El valor universal de las ciudades Patrimonio
Cuando se habla de patrimonio se alude a un conjunto de bienes que pertenecen a alguien, por ejemplo, a una persona, a una empresa o incluso a un país. Pero hay un tipo de patrimonio que se eleva por encima de las circunstancias personales y ... territoriales, que es lo que se sucede cuando la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) declara un lugar o un sitio nada más y nada menos que Patrimonio de la Humanidad.
Esta organización internacional otorga este título a elementos que forman parte del ámbito natural –como bosques, montañas o cuevas– o cultural –como monumentos o ciudades– o incluso bienes inmateriales –como es el caso del silbo gomero, del flamenco o de la dieta mediterránea, en lo que concierne a nuestro país-. Se trata, por tanto, de sitios o aspectos que por su excepcional relevancia deben ser protegidos no sólo pensando en el disfrute de los ciudadanos del presente, sino sobre todo en el de las generaciones futuras. Por hacer un poco de memoria, no viene mal recordar que la comunidad internacional tomó conciencia de la necesidad de proteger el patrimonio sobre todo a raíz de la construcción de la presa de Asuán en 1959, que amenazaba con anegar importantes monumentos egipcios.
Este honor de Patrimonio de la Humanidad conlleva un reconocimiento mundial que comporta, además, consecuencias económicas, pues existe un Fondo para obtener financiación con vistas a la conservación de este patrimonio. Pero al mismo tiempo supone una obligación, pues debe existir un empeño por salvaguardar ese bien (cultural o inmaterial), ya que de lo contrario se incluiría en una lista negra que es la antesala a la pérdida de esta distinción.
España es uno de los países del planeta que cuenta con un mayor número de sitios Patrimonio de la Humanidad, en concreto el segundo a nivel mundial, solamente superado por Italia. Trece ciudades españolas (Alcalá de Henares, Ávila, Cáceres, Córdoba, Cuenca, Ibiza, Mérida, Salamanca, San Cristóbal de La Laguna, Santiago de Compostela, Segovia, Tarragona y Toledo) han recibido por ahora esta distinción. En lo que se refiere a nuestra Comunidad Autónoma, Cuenca fue declarada ciudad Patrimonio de la Humanidad el 7 de diciembre de 1996 debido a su paisaje urbano original, su fortaleza medieval y su maravilloso enclave natural. Pero 10 años antes, el 26 de noviembre de 1986, consiguió Toledo este ilustre calificativo.
Recientemente se ha cumplido el XXV aniversario de la declaración de Toledo como ciudad patrimonio de la Humanidad. Desde entonces han pasado muchas cosas. No podemos olvidar que allá por el año 2006, y con ocasión de la aprobación de un POM (Plan de Ordenación Municipal) que pretendía urbanizar la zona de la Vega Baja de la Ciudad Imperial, varios medios se hicieron eco de una supuesta información que se apuntaba que la Unesco podría retirar la condición de Ciudad Patrimonio si finalmente se edificaba en esta zona en la que existen restos arqueológicos. Esto pone de relieve que las instituciones políticas deben involucrarse a fondo para evitar que se pierda este título, muchas veces amenazado por los intereses personales y por el avance feroz del imperio del ladrillo.
Con motivo de este aniversario varias instituciones han organizado actividades y actos conmemorativos . Por ejemplo, el Ayuntamiento ha presentado el programa «Toledo en Tablas» , en el que los días 25 de cada mes se ofrecerá una actuación musical o literaria (teatral o poética) para conmemorar los veinticinco años de la declaración. El programa culminará el 25 de mayo con una edición de la «Noche Toledana», en la que durante 25 horas se desarrollarán actividades culturales por la ciudad.
Excelente exposición
Asimismo, se puede disfrutar en el Museo de Santa Cruz de una excelente exposición (que acabará el 25 de mayo de 2012) que conmemora esta efeméride. Son pocas piezas pero muy bien escogidas porque resumen lo que ha sido la historia de Toledo: desde el imponente togado romano que abre la exposición (del siglo I a.C. encontrado en una casa de la calle de la Plata) hasta la pieza «Mujer toledana» de Alberto Sánchez. De esta muestra podríamos destacar el brocal del pozo de la Mezquita al-Yami (Aljama), la reja del convento de san Juan de la Penitencia, unas yeserías de la Sinagoga de Samuel Leví (en el siglo XVI allí se colocó un retablo presidido por un cuadro con el tema del Tránsito de la Virgen, es decir, su paso de la vida humana a la vida inmortal) y unas mazas del Ayuntamiento toledano. Hay una genial fotografía del ábside que se añadió a la mezquita del Cristo de la Luz cuando se consagró como iglesia en 1182 (en este edificio se pueden rastrear restos del arte califal, del mudéjar toledano y pinturas del arte románico. Ojalá, por cierto, pronto se ponga fin al problema de las humedades que acecha a esta mezquita, que parece que tiene que ver con la techumbre). A ello hay que añadir los fantásticos cuadros de la exposición: la «Sagrada familia con santa Ana y san Juanito» de El Greco, el «San Jacinto» de Juan Bautista Maíno y el «Toledo» de Aureliano Beruete. Conviene resaltar, además, que los paneles informativos que acompañan a las piezas ofrecen una información muy detallada que permite al visitante tener una idea muy ajustada de lo que ha sido la historia de Toledo. Es una exposición recomendable.
Por tanto, Toledo no es sólo de los toledanos, sino que de algún modo también es de toda la humanidad. Vivimos tiempos en los que el pragmatismo extremo y la búsqueda del beneficio económico por encima de cualquier otra consideración pueden hacer que aspectos como la preservación y fomento del patrimonio parezcan asuntos de segunda fila. La celebración de las bodas de plata de esta importante distinción debe hacernos ver a todos que la tarea de conservar la ciudad es una tarea que no sólo compete a las instituciones, sino también a los ciudadanos. Es posible armonizar el desarrollo de la ciudad con la conservación del casco histórico, del entorno y del paisaje, del patrimonio, de todo aquello que conforma la grandeza del misterio cultural de nuestra ciudad. Al ser Toledo una ciudad patrimonio de la Humanidad hay algo nuestro que también es de todos. Es una ocasión para celebrar este reconocimiento y también para estar a la altura de esta enorme responsabilidad, pues una vez que se ha conseguido lo importante ahora es mantenerlo.
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