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Antonio Zárate

Cemento frente a patrimonio y naturaleza

La modificación puntual número 29 del PGMOU de 1986 es el cambio de uso de suelo de La Peraleda, calificado como «no urbanizable y en parte protegido» en 1986, que pasará a «urbanizable de uso residencial»

Por Antonio Zárate

«La villa de Toledo… fuertemente asentada, está rodeada de buenas murallas y defendida por una ciudadela bien fortificada. Está situada sobre un cerro y hay pocas villas que se puedan comparar con ella por la solidez y la altura de los edificios, la belleza de los alrededores y la fertilidad de sus campos, regados por el gran río, llamado Tajo» Esa es una de las descripciones de Toledo que hace Al-Idrisi (1100-1165) y una imagen reconocible hoy, en 2018, desde La Peraleda, sin lugar a dudas una de las vistas más hermosas de la ciudad, difícil de encontrar si no es en grabados de finales del siglo XVI, como los recogidos en «Civitatis orbis terrarum» de Georg Braun y Frans Hogenberg . Desde La Peraleda, la ciudad emerge sobre el fondo plano del valle del Tajo, aún más o menos cultivado y con el bosque de ribera en sus orillas. Indudablemente, se trata de un paisaje cultural según la Convención del Patrimonio Mundial Cultural y Natural de la Unesco de 1992. Pues bien, la modificación puntual número 29 del PGMOU de 1986, sometida actualmente información pública, provocará la desaparición de ese paisaje y con él la pérdida de uno de los elementos «identitario» de la ciudad.

Precisamente uno de los principales objetivos de la Modificación Puntual número 29 del PGMOU de 1986 es el cambio de uso de suelo de La Peraleda, calificado como «no urbanizable y en parte protegido» en 1986, que pasará a «urbanizable de uso residencial» para crear un nuevo barrio de 11.304 habitantes y unas 5.300 viviendas, equivalente en población al de Buenavista, y cuya justificación no parece real si se tienen en cuenta las actuales tasas de crecimiento demográfico, la demanda de nueva vivienda, las oportunidades de construcción en zonas consolidadas o inmediatas a ellas, en algunos casos con viviendas sin ocupar y suelo residencial disponible o susceptible de creación. A ello se unen las posibilidades de aprovechamiento de viviendas vacías que representaban el 10% del total en el Censo de 2011 y la realidad espacial de una ciudad que forma parte de una aglomeración metropolitana que no puede seguir siendo ignorada por la administración.

El nuevo barrio de La Peraleda se extenderá desde el puente de Parapléjicos a la rotonda sur de acceso a las urbanizaciones de San Bernardo y Montesión, añadiendo complejidad a la estructura urbana actual, mientras se sigue sin prestar suficiente atención a la función residencial del Centro Histórico. Por otra parte, las tierras de cultivo, inherentes a los valores paisajísticos de Toledo, desaparecerán bajo multifamiliares en manzana cerrada con una altura de 5 pisos, en un proceso inverso a las tendencias de renaturalización, de creación de tramas verdes y azules que se observan en todas las ciudades. Nada que ver por lo tanto con las recomendaciones internacionales para reducir la huella ecológica de las ciudades desde la Conferencia de Río de 1992, a la Carta urbana de Aalbor de 1994 y la Conferencia Hábitat III de Quito, de 2016.

La urbanización de La Peraleda supondrá una amenaza para Toledo como «Ciudad Patrimonio de la Humanidad», puesto que los valores paisajísticos forman parte de los criterios de ICOMOS para recomendar esta denominación y por los que fue inscrita por la Unesco en la lista del Patrimonio Mundial de la Humanidad el 26 de noviembre de 1986. La Peraleda está en la «Zona de Amortiguamiento» (ES-379-item371) del mapa de ICOMOS correspondiente a la declaración de Toledo como «Valor Universal Excepcional» en 2013, que, a su vez, comporta el compromiso de mantener los atributos por los que el lugar, en este caso Toledo, mereció su inclusión en la lista de Patrimonio Mundial. El fondo de valle del Tajo desde La Peraleda hasta las murallas del Centro Histórico forma parte de esa zona y su urbanización supondría la desaparición de un «paisaje que ilustra una o más etapas significativas de la historia de la humanidad» (Criterio IV).

La Peraleda también estaba dentro de las «Zonas de Protección de Paisaje» definidas por las Instrucciones de la Dirección General de Bellas Artes de 1965 y por el Plan Especial del Centro Histórico de 1997. Además, su mayor parte queda incluida en Ámbitos de Protección arqueológica recogidos por el PGMOU de 1986 y por la Carta arqueológica, que vienen a reforzar los valores antes señalados, con lo que podríamos encontrarnos con la misma situación que motivó la suspensión de la «Unidad Vega Baja 1» en 2006 y su sustitución por una zona arqueológica. Numerosos estudios prueban la abundancia de restos arqueológicos e incluso la posible ubicación del Monasterio agaeliense de finales del siglo VI.

Pero si todos esos argumentos no fueran suficientes para preservar La Peraleda de una injustificada marea urbanizadora, a no ser por intereses especulativos, no deja de ser sorprendente la escasa atención prestada a riesgos de inundación contemplados por la Confederación Hidrográfica del Tajo, lo que podría convertirse en un grave problema, aunque las grandes crecidas del pasado han desaparecido prácticamente tras la construcción de los embalses reguladores de la cabecera del Tajo y de sus afluentes. Precisamente, esos riesgos explican que las mayoría de las poblaciones de las márgenes del Tajo se ubiquen sobre niveles elevados de terrazas fluviales, como el barrio de Santa María de Benquerencia, o en laderas de paramo. También los sedimentos transportados por el río y depositados en sus orillas, divagantes y móviles, explican la fertilidad del fondo del valle y su aprovechamiento agrícola a lo largo de la historia, aparte de los valores medioambientales y paisajísticos de sus ecosistemas fluviales.

Tampoco se puede ignorar que la urbanización de la zona con una edificación compacta tipo ensanche, de multifamiliares de 5 plantas, en alineación norte sur siguiendo la carretera de la Puebla de Montalbán, crearía una barrera que en momentos de crecida excepcional retendría las aguas del Tajo y las extendería por toda la zona. En la mente de todos están las inundaciones del Sena en París y de tantos otros ríos en multitud de ciudades europeas, y eso a pesar de medidas de prevención como las que se podrían aplicar en Toledo. Tampoco será un inconveniente menor el filtrado de las aguas a los niveles de sótanos y garajes por la proximidad del río, el carácter superficial del manto freático y los mantos de arroyadas provenientes de las laderas de San Bernardo, especialmente en situaciones de lluvias torrenciales, a pesar de la construcción de tanques de tormentas.

Todo lleva, pues, a concluir que no hay razones para la desaparición de una zona de paisaje excepcional que hasta el POM de 2007 había sido considerada de «suelo no urbanizable» y pieza integrante de los conos visuales de protección de paisaje del Centro Histórico, ni tampoco para asumir riesgos inciertos pero reales de inundación. El débil crecimiento demográfico y la escasa demanda de viviendas ya hicieron fracasar el primer intento de urbanización de esta zona en 2012, con un Plan Parcial aprobado entonces por el Ayuntamiento para muchas menos viviendas y una población de 5.590, casi la mitad de la prevista ahora. En este contexto, sería deseable conseguir coherencia de los responsables públicos para hacer coincidir declaraciones en defensa de la naturaleza y del patrimonio con proyectos que no supongan lo contrario y que lamentablemente siguen reflejando carencia de proyecto de ciudad coincidente con las recomendaciones internacionales, más allá de las imprescindibles intervenciones para resolver problemas cotidianos y que generalmente se utilizan como propaganda de gestión en lujosos folletos buzoneados en los domicilios particulares.

Antonio Zárate Martín

Geógrafo

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