Cada uno tiene una cornisa superior, ménsulas y un frontal plateresco con una cabeza de guerrero. En la tercera planta, las ventanas son de menor tamaño y carga ornamental. Bajo la cornisa existen canecillos fingidos de inspiración clásica. En el ático ideó un torreón de planta poligonal que, junto al mirador de la segunda planta, realzan el eje de la finca, cuya vistosidad es nula dada la estrechez de la calle. El portal conduce en línea recta desde la acera al centro del patio, donde hay pies de fundición y paneles platerescos en las galerías acristaladas. La planta se acerca más al tipo de impluvio central de la casa romana que al recoleto patio de la vivienda islámica, ésta con ejes quebrados desde la calle que aseguran la intimidad de los moradores.
Este tipo de elegante casa familiar se reparte con distintos matices en el núcleo burgués de la ciudad con ejemplos en las calles de Alfileritos, Plata, Alfonso X, Instituto, o Nuncio Viejo. En ellos el tradicional aparejo de los muros exteriores se cubrió con decorativos revocos, formas góticas o renacentistas según los gustos de la propiedad.
1907. Una opción ecléctica
En 1906, la manzana situada en Zocodover, entre las calles del Comercio y Barrio Rey, pertenecía a tres dueños, Epifanio de la Azuela, Facundo García Matamoros y Telesforo de la Fuente. Todos deseaban cambiar las viejas fachadas y ganar extensión a costa del suelo de la plaza. Como ya expusimos, en 2014, en la primera entrega de Vivir Toledo, tras solicitarlo al Ayuntamiento y aprobarse todos los términos, fue preciso reformar y reforzar el soportal existente para apoyar las vigas de acero roblonado que soportarían la fachada. En ella se distinguen cuatro plantas, sin patio interior, que acogían amplias viviendas con varios balcones y miradores asomados a la plaza.
Cada propietario se ajustó a las irregulares formas de su solar para poder habilitar algún negocio y viviendas. Azuela contrató al arquitecto Ezequiel Martín para diseñar la esquina de Zocodover-Comercio con un amplio espacio que acogería el Café Español en 1909. De la Fuente prefirió abrir una gran confitería, situando el portal y la escalera en Barrio Rey, 9. La parte central de la manzana, la de García Matamoros, carecía de local y solo contaba con la puerta de acceso para subir a las viviendas. García Ramírez proyectó la fachada en 1907 con dos miradores en los extremos y dos pares de balcones con largos antepechos en cada piso.
En la Memoria presentada, el arquitecto indicaba el uso de forjados de madera y tabiques de albañilería en los interiores. La fachada cargaría sobre las columnas de granito del soportal y en los nuevos pies y carreras de hierro de la planta baja. El mismo material se emplearía en el sótano, siendo los forjados con bovedillas de «rasilla hueca y con botes de barro». El yeso y el estuco se emplearía en los interiores. El arquitecto dejaba al gusto del dueño la decoración exterior. Parece que Sebastián Aguado, profesor de la Escuela de Artes, fue el autor de las escayolas platerescas visibles en forma de pilastras, roleos o cariátides. Abajo, en el soportal, situó unos dragones alados sujetando cartelas con inscripciones alternantes: en el centro, el año final de la obra (1908) y, en otras dos, las letras FM en alusión a Facundo Matamoros. Sin duda que el conjunto, aun resuelto con materiales poco nobles, respondía a los renovados estilos que gustaban a una mesocracia deseosa de demostrar así públicamente su estatus.
Maestro, profesor de Secundaria e inspector de Educación. Doctor en Historia del Arte. Investigador especializado en la fotohistoria e imagen de la ciudad Toledo
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