Cuando una ola de robos en pueblos de Cuenca deja huella: «Todavía dormimos con la escopeta»

Luego sucedieron otros en municipios cercanos hasta finales de noviembre, en un radio de unos 50 kilómetros, según su alcalde, Luis Miguel Acosta. Villarejo, Fuentelespino de Haro, La Almarcha, Carrascosa, Villar de Cañas... «Había una psicosis y la gente comenzó a dormir con la escopeta al lado porque tenía miedo. Te entraban en casa por la tarde y podías estar dentro». La preocupación era tal que los vecinos veían un vehículo que no era del pueblo y salían con sus coches a buscarlo.

Luis Miguel se movió para poner algún freno. «La gente estaba con una psicosis que les hacía dormir con las armas, y podía ocurrir una desgracia», iba diciendo el alcalde. Hasta que la espiral se ha detenido. Él cree que los ladrones «se enteraron» de que la Guardia Civil reforzó su presencia en la zona y «han dejado de robar».

«Ya todo se ha ido tranquilizando un poco», exterioriza el alcalde, guardia civil retirado, aunque el hijo de José, de 33 años, parece que no se ha recuperado desde que la asaltaron. «La gente se queda tocada, mi hijo está obsesionado y se lo he dicho. Por las noches, o me escribe un wasap desde su habitación o me dice que oye ruidos, y le digo que yo no oigo ninguno. O nos dice, a mi mujer y a mí, que no apaguemos la luz de la fachada...», cuenta su progenitor, empresario, quien asegura que nunca antes había visto a su hijo así. A su esposa, en cambio, no le ha afectado tanto «porque ella, aunque estaba en la casa, no se enteró».

«Se llevaron todo», resume José, quien no sabe cuantificar el importe del botín de los ladrones, que arramblaron también piezas de un gran valor sentimental. «Yo creo que había dos individuos y eran expertos; sabían lo que hacían y eran tranquilos. Fíjate, abrieron con maña la caja fuerte, donde había treinta o cuarenta cajitas, y tuvieron la delicadeza de dejar todas colocadas después de vaciarlas», describe.

Juani tiene una casa en Palomares que usa como segunda residencia. Está justo al lado de la vivienda del alcalde, quien se encontraba dentro de su domicilio cuando asaltaron el de su vecina, pero no se enteró de nada. Sucedió a primeros de diciembre, no había nadie en el interior y era el segundo golpe desde el robo en la casa de José. Los ladrones dejaron todo revuelto: cajones abiertos, en el suelo, sobre las camas... «Sacaron todo, pero no rompieron nada. Y se llevaron poca cosa», dice Juani, quien ya había sufrido una experiencia similar en su vivienda habitual. «Algo de miedo tienes porque has visto toda tu casa desmantelada», reconoce la mujer, aunque a otros miembros de su familia no les ha afectado anímicamente.

Sin embargo, José duerme con una escopeta a mano, «pero no de ahora; desde hace mucho tiempo». Cazador y con licencia de armas, afirma que no es el único que lo hace en la zona desde que ocurrieron los robos. «Te aseguro que con la gente con la que yo hablo duerme con la escopeta en la habitación. Por ejemplo, en Palomares vive gente mayor y el 80 por ciento son cazadores. De éstos, el 80 por ciento tiene el arma a tres metros de distancia», relata el empresario, quien ha avisado en redes sociales de que cualquier día hay que lamentar alguna desgracia. «Yo no soy cazadora ni tengo armas, pero me lo estoy pensando», contesta Juani.