Ángel, el promotor de este detalle que Izan tardará en olvidar, pidió a su padre, Pepe, si podía ir antes de las cinco de la tarde a por ocho amigos a Elche de la Sierra, a 30 kilómetros. Para que no pudiera echarse atrás, el chaval sacó toda la leña de la furgoneta de 9 pasajeros, metió los asientos y Pepe cumplió el deseo.
«Pasa muchas horas con mi hijo en mi casa y estaban cogiendo algo de beber de la nevera cuando me presenté con ochos chiquillos más, de sus mejores amigos. Al abrir la puerta, al crío le dio mucha alegría», relata Pepe emocionado.
Como no tenían tarta, improvisaron una con una caja de bombones, a la que le pusieron una vela encendida. Le cantaron el cumpleaños feliz, «aunque ya sabíamos la situación que está viviendo», y el chaval aplaudió y sonrió antes de soplar.
Como era de día, todos se fueron a la calle, a jugar, a correr y regresaron ya anochecido. Pepe les puso para merendar todo lo que tenía en la nevera, se quedó sin suministros para darles de cenar y se fue a comprar. Se encontró con las tiendas cerradas, pero vio el local donde están depositando todas las donaciones que llegan a Letur. Allí contó lo que pasaba y le dieron «de todo lo que necesitase para los chavales», que disfrutaron con su amigo.
Tuvo hasta un regalo: un juego de colonia, desodorante y crema que el padre de Ángel encontró. «Estuvo genial porque le dimos un rato bueno dentro de la desgracia», recuerda este buen hombre, a quien no se le olvidará lo que Izan le dijo al despedirse mientras lo abrazaba: «Pepe, eres un grande».
Las tareas continúan para localizar a los empleados municipales Juan y Manolo. También para encontrar a Jonathan y Mónica, los padres de Izan, que celebró su cumpleaños sin ellos. Pero estaban los colegas.
Ya lo decía Eurípides: «Los amigos muestran su amor en tiempos de problemas, no en la felicidad». Izan, cuyo nombre significa «el que tiene una larga vida», tiene muchos de esos.
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