«En Toledo me recibió la niebla... y la Literatura» Antonio Lázaro_escritor

Por MARÍA JOSÉ MUÑOZFotos: ANA PÉREZ HERRERATOLEDO. Desde la primera página el libro de Lázaro engancha al lector, sobre todo porque la trama se está produciendo ahora mismo, por las calles de Toledo

La torre de la catedral, semioculta por la niebla, vigila el posado del escritor para ABC

TOLEDO. Desde la primera página el libro de Lázaro engancha al lector, sobre todo porque la trama se está produciendo ahora mismo, por las calles de Toledo, las escaleras mecánicas de Recaredo, la calle Comercio, los cafés donde todos desayunamos a diario, la catedral, los ... hippies de la calle Hombre de Palo, la biblioteca del Alcázar, el ciego que vende cupones cerca de Zocodover; hasta usted mismo, lector, sin saberlo, puede aparecer de repente entre las hojas de «El Club Lovecraft», un experimento literario que ha logrado relacionar -sin que explote la probeta- la siempre atrayente ciudad de Toledo con uno de los grandes autores de la literatura norteamericana, Howard Phillips Lovecraft (1890-1937).

El hilo conductor del argumento es una edición del Necronomicón impresa en Toledo allá por el siglo XVII. La búsqueda de este libro maldito envolverá en una peligrosa peripecia a un grupo de fans de Lovecraft que se reúne en una librería cercana a la catedral primada. Uno a uno, Antonio Lázaro va introduciendo en su fantástica intriga a los personajes protagonistas, Bruno, Leonardo, Sergio, Yolanda, el pescador, el barquero y, cómo no, al espeluznante Tomislav, un auténtico asesino en serie abducido por las fuerzas del mal que, emergiendo del Circo Romano -donde malvive con otros mendigos-, va sembrando de horribles crímenes la ciudad. Lo que hace con el vigilante de las escaleras mecánicas es sobrecogedor.

Según avanza la lectura del texto éste trasciende lo literario y va adquiriendo tintes audiovisuales, casi de cómic, y aparecen otros personajes como el nazi que vive en un cigarral o el subdelegado del Gobierno, que intenta sin éxito encontrar al asesino.

Conversamos con Antonio Lázaro, natural de Cuenca, en el café «La Tarasca», y nos cuenta cómo recaló en Toledo hace ya 23 años cuando le contrataron en la Consejería de Cultura, donde sigue trabajando como jefe del Servicio de Publicaciones y Audiovisual. Recién acabada la carrera y para librarse de la mili huyó nada menos que a Ghana en un «delirio rimbaldiano», donde trabajó varios años como lector de español. Volvió a España «tocado» por la malaria, y justo cuando vivía una etapa idílica en Denia junto a una joven, su madre le llamó, «que cogiera el primer tren, que me contrataban».

No quería venir a Toledo pero, al llegar, la Literatura estaba esperándole detrás de cada esquina: en el Hostal del Lino, donde se hospedó; en la placa de la calle en homenaje a Galdós; en la noche maravillosa de típica niebla toledana: «yo llegué y me recibió la niebla», recuerda; o en aquel enano que apareció de repente junto a él, guió sus pasos hasta la pensión y se esfumó de nuevo entre la niebla antes de poder darle las gracias: «vine forzado a Toledo, como una condena...pero en Toledo me recibió la Literatura», sentencia el autor.

La ciudad ofreció a Antonio Lázaro dos «líneas de fuerza literaria» que le redimieron para siempre: su reconciliación con los clásicos y el descubrimiento del género fantástico: «para mi Toledo era una ciudad asociada a la Academia Militar, a la Ciudad Imperial, a la Primacía eclesiástica, al Greco, muy monumental...pero no tenía el referente de lo simbólico, lo mágico, y la cantidad de literatura que ya había generado todo eso».

-Su novela es muy cinematográfica, ¿verdad?

-Claro, es mi gran sueño, y creo que tiene posibilidades. Aunque el mundo de Lovecraft es muy difícil llevarlo al cine porque es muy sensorial, de alusiones, de atmósferas subjetivas, mi novela intenta homenajear y recrear ese mundo con una acción contemporánea, con personajes de carne y hueso, diálogos, amistades, amores, desamores...

-Me regalaron su libro, es decir, ya es conocido y la gente lo compra. Y ha cruzado el «charco».

-Sí, la verdad es que está teniendo bastante éxito, pero hasta enero no conoceré las cifras de ventas.

-La librería Hojablanca, que usted no cita, es uno de los escenarios estratégicos.

-Sí, en esa cueva entrañable, un poco como una cueva de conjurados, una catacumba literaria, hemos celebrado muchos actos de recitales, con lo cual era mi pequeño tributo. Y luego aprovecho estratégicamente su ubicación al lado de la catedral para el imaginario mundo subterráneo o catedral invertida, uno de los lugares donde juega la acción de la novela.

-Otro es la Casa de los Mendigos.

-La sitúo por la Plaza de San Justo. Yo viví hace años en la Cuesta del Can y tengo recuerdos maravillosos de aquel barrio, con un entorno muy popular, incluso un poco lumpen.

-El personaje de Leonardo, ¿es usted?

-Pues sí, es un poco un trasunto mío, es como la sensación de un escritor un poco anónimo pero que de algún modo también es feliz en Toledo y esta aventura pone en riesgo su estabilidad, su equilibrio emocional, y le asigna una misión cósmica y trascendente que le pone en peligro mortal.

-¿Su próximo libro?

-Será pura novela histórica. Toledo sigue como escenario dominante, aunque es muy europeísta. Está ambientada en el siglo XVI.¡Y no digo más!

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