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Las claves de un buen tambor, según Constante Jiménez

El artesano hellinero del tambor tiene más de 40 años a las espaldas haciendo tambores por afición

Tamborileros, durante la Semana Santa de Hellín, en Albacete José Miguel Esparcia

EP

El artesano del tambor Constante Jiménez, de Hellín (Albacete) y con más de 40 años a las espaldas haciendo tambores por afición, tiene claro que para que un tambor suene bien debe estar hecho «con material bueno» y llevar los aros «bien ajustados a la caja», ya que «cuando los aros van separados de la caja se pierde el aire y el sonido no es el mismo» .

Además, confiesa que el tambor tiene que cuidarse «como un coche». «Si a un coche todos los años no le echas una pequeña reparación, lo limpias y lo pules, a los dos o tres años ya no tienes tambor», explica en una entrevista con Europa Press desde el taller de su casa, donde todos los días hecha «cinco o seis horas» entre aros, cajas, tornillos, madera y latón.

Constante, que siempre ha trabajado en la serrería, decidió un día hacerse un tambor, le salió bien y su hermano le encargó otro, luego le pidieron otro y así «liándose» acabó convertido, con diploma, en artesano del tambor de Hellín, la localidad albaceteña cuya Semana Santa y Tamborada está declarada de Interés Turístico Internacional .

Explica que un tambor normal lleva unas 15 o 20 horas de trabajo si el artesano hace todas las piezas, que son la caja --de metal o madera--, los dos parches, los bordones, los aros y los tornillos, y que aunque él lo ha hecho siempre de latón, ahora la gente pide más los tambores de madera porque la caja de este material hace que pesen menos.

En su opinión, un tambor de metal «suena mejor, más fino, se consigue mejor vibración», mientras que el de madera «suena más ronco y no sale el aire como debe de salir, y se agarra más la presión», aunque admite que la madera --él emplea madera de haya--, «aguanta» bien.

Constante hace tambores por encargo aunque no ha recibido muchas peticiones raras y, como mucho, le solicitan determinados colores. «La gente pide que suene bien, sea como sea, pero que suene bien» , asegura, y confiesa que lo más extravagante que ha hecho es un tambor con los tornillos simulando el escudo del Real Madrid para su hija.

Un Mercedes o un 600

Ese también es el instrumento más caro que ha fabricado aunque «se ha quedado en casa», al igual que varios tambores pirograbados --un aro con pirograbado puede tardar dos semanas en completarse-- o con tornillos de titanio --un material muy caro y muy duro--, que se ha hecho este año para él mismo con la caja en color azul.

Constante reconoce sus tambores por la calle «en el sonido y el material» y en la marca que imprime a sus creaciones, que en su caso está en la llave de bordones, un modelo que él mismo ideó. También admite que le «duele» haber visto algunos de sus tambores «mal tocados o desarmados».

«Si no sabes tocarlo, aunque lleves un tambor de primera....», deja la frase en el aire, aunque señala que hay «mucha diferencia» entre un tambor bueno, con más material, más piezas de adorno, que con uno que no lo es. «Esto es como quien lleva un Mercedes o un 600, pues se nota mucha diferencia» , argumenta, pero insiste en que, en cualquier caso, hay que saber tocarlo.

Desde Jumilla, Tobarra o Valencia han ido a su casa «a cosica hecha» a comprar tambores, detalla Constante, que afirma que la crisis también se ha notado en el sector del tambor porque «venía más gente a arreglar» o había quien «pedía pagar el tambor a plazos».

Eso trajo como consecuencia también que se hayan empezado a «meter piezas más baratas» como tornillos de aluminio o calamina en vez de hierro, rebajando la calidad de los tambores, aunque, en cualquier caso, Constante Jiménez cree que la calidad de los tambores que se hacen por la zona de Albacete --en Hellín, Tobarra o Agramón--, es «buena» .

Un tambor puede durar muchos años, pero para ello al terminar de tocar hay que limpiarlo y guardarlo. «Hay tambores míos con 40 años, que siguen trayéndolos a arreglar y siguen en pie. Un tambor puede durar toda la vida», concluye.

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