Rodrigo de Cota, autor de la Celestina
Rodrigo de Cota no pasa de ser un autor segundón en la historia de nuestra Literatura, escasamente conocido más allá de los círculos iniciados. Pero su estatus en el canon literario podría cambiar radicalmente si se le aplicara la cuota de justicia que le corresponde, teniendo en cuenta que, según todos los indicios, le podemos considerar «el primer y mejor autor de La Celestina por delante, en tiempo y en calidad, de Fernando de Rojas.
Fue presumiblemente Rodrigo de Cota y no Fernando de Rojas el que concibió el argumento básico de la obra; definió los personajes principales, tales como la Celestina, Calixto, Melibea, Sempronio, Elicia y Pármeno; y, en definitiva, escribió el primer capítulo, que supone casi el veinte por ciento de todo el texto y es considerado por muchos críticos el mejor de todos.
El «antiguo auctor»
El mismo Fernando de Rojas confiesa en los preliminares de La Celestina que el primer capítulo no lo escribió él sino que se lo encontró hecho por un «antiguo auctor» que «según algunos dicen, fue Juan de Mena, y según otros, Rodrigo Cota».
Hoy, prácticamente ningún especialista defiende la paternidad de Juan de Mena y en cambio la abrumadora mayoría de los que admiten la doble autoría se inclina hacia la tesis que señala a Rodrigo Cota como el probable autor del primer capítulo de La Celestina.
Ya en el siglo XVI, el filólogo Juan de Valdés, en su Diálogo de la Lengua reconocía la superioridad del primer autor (supuestamente Cota) sobre el segundo (Fernando de Rojas): «De Celestina me contenta el ingenio del autor que la començó, y no tanto el del que la acabó».
Es cierto que todavía hoy algunos defienden que fue Fernando de Rojas el único autor de la Celestina, pero el parecer mayoritario es el que resumió Menéndez Pidal, diciendo: «Es una arbitrariedad hipercrítica seguir hoy negando la diversidad de autor para el primer auto, cuando está declarada en el prólogo de Rojas, cuando se halla confirmada por un experto en estilos tan fino como Juan de Valdés, contemporáneo y coterráneo de Rojas, y cuando se ve reafirmada modernamente por el examen comparativo de las fuentes literarias y del lenguaje».
Este toledano, injustamente preterido durante tanto tiempo y, sin embargo, merecedor de la más alta consideración literaria, nació en Toledo, en el seno de una familia de judeo-conversos, entre 1430 y 1440, concretamente en la casa que hoy lleva el número 12 de la Calle Núñez de Arce, la conocida como «Casa de la Moneda».
Al escritor se le conoce por ser el autor del Diálogo entre el amor y un viejo y se le atribuyen sátiras como las Coplas de Mingo Revulgo y las Coplas del Provincial, aunque, por supuesto, lo más relevante de su obra sería, de confirmarse, La Celestina, que constituye la segunda más importante obra literaria española después del Quijote, en opinión de Menéndez y Pelayo.
La excelente biografía escrita por Francisco Cantera Burgos nos revela interesantes datos sobre el toledano, como que su casa familiar sufrió un asalto el domingo 26 de enero de 1449, cuando los vecinos se amotinaron contra el padre de nuestro poeta, el opulento judeoconverso Alonso Cota, tesorero municipal encargado de la recaudación de un fuerte impuesto, previamente adelantado por él a don Álvaro de Luna y Juan II.
Los padres de Rodrigo Cota hicieron carta de donación al poeta, su hijo primogénito, de numerosas propiedades en Torrijos, Val de Santo Domingo, Burujón, Venturada y Rielves, así como «las nuestras casas mayores desta nuestra morada que nosotros habemos e tenemos en dicha ciudad de Toledo en la collación de la iglesia de San Nicolás, que alindan de la una parte con otros dos pares de casas menores que nos tenemos y edificamos (…) e de la otra parte con otro cuerpo de casas nuestras».
Escrita e Torrijos
Es especialmente interesante lo que afirma el erudito Tomás Tamayo de Vargas, en el siglo XVII: «el acto primero de Celestina fue escrito por Rodrigo de Cota estando en Torrijos, debajo de unas higueras de las casas de Tapia…». Este llamativo dato no resulta en absoluto inverosímil por cuanto consta documentalmente que su padre y luego el propio Rodrigo Cota tuvieron propiedades en la población mencionada. De hecho, en Torrijos poseían un enterramiento familiar en la parroquia de San Gil.
La casa de Celestina
Rodrigo Cota murió en Torrijos hacia 1505 pero fue enterrado en la toledana iglesia de san Nicolás, en la capilla de los Cota, llamada «capilla de los Sandovales» por el apellido de su primera mujer.
Toledo y Salamanca se han disputado desde siempre el honor de poseer «la casa de la Celestina», porque su descripción se acomoda tanto a una como a otra ciudad castellana. En el primer «auto» o capítulo de la Tragicomedia de Calisto y Melibea se describe la casa de Celestina con estas palabras: «al cabo de la ciudad, allá cerca de las tenerías, en la cuesta del río, una casa apartada, medio caída, poco compuesta e menos abastada».
Pero Toledo se alza con la palma si caemos en la cuenta de que no es Fernando de Rojas el que realiza la descripción de la casa de la Celestina, pues se inserta en el primer capítulo, sino que es descrita por el «antiguo auctor», que, como es muy probable, fue el toledano Rodrigo Cota. Por ende, la descripción de la casa de la Celestina parte de la imaginación de un toledano y no de un estudiante salmantino (aunque natural de la Puebla de Montalbán).
Tomaría Cota como referencia a una de las muchas casas del final de la bajada del Barco, del Pozo Amargo o de la calle Plegadero, afluentes todas ellas de las Tenerías, que comprendían la orilla del río desde el embarcadero hasta más abajo de la huerta de la Alcurnia, y era el barrio más humilde de Toledo, apropiado para morada de la Celestina y el ejercicio de sus turbios negocios.
Con el avance de las modernas técnicas informáticas, es más que probable que finalmente pueda ser probado mediante estudios comparativos que La Celestina es obra de dos autores diferentes: Fernando de Rojas y el «“antiguo auctor», al que todos los indicios señalan abiertamente como Rodrigo de Cota.
Cierto es que no existen todavía pruebas rotundas y fehacientes que acrediten sin género de dudas que el toledano es el autor del primer capítulo de La Celestina . Pero el tiempo corre a su favor.
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