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Las monjas de clausura, víctimas silenciosas de la pandemia

Los conventos de Toledo ya sufrían la peor crisis de su historia, pero la pandemia les ha dejado en la pobreza más absoluta. A un grupo de guías de la ciudad se le ocurrió abrir los monasterios para que los toledanos conocieran este patrimonio velado durante siglos a cambio de cinco euros para ayudar a las monjas a sobrevivir

Una monja camina por el claustro del convento de San Clemente de Toledo J.B.G.
Valle Sánchez

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La vida conventual estaba agonizando en Toledo, pero el Covid le ha dado la puntilla. Las 150 monjas que sobreviven en precario en los 12 conventos que aún funcionan en la ciudad han llegado a tener dificultades, incluso, para comer. En el monasterio ... de San Pablo, a sus trece moradoras la crisis del coronavirus les ha tocado de pleno. Ellas ya estaban acostumbradas al encierro, a la distancia social y a sobrevivir con lo justo, pero, además, su principal dedicación, la costura, se resintió con las cancelaciones de las celebraciones de Semana Santa y el Corpus, que les dejó sin los encargos que tenían que haber bordado para las procesiones y celebraciones religiosas. Sin apenas ingresos, y con unos gastos de 2.000 euros al mes para pagar la seguridad social, el convento agoniza sin ayudas oficiales, ni de la iglesia. Y lo mismo ocurre en el resto de monasterios toledanos, la mayoría dedicados a vender dulces a turistas que ahora escasean en la ciudad.

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