El renacer del Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel tras su larga agonía
Las últimas lluvias, los aportes del río Gigüela y el bombeo de agua subterránea han mejorado la imagen de este parque nacional, que ha pasado de las 30 hectáreas encharcadas a 31 de octubre a las más de 600 actuales
Lanzan un SOS por la escasez de agua en las Tablas de Daimiel
Una de las aves que pueblan el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel
En la mitología griega, el fénix era un ave de larga vida que se regenera de las cenizas de su predecesor, que muere en un espectáculo de llamas y combustión para renacer con más fuerza si cabe. Este animal mitológico bien podría servir de metáfora ... de lo que vive un espacio natural que, casualidades de la vida, es el hogar de muchas aves que dependen de su buena salud y de agua en cantidad para poder subsistir.
Ese lugar no es otro que las Tablas de Daimiel, el parque nacional ubicado en la provincia de Ciudad Real -entre el municipio homónimo de Daimiel y el de Villarubia de los Ojos- que, tras muchos meses y años acostumbrado a noticias y titulares con palabras como «SOS, agonía, situación crítica, etc.», esta primavera parece vivir un renacimiento gracias a las últimas lluvias, los aportes del río Gigüela, el bombeo de agua subterránea y la recuperación de la vegetación subacuática.
Los trabajadores del parque y los vecinos de los pueblos de los alrededores aún se frotan los ojos después de ver durante tiempo agonizar este espacio único en el que vive un gran número de especies de avifauna y que atrae a las anátidas más amenazadas, como la malvasía, el porrón pardo, la cerceta pardilla o la focha moruna.
Buen conocedor de esta riqueza natural, paisajística y faunística es Carlos Ruiz de la Hermosa, veterano director conservador del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, que se muestra algo más optimista con este «gran balón de oxígeno», como lo define él. Un cambio que ha hecho que se pase de las 30/40 hectáreas encharcadas a fecha de 1 de octubre de 2023, con el inicio del año hídrico, a las más de 600 hectáreas en la actualidad, lo que supone más de un tercio de su superficie encharcable, que es de 1.750 hectáreas.
«Después de unos meses de pesimismo absoluto, por fin podemos alegrarnos de una noticia positiva», afirma a ABC Ruiz de la Hermosa, que recuerda preocupado cómo a lo largo del otoño y del invierno, tras muchos meses de sequía, «había síntomas evidentes de degradación y de riesgo de autocombustión de las turbas asociadas al cauce del río Guadiana dentro del parque», como sucedió en épocas pasadas.
Un grupo de visitantes atiende las explicaciones de un barquero en el Parque Nacional de las Tablas de Daimiei
Para intentar combatir esa situación crítica, la Comisión Mixta de Trabajo encargada de la recuperación de las Tablas de Daimiel, conforme al plan rector, solicitó a la Confederación Hidrográfica del Guadiana que autorizase la puesta en marcha de una batería de sondeos de emergencia. Algo que se materializó el 19 de diciembre, cuando se aprueba una autorización especial de 10 hectómetros cúbicos de agua para dar un respiro al parque.
Pese a ese aporte hídrico, el director no se mostraba muy esperanzado, pero las abundantes precipitaciones de la pasada primavera supusieron un cambio de tendencia y se llegó a la Semana Santa con una superficie encharcada de unas 350 hectáreas concentradas especialmente en las turbas asociadas al cauce del río Guadiana, donde había ese riesgo de autocombustión. Fue en esas fechas, además, cuando la tormenta Nelson dejó más lluvias, aunque los 70 litros por metro cuadrado caídos en este entorno, en su opinión, «tampoco eran nada desproporcionado».
Sin embargo, cuando la primavera comienza a estallar en su máxima expresión en muchos lugares, a mediados de abril se produjo un hecho insólito, que fue la llegada de agua del río Gigüela a las Tablas de Daimiel, algo que no sucedía desde 2013, tal y como recuerda Ruiz de la Hermosa. «Este hecho supuso la inundación de unas 250 hectáreas de la zona central del parque, lo que se conocen como los Tablazos, que estaban secos desde 2018», explica el director que, aun así, apunta que «el caudal está en retroceso debido al ascenso de las temperaturas y, previsiblemente, en una semana o un poco más vaya menguando».
Esa recuperación hídrica ha ido acompañada, como es lógico, del mantenimiento de la biodiversidad, algo por la que también se temía. Es digno de reseñar que el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel es el hogar de muchas especies amenazadas de avifauna y es, por ejemplo, el principal núcleo reproductor del porrón pardo o que es el único lugar en el que una pareja de cerceta pardilla -con dos ejemplares en el último censo- se reprodujo el año pasado.
El responsable del parque también presume de contar ahora mismo unos 60 ejemplares de malvasía y unas 14 parejas de escribano palustre, otras dos especies de aves en riesgo de extinción pero que se mantienen en este humedal manchego. Además, destaca el caso del pato colorado, emblema de las Tablas de Daimiel, donde viven unos 1.400 individuos ahora, en plena nidificación, con la existencia de entre 250 y 300 parejas, cifras que Ruiz de la Hermosa resalta al compararlas con las 130 parejas que existen en toda la Comunidad Valenciana, otro de sus hábitat habituales.
«Todo ello habla a las claras de la riqueza de las Tablas de Daimiel, un humedal único que quizá sólo puede compararse con Doñana», asegura el director que, pese a las dificultades, hace un llamamiento a la esperanza de este parque nacional, que él pone como «ejemplo de resiliencia y de supervivencia de muchas especies».
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