Últimos poemas visuales de Teo Serna
+Poe+ , de Teo Serna. Asociación Cultural Babilonia. Pliegos de la Visión, número 34 Valencia, 2011.
POR JOsé ÁNgel GARCÍA
La idea de Marinetti de que la poesía debería ser concebida como «un asalto violento contra las fuerzas desconocidas para forzarlas a postrarse ante el hombre» está sin duda en la base de la llamada «poesía experimental», un modo «distinto» de entender la producción poética ... más allá de la tradicional poesía verbal o discursiva que, iniciado con la destrucción de la sintaxis y la eliminación del ordenamiento tipográfico convencional en la página, iba a desembocar en la idea de que —por indicarlo con palabras de Abraham A. Moles— el poeta deberá experimentar no sólo con el lenguaje sino también con la voz y con el resto de los sentidos en busca de una expresión plena que persiga «hacerse un médium total, superar cualquier limitación, englobar música, pintura, arte tipográfico y cualquier otro aspecto de la cultura» (Adriano Spatola). Dentro de esa persecución del todo se ubica la denominada «poesía visual», fronteriza entre la literatura y el arte plástico, y habría que preguntarse si no enfrentada también en íntima relación de amor-odio con el universo de la publicidad. Pues bien, cuando de poesía visual se habla por estos nuestros castellano-manchegos predios, junto a la continuada e incombustible presencia del conquense Antonio Gómez, hay que reseñar sin duda, como otro de los nombres de especial referencia, el del escritor, pintor y diseñador manzanareño Teo Serna. De su interesante hacer en este campo – y tras la aparición en 2008 de sus 100 POE+ 100, editados por el Servicio de Publicaciones de la Junta de Comunidades —vuelve a ser prueba esta nueva entrega de tan similar y continuista título. En ella, la que Amador Palacios calificara en su día como «poesía sinóptica» de Serna (aludiendo a la imbricada presencia en su configuración de la realidad verbal y la icónica pugnando en el mismo ámbito) vuelve por donde solía para, en sus cuarenta nuevas ofertas, volver a ser cauce de un decir en el que el lirismo — a imagen plástica y la lingüística codo a codo— o bien se alía, sin prejuicio alguno, ora con la ironía, ora con el guiño crítico, o bien se deja llevar del simple juego semántico que ambas de consuno a ojo y entendimiento a la par propician. Y así, el lector-veedor igual puede sonreírse ante el guiño propuesto por la simple desaparición de una letra —«Pequeño olvido en la morgue»— como disfrutar del paralelismo con la propia realidad significativa de la representación ideográfica dada a éste o aquel vocablo —«Radiografía», «Plomada», «Termita», «Titanic»— o a aquella palabra, frase o incluso imagen plurisignificativa —«Cielo estrellado», «Rompecabezas»—, apuntarse a conceptuales vis a vis —«Pez era (pez muerto)»—, dejarse llevar de la pura apelación sentimental —las respectivas «Aritmética», «Geometría» o «Astronomía de la soledad»— o rendirse al puro diálogo de la sola concreción plástica propuesta con su matemático título —«Mariposas fibonaccianas»— entre otras lúdico-cómplices-sincrónicas proposiciones, en una multiforme panoplia expresiva, siempre tersa y elegantemente resuelta, que, a bien seguro, hará las delicias de cuantos a disfrutarla se entreguen.
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