Toledo sale a la calle para vivir la nueva normalidad

Estos han sido algunos de los testimonios recogidos durante la jornada. Confiesa José Manuel que lleva tres meses encerrado en su casa, con la única compañía de Rosa, su cuidadora peruana que lleva trabajando para su familia cerca de ocho años. Sentado en su silla de ruedas eléctrica, José Manuel explica que se quedó minusválido por un accidente de tráfico, así que este primer día de desescalada, se detiene a contemplar entusiasmado las marquesinas de la calle Tornerías. «Nunca pensé que me iba a sentir prisionero en mi propia casa . Mira que por el miedo al Covid-19, nadie me quería sacar a la calle.Hoy puedo tomar el aire y sentirme vivo», exclama ante la mirada sonriente de su cuidadora.

«Estaba muy ansioso y se despertó a las seis de la mañana», asegura Rosa mientras le acerca a José Manuel una botella de agua. «Con estas temperaturas es mejor que se hidrate», afirma con tono dulce la joven peruana. Los dos se alejan, mientras se ponen la mascarilla y se hacen a un lado para mantener la distancia de seguridad.

En el puente de San Martín, una de las zonas de paso obligado para recorrer el Valle, Victoria, de 52 años le pide a su marido Pablo que la espere. Ella se ha detenido a leer el mensaje que Delfina Layos escribió sobre una camiseta: No son un número, tienen nombre . «Esto es muy duro. La muerte de nuestros seres queridos. Sin poder acompañarlos ni acudir al cementerio, es la huella que nos deja esta maldita pandemia», explica a ABC esta mujer que vive por la calle del Ángel.

«Somos unos afortunados. No hemos tenido a ningún familiar enfermo, pero mi hermano es enfermero del hospital Virgen del Valle», cuenta Pablo, que coge de la mano a su esposa mientras recuerda que todos debemos ser responsables y cumplir con los horarios establecidos. «Una hora, 1 kilómetro y manteniendo la distancia de seguridad de 1,5 metros», dice.

Pilar y Enrique vienen caminando por la acera izquierda de la calle Ocaña, en dirección al Circo Romano, en Toledo. Llevan mascarillas, guantes y visten ropa deportiva. Ambos tienen 71 años.

Pilar es la primera vez que pisa la calle. «No he salido, en primer lugar, porque he podido pasar sin ello, y en segundo lugar porque soy una persona con dificultad en los pulmones, porque soy fumadora desde siempre y como esto afecta a los pulmones...». Así, asegura que se ha dedicado a organizar sus viejas fotografías, que le sirvieron para hacer un viaje imaginario por los lugares visitados.

«Soy una persona muy callejera, de no entrar en casa en todo el día, y me he quedado sorprendida de lo bien que me he adaptado», dice sobre el encierro. Además, reconoce que este sábado ha salido a la calle con algo de temor. De momento, responde, «no sé si volveré a salir, aunque este paseo me está sentando de maravilla».

Por su parte, en los barrios de Toledo el primer día de esta desescalada gradual transcurrió sin muchas aglomeraciones. En Santa Bárbara los vecinos prefirieron salir de sus domicilios en el horario de tarde. Hacía las 20.00 horas en el Paseo de la Rosa, el verde los árboles contrastaba con el azul predominante en muchas de las mascarillas. Unos salieron equipados con sus bicicletas, mientras que la mayoría optó por el típico paseo en pareja con una persona con la que está conviviendo.

Una de las zonas elegidas por algunos toledanos para pasear fue la senda ecológica a lo largo del río Tajo, por lo que la Policía local montó una vigilancia en uno de los tramos más estrechos del recorrido, concretamente entre los embarcaderos del río Tajo y el puente de San Martín.

Otros se acercaron hasta la ermita de la Virgen del Valle, aunque con limitaciones. Después de los últimos desprendimientos, esta zona está cortada al tráfico rodado y peatonal en un tramo, desde el puente viejo de Alcántara hasta el puente del Arroyo de la Degollada, por las obras de consolidación del talud. Por esta carretera se pudo ver también a algún coche de la Policía local vigilando que se cumplieran las normas.

Uno de las barriadas en las que ha habido más aglomeraciones ha sido en Santa María de Benquerencia , donde la gente comenzó a hacer deporte desde las seis de la mañana. Dos horas más tarde, según ha manifestado uno de los vecinos, se pudo ver un «enjambre de personas» corriendo, andando o montando en bicicleta. «Esto ha sido como si no hubiera un mañana», ha señalado. Y los conductores de los autobuses urbanos, en este y otros barrios, han tenido que diblar a los corredores que se ejercitaban con los cascos de su dispositivo móvil puestos.

También se han vuelto a ver escenas cotidianas antes del confinamiento. A pesar del espíritu de solidaridad que invade a la ciudadanía, varios conductores irresponsables han aparcado sus vehículos en la calzada para comprar, por ejemplo, el pan.

En el barrio de Valparaíso y La Legua, la gente salió de sus casas en un buen número dentro de la franja horaria reservada para los mayores de 14 años, volviendo a sus domicilios a la hora establecida.

Así ha finalizado una jornada, en la que muchas personas se quedaron en su hogar, otros prefieron salir a dar una corta caminata, montar en el monopatin y subirse a la bici. Así ha sido el día cero de la nueva normalidad.