FARIÓN DE AFUERA
CONVIVENCIA 'IRRECONCILIABLE'
JOSÉ MIGUEL GALARZA
HUBO un tiempo en el que con lo puesto daba. Los niños y niñas eran niños; los padres y madres, padres; los enseñantes y docentes, maestros o profesores; los centros educativos, escuelas, colegios o institutos. El progresa adecuadamente era un aprobado y el necesita mejorar, ... un suspenso. La falta de medios se suplía con interés y la de perras con imaginación. A poco que llegó una cierta abundancia, nos metimos a cambiar todo, la terminología lo primero.
Entre ocurrencias varias andamos de veinte años para aquí. Para forzar a que todo el mundo asista a un instituto hasta los 16 años se inventó la ESO. De paso se acabó de demonizar la Formación Profesional, fruto del profundísimo complejo de una joven democracia que aspiraba a que todos sus jóvenes graduaran universitarios. Por el camino se nos olvidó aprender inglés o fontanería y sociólogos, psicólogos y pedagogos de toda especie convinieron en que el sistema de aprendizaje memorístico debía dar paso a la capacidad para la adquisición de destrezas, una paradisiaca visión —alternativa primero e imperial luego— que ha devenido estéril. El común de niños y adolescentes actuales es incapaz de orientarse en su ciudad sin una guía, de sentarse a la mesa para comer con cierto decoro, de respetar lo distinto o de seguir el abc de la urbanidad. Arcaicos y conservadores que somos, se dirá.
Hubo un tiempo, en fin, en el que a fuerza de memoria y repitiendo gestos se aprendían conductas y se descubrían vocaciones. Ahora corremos angustiosamente hacia un curso escolar en el que el sistema se propone hacerlo todo en nueve meses y medio: educación vial y en valores, educación ambiental y afectivo-sexual, artes, tecnología, religión y ética, descubrir el entorno y las antípodas...
Cabe repartir el mérito, no la atribución porcentual a cada cual, entre organizadores más preocupados por el continente (cual vanidad del arquitecto que sólo se cree escultor) que por el contenido (los alumnos y los maestros) y una paternidad que tiende a delegar en el colegio la responsabilidad de la educación. Padres más o menos pudientes preocupadísimos por su cuidado personal, por mantener de adultos la vida social y los gestos de cuando jóvenes y padres (más madres que padres) sencillamente incapacitados para conciliar trabajo y familia. Abuelas que son madres y madres conformadas con ser colegas de sus hijos. A este curioso maremágnum van llegando las primeras generaciones LOGSE y ESO, donde también se ha propagado el virus de la intolerancia y el exhibicionismo «internetero». La respuesta dada este domingo por la ministra de Igualdad a la pregunta: «¿Usted cree en la ideología antes del matrimonio?» abunda en el desconcierto. La ministra (33 años, licenciada, bilingüe, nada sospechosa de analfabeta) afirma: «Yo tengo amigos de derechas con los que comparto algunas cosas y no hablo de otras, porque claro... Pero no podría tener una pareja de derechas. Se puede ser pareja de cine, de mil cosas, pero para compartir una vida hay aspectos que harían la convivencia irreconciliable ». Pues eso, que la señora ministra, pese al lustre académico, no ha adquirido aún la destreza para relacionarse de pleno con un distinto ideológico. «Quod natura non dat, Salmantica non praestat».
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