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ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

La casa de María: Sorpresas y decadencia

Manuel Gallego Arroyo hace un ejercicio de mancheguismo en esta historia socio-generacional de La Mancha en el siglo XX

Fragmento de la portada del libro

POR FERNANDO GÓMEZ REDONDO

La Casa de María es un libro lleno de sorpresas que merece la pena descubrir. De entrada, exige del lector una permanente atención para reconstruir las líneas argumentales que van vertebrándose en torno a personajes que llevan el mismo nombre, pero que se sitúan en épocas distintas . De hecho, la trama temporal de la obra abraza un período que, por referencias explícitas, avanzaría desde el exilio de Alfonso XIII hasta la época de la Transición . Son varios los espacios que sus figuras recorren, aunque el entorno manchego -en donde se sitúa 'la Casa' que da título a la obra- predomine y sea fácil reconocer, por los nombres de las calles, de los establecimientos, hasta de los anuncios, la villa de Manzanares en donde creció el autor y en donde vive ahora , como profesor de enseñanza media, alternando sus labores docentes con la creación poética (acaba de ganar el primer premio del certamen Carta Puebla) y ensayística. De hecho, esta obra participa de esos dos campos. Es posible que uno de sus principales méritos sea el cuidado con el que se despliegan variados recursos del lenguaje literario, pues son continuos los juegos de palabras, las paronomasias, los calambures, los polípotes o derivaciones , traídos siempre a cuento de un narrador que va avanzando de manera sinuosa, por los pliegues del tiempo y de la historia, para seguir la trayectoria de unos personajes que, más allá de su decurso vital, traen a la memoria a los protagonistas de obras que son fácilmente reconocibles, tanto a Max Estrella y a don Latino de Hispalis de Luces de bohemia de Valle-Inclán, como a la saga de los Buendía de Cien años de soledad , por citar sólo dos intertextos que pueden reconocerse en citas explícitas que se incluyen en el avance de la narración. Rinde homenaje, de este modo, Manuel Gallego a aquellos creadores que le han servido de referente para construir esta primera novela.

El libro está editado por Almud Ediciones, 2021, 236 páginas

Otro aspecto relevante lo ofrece el nivel metanarrativo de la obra. El narrador aparece de modo inesperado para interpelar al lector y guiarlo por el itinerario -brumoso e incierto- a que sus personajes se hallan atados. Avisa, incluso, sobre la imposibilidad de conocer todos los hechos: «El lector, la lectora, no tiene por qué saber lo que ocurrió entonces. Como tampoco sabrá la causa por la que el señor María estaba en este estado cuando María llegó. Lo imagina» (p. 161). Resulta oportuna esta declaración, por cuanto la lectura debe avanzar con gran cuidado para intentar encajar las numerosas piezas sueltas que se van ofreciendo y que se ligan a personajes que pertenecen a una estirpe -los María- en la que se sintetiza la decadencia moral de España , más patente sobre todo en los años de la postguerra. Ha de advertirse, a este respecto, el acierto de contraponer figuras femeninas que llevan el nombre de María -con la carga religiosa que ello supone- con el apellido que portan personajes masculinos en los que se encarnan la desidia y los vicios -la ebriedad, la lujuria- que los condenan a su aniquilación.

Con todo, hay una figura que destaca por las varias funciones que desempeña; se trata del Vate, es decir de un poeta , al que luego se le da un nombre propio: Antonio García (p. 164), que ya desde la primera sección aparece unido al último señor María, don Julián, al que acompaña en una noche de juerga hasta un prostíbulo para dejarlo luego medio muerto en el umbral de su casa, de donde el continuo eco de Luces de bohemia (pp. 24 -el esperpento- 27, 32, 35 -la vida como tragicomedia- o 121 -'¡Arriba carcunda!'-). El pensamiento del Vate traza un hilo de evocaciones y de sentimientos que le permite al lector relacionar las numerosas facetas de una trama argumental poliédrica . Su discurso se diferencia con el empleo de la cursiva y viene a corresponderse a una suerte de monólogo interno, que en ocasiones deriva hacia un flujo de conciencia en el que se perfilan los estados por los que pasa -según se halle sereno o embriagado (por la bebida o por la belleza)- y las diferentes fases históricas que se van anudando en la obra; se trata del inseparable compañero del señor María, heredero de un patrimonio forjado por su padre, un cacique provinciano sin escrúpulos que ejercía sus derechos de dominio sobre sus tierras y sus moradores, en especial sobre la primera de las dos mujeres de nombre María, a la que fuerza y deja embarazada de una niña, Esperanza, de la que nacerá la segunda María. «¿Qué sería sin María? Qué sería de los María sin María» (p. 91). De todos modos, a la abuela y a la nieta las separa una red de hechos ocultos, que la última joven conocerá por las insidiosas revelaciones de una suerte de alcahueta -bien llamada 'Celes' - que le descubrirá la verdad sobre sus orígenes y precipitará con ello acciones que no conviene revelar para que el lector las descubra por sí mismo. Baste decir que toda la trama de la novela se encierra en una frase que la define: «vencedora de su abuela, vengadora de su madre, ejecutora de la justicia», (p. 235).

Ya advierte el autor, en un prólogo que él mismo ancla en los experimentos narrativos de Unamuno, que lo que pretende es construir una «neovela» manchega y, para ello, pone en juego variados esquemas para presentar los hechos narrativos y las voces que los cuentan o que los viven. Por ejemplo, l os diálogos se ofrecen sin ninguna marca tipográfica , alternándose de este modo el discurso del narrador en tercera persona con los parlamentos, ágiles y realistas, de los personajes. De hecho, hay que leer la novela desde una clave que se ofrece también en ese proemio: «Respecto de los caracteres. Obsérvese que el carácter se cifra en la sensibilidad y en la existencia real aunque velada, que no en el existencialismo (que es más una filosofía, un modo de vivir que aquí no viene a cuento)», p. 7. Para penetrar, por tanto, en l a historia de una región, en la que se cifra la de un país entero , la novela atiende sólo a las trayectorias personales de unas figuras cuyas acciones apenas se reconocen, aunque sí sus consecuencias: «los personajes dan pasos en la vida, nada más», íd. Tal es lo que debe realizar el lector al adentrarse en estos seis amplios capítulos en los que se estructura la obra, saliendo al encuentro de numerosos seres que le van a permitir descubrir la 'sensibilidad' con que el tiempo y el espacio parecen inmodificables, al menos hasta el final.

Fernando Gómez Redondo

Más allá de las poéticas descripciones de los lugares que cruzan los personajes (pp. 61 o 115), importa, por último, destacar un conjunto de reflexiones que permiten analizar el curso de la historia externa - «El tiempo no existe, es sociedad» , p. 102- y, a la vez, la interna de estos personajes sometidos a situaciones extremas: « No somos conciencia, somos recreación y olvido. Espectros» , p. 109. Sólo así podrá entenderse el desenlace, sorprendente, tejido con una espesa malla de símbolos -el caballo negro- y de acciones que cambian de raíz el destino de la vida de los protagonistas.

Merece, por tanto, leerse La Casa de María y embarcarse en esa apasionante aventura de unir los hilos sueltos de la historia de una estirpe que, en sí, compendia la decadencia de España como nación a lo largo del siglo xx.

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