Un pintor dedica 28 cuadros al horror del coronavirus después de pasarlo: «Me dieron dos horas de vida»

Ahora este pintor y escultor de Pedro Muñoz acaba de terminar una serie de 28 cuadros, grandes y pequeños, dedicados a la Covid-19. «Es complicado explicar en palabras lo que plasmo. Cuando ves la pintura, te recuerda lo fatal. Sientes impotencia porque no eres nada; te vas y te da rabia, no solo porque te vas, sino por lo que dejas», desgrana con una voz pausada S. Morillo, su nombre artístico.

Ha intentado reflejar su experiencia trascendental, la que a punto estuvo de llevárselo por delante: «Me daban dos horas de vida. Oía algunas cosas, pero ésta no; se lo comunicaron a mis hijos». Tiene tres y pasó el coronavirus en el hospital acompañado de su mujer, Rosaura . Los dos ingresaron al mismo tiempo, pero a ella le dieron el alta a los quince días. Pedro, en cambio, siguió otros 16, en los que no llegó a estar en la UCI «porque no hubo plazas».

Volvió a su casa el 30 de abril, «creo». ¿Y por qué se salvó de la muerte? «Cosas de la naturaleza -responde-. No había respiradores, no había nada cuando aquello era una guerra de campaña. Pero tuvieron la feliz idea de darme un respirador que no lo quería nadie, porque no estaba homologado y además estaba en unas condiciones pésimas, pegado con celo. Y me valió. Porque yo necesitaba que me abrieran los pulmones».

Aunque le dieron el alta hospitalaria, a su mujer le permitieron permanecer a su lado. «Rosaura fue la que me salvó la vida», dice Pedro, quien sufrió también un infarto mientras estaba encamado -el primero lo tuvo hace diez años-. « Yo tenía ansiedad, no me levantaba de la cama. Los nervios me comían, me quitaba la mascarilla del oxígeno, me quitaba la vía varias veces, pero ella estaba allí y enseguida pedía auxilio». Ella era Rosaura, que «se metía en el baño de la habitación, se echaba a llorar y creía que yo no me enteraba» .

El pintor recuerda que su mente le jugó una mala pasada. «Venía el médico y me decía: 'Pedro, vamos para atrás; hay que comer'. Yo intentaba comer, pero la boca la tenía hecha polvo, el agua me escocía a rabiar», recuerda. «¡Fíjate cómo es la mente! Yo creía que tenía los dientes podridos, como en pico -cuenta-. Cuando comía pan, la sensación era como que no podía morder. Tomaba la sopa a la fuerza... Y no porque la comida fuera mala; al contrario, la comida era buenísima. Cuando estuve mejor, me di cuenta de que era prácticamente casera».

Después de llegar a su casa, necesitó dos meses para recuperarse del coronavirus. A partir de julio, a punto de cumplir 73 años, comenzó a realizar sus 28 cuadros, que ya están colgados de las paredes de su sala de exposiciones en Pedro Muñoz . «Reflejan una sensación; lo poco que somos, cómo nos comportamos en la vida, cuando lo que somos no es nada» , reflexiona el pintor, que no para de crear. Ahora ha comenzado dos esculturas relacionadas también con el coronavirus y pretende hacer una serie compuesta por 15 ó 20 trabajos.

¿Y qué fue de aquel dibujo que pintarrajeó en el hospital durante sus delirios? Es la portada del último libro que el crítico de arte Gregorio Vigil-Escalera ha escrito, 'Toque de queda para el arte'. Aunque no es el caso de Pedro Morillo.