El atleta «toledano» que lleva seis vueltas al mundo corriendo

«Es mi droga. Si yo dejo de correr, me falta algo. Para mí ha sido una liberación». Lo dice después de llevar más de 250.000 kilómetros corriendo, una cifra que, si se compara con la circunferencia de la Tierra, que son 40.000 kilómetros, supone seis vueltas al mundo corriendo.

Juan Francisco Romera nació hace 65 años en un pequeño pueblo de Badajoz. Muy temprano, a los 7 años, se fue a Torrijos, y a los 14, se instaló en «la ciudad de las tres culturas», la que sería su casa, su «ciudad favorita» y por la que él se considera toledano.

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José Luis González fue subcampeón mundial de 1.500 metros; Ricardo Ortega, Juan Francisco Romera y Antonio Serrano ostentaron el récord de España de maratón; y Juan Carlos Montero quedó quinto en Nueva York. Todos ellos, y unos cuantos más, rinden ahora homenaje a quien les guió con su magisterio

Romera entró en el mundo del atletismo de pura «causalidad». A pesar de ser -así dice sin miedo- «un manta» a nivel deportivo de pequeño, él destacaba en correr, y a los 11 años se colgó su primera medalla en un campeonato representando a su colegio, el San Gil de Torrijos.

«En el recreo nadie me pillaba, y en un campeonato escolar, falló uno de los titulares del equipo. Mis compañeros me eligieron y dio la causalidad de que quedé primero del colegio y el tercero de la carrera», rememora.

A partir de ahí, empezó a competir. Sin embargo, el sueño de su vida era ser marinero y no paró hasta conseguirlo. No obstante, en su primera ruta, se dio cuenta «a los dos días» de que se había equivocado de profesión. Aun así, ese «viaje» no fue en vano para él. Allí tomó conciencia de lo que quería realmente: correr maratones.

Así, mientras el resto de marineros «jugaba a las cartas y bebía alcohol», Romera se dedicó a correr por la pequeña cubierta los dos meses que duró el trayecto, y, nada más bajarse, viajó a Madrid para inscribirse en su primera maratón con 24 años (1984) y sin apenas preparación.

«Mi sorpresa fue que la acabé muy bien e hice 2 horas y 45 minutos. La gente me decía que por qué no me dedicaba a ello. Un día, mi antiguo entrenador, Martín Velasco, me preguntó si quería volver a entrenar y acepté. Volví a correr, me fichó un club y fue todo rodado», explica.

Romera ganó su primera maratón en San Sebastián en 1987. Un año más tarde, le invitaron a la de Nueva York. Allí, Romera lideró la carrera en solitario durante una hora y logró, junto a otros cuatro de su club, ganar por equipos representando a España. «Es algo que hicimos y que no se ha vuelto a repetir», destaca con alegría.

Tres años más tarde, Romera se convirtió en el primer español en bajar de las 2 horas y 11 minutos en una maratón. Lo hizo en la de Londres, donde se colgó la medalla de bronce. «Yo no entrenaba para el récord. Cuando llegué y vi la marca, me quedé un poco sorprendido, pero es muy gratificante, porque ves la recompensa de los años que habías estado entrenando».

Romera corrió un total de 15 maratones, pero sobre todo recuerda la de Atenas en 1995, el sueño que tenía desde que decidió correr maratones. «Siempre había leído lo que había hecho Filípides y me resultaba tan mítico que si hacía una maratón, tenía que hacer ese circuito, de Maratón a Atenas. Lo hice y, además, logramos el bronce representando a España».

Al año siguiente, Romera se retiró de la élite del atletismo. «Había logrado correr en Atenas, así que ya no tenía motivos para seguir compitiendo en la élite», afirma.

Casi treinta años después, Romera sigue corriendo. El año pasado logró el tercer puesto con el Club de Atletismo Torrijos en la 10K Máster del Campeonato de España.

Ahora, su objetivo es clasificarse al próximo Campeonato de España y, si es así, intentar de nuevo el podio. «Hay que tener objetivos en la vida. Estoy disfrutando del día a día y lo que tenga que venir, vendrá. Si no lo consigo, no pasa nada».

En la actualidad, Juan Francisco Romera vive en el Casco Histórico de Toledo. Allí, junto a un patio toledano del siglo XV, guarda en una habitación el resumen de su vida: discos, libros, carteles de los Juegos Olímpicos, medallas y una cuarta parte de los trofeos que ganó.

«Este espacio no es para exhibirlo», señala, a la vez que asegura que, a sus 65 años, seguirá haciendo, «hasta que el cuerpo diga basta», lo que le ha dado sentido a su vida: correr.