El crimen de Manzanares: «Cuando se levante el secreto del sumario, te sudarán las manos»
sucesos
La casa de Antonio Caba, que está en prisión acusado de matar a un empresario, «era propia de alguien que no está bien de la cabeza»
Antonio Caba, el tratante embaucador que escondía un cadáver en el pozo
-¿Es un hombre tan frío?
-Sí. Acojonantemente frío.
Así describe a Antonio Caba Vázquez alguien que estuvo muy cerca de él durante los tres últimos días antes de que el viernes, sobre las siete de la tarde, ingresara en el centro ... penitenciario de Herrera de la Mancha, en Manzanares, donde también está preso su presunto colaborador en un terrible crimen ocurrido hace casi ocho meses.
Antonio, de 49 años, duerme entre rejas a 13 kilómetros a pie de su casa en este pueblo ciudadrealeño. Sus 18.000 vecinos están impactados desde que saben que el corredor de fincas escrupulosamente vestido con ropa de marca está acusado de la muerte del empresario Juan Miguel Isla Fernández, desaparecido el pasado 22 de julio a los 58 años.
Sus restos óseos, mezclados con jirones de ropa, se encontraron a 40 kilómetros, en Valdepeñas. Estaban en el fondo de un pozo con agua –cerrado con tapa metálica, barra y candado–, dentro de una finca agrícola a un tiro de piedra de la A-4 (autovía del Sur). El terreno está a nombre del tercer investigado, que ha comparecido en el juzgado asistido con una abogada, aunque no ha trascendido de qué se lo acusa.
Entonces, ¿compró Antonio la finca y la puso a nombre de un tercero? «Es parte del secreto profesional», responde a ABC su abogado, Rodrigo García, quien declina extenderse al hablar porque «no sabemos nada de lo que hay en el sumario», que sigue bajo secreto.
Tomando cervezas
«¿Quién no conoce a Antonio?», contesta un vecino cuando se le pregunta. «El jueves lo tuve muy cerca; estaba esposado y algo demacrado, pero me saludó como si nada», replica otro.
Amable con todo el mundo, siempre con una buena presencia y muy bien relacionado socialmente, Antonio ha pasado muchas horas en los bares, uno de sus territorios preferidos para cerrar negocios. En uno de Manzanares, este aficionado a las armas (tiene licencia) se jactaba recientemente de que la Guardia Civil no iba a encontrar nada. «Seguro que se habrá escondido, será una desaparición voluntaria», bromeó con unos conocidos, que no le notaron nervioso, sino todo lo contrario, mientras tomaban unas cervezas.
Para entonces, la Guardia Civil ya lo tenía bajo su paraguas. Seguimientos e intervenciones telefónicas apuntalaron las pesquisas de los investigadores de la UCO y de la Unidad Orgánica de Policía Judicial de Ciudad Real en la Operación Mancanti (desaparecido, en italiano). Sabían con certeza que estaban ante el responsable de la desaparición de Juan Miguel Isla y de su probable colaborador, Gaspar Rivera, un septuagenario que vivía de okupa y con la luz enganchada ilegalmente en un piso de Valdepeñas desde hacía más de una década. «Un buen albañil», dicen sus vecinos del bloque, aunque en Manzanares lo recuerdan por haber tenido, aseguran, una inmobiliaria en la calle de Jesús del Perdón hace años.
Defenderse de Gaspar
Antonio dice que es inocente y se acogió a su derecho a no declarar en el juzgado, donde entró con sus inseparables gafas de sol puestas y se mostró como un bloque de hielo en la sala: frío, impasible y con la mirada en el infinito. Así escuchó los informes del fiscal, de su abogado, Rodrigo García, y del letrado de la acusación particular, Juan Manuel Medina. Antonio sólo dijo que no iba a declarar hasta que se levante el secreto del sumario y que su letrado pueda acceder a las actuaciones. «Luego prestará declaración de manera voluntaria», asegura Rodrigo García.
Entonces intentará defenderse de la acusación del fiscal, convencido de su culpabilidad, y de Gaspar, quien delató a Antonio después de que los dos fueran detenidos el martes. Ese día se hallaron los restos óseos en el fondo del pozo, precintado por la Guardia Civil al día siguiente, cuando Gaspar ingresó en prisión por la noche después de comparecer ante la juez instructora.
«Antonio lo mató», confesó el septuagenario, que podría estar dominado por la personalidad del intermediario. Y también se culpó al decir que lo ayudó a deshacerse del cadáver de Juan Miguel, que había ido a Manzanares para cobrar una transacción por la venta de una finca familiar que se la estaban pagando a plazos y en metálico. Antonio era el intermediario del empresario, que había viajado en coche desde Alicante, donde vivía con su segunda esposa, Nardy.
El 22 de julio, viernes, desapareció Juan Miguel y su Renault Clio de color gris plata no fue localizado hasta enero a las afueras de Albacete, a 150 kilómetros de Manzanares. Sucedió horas después de que la Guardia Civil difundiera un vídeo y fotografías del coche, conducido por una persona que no era Juan Miguel en dirección a Membrilla.
«Cuando no estábamos juntos, Miguel me llamaba por teléfono después de tomar el café a las siete y media de la mañana, o lo hacía yo. Pero el 22 de julio no lo hizo», recuerda su mujer, que se ha mostrado siempre serena. Incluso al calificar a Antonio como un «psicópata de manual» y pedir que «lo podían dejar en el mismo pozo» donde estaban los restos de su esposo.
Oficialmente, a Juan Miguel se le vio por última vez en el mercadillo de Manzanares, que se organiza los viernes no festivos por la mañana en el paseo Príncipe de Asturias, a 100 metros del número 15 de la calle Mayorazgo. En este inmueble Antonio tiene su domicilio: un piso de dos dormitorios y un pequeño salón que fue registrado durante más de ocho horas por agentes de la Guardia Civil. Algunos se sorprendieron por lo que hallaron. «La casa era un espectáculo, propia de alguien que no está bien de la cabeza», asegura una fuente. Pero no ha trascendido qué había en su interior, pues las diligencias están declaradas secretas por el juzgado instructor (el 2 de Manzanares), aunque se han deslizado comentarios inquietantes: «Cuando se levante el secreto del sumario, te sudarán las manos».
«Una caja de sorpresas»
Después de su detención e ingreso en prisión, sobre Antonio y Gaspar planea otra desaparición: la de Jesús María González Borrajo, en junio de 2019. Claudia recuerda la última llamada de su marido: fue el día 19 a las 14:40. Jesús le contaba que estaba en la calle, en un descampado de Manzanares, con Antonio Caba y con más gente.
Sin embargo, la Guardia Civil no ha informado de que relacione este caso con el de Juan Miguel. Tampoco con la muerte de Miguel, un socio de Antonio que falleció en 2009. Se certificó que se había suicidado al tirarse a un pozo a 250 metros del actual domicilio del intermediario de fincas. «Miguel fue encontrado muerto en un pozo, ahogado, y en el pueblo todos asumimos que fue un suicidio porque tenía una depresión, pero ahora...», duda un vecino.
Un agente sugiere entonces recabar datos sobre la tendencia manchega de matar y esconder el cadáver en un pozo. «Es alucinante la estadística», asegura, mientras que un conocido de Antonio dice que el intermediario «es una caja de sorpresas». El tiempo dirá.
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