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«Si me haces una felación, te doy un mechero»: denuncian abusos en un campamento de acogida en Tenerife

Los inmigrantes, algunos de ellos menores, se ven atrapados en una espiral de abusos sexuales para poder malvivir

Así viven los 3.700 menores bajo la tutela de la Comunidad de Madrid

El campamento Las Raíces, en Tenerife EP

Laura Bautista

Tenerife

Merodean con los coches y las ventanillas abiertas y les ofrecen ropa, comida, dinero, un móvil, o simplemente un mechero a cambio de sexo. Esta es la realidad que denuncia la Asociación Hay Raíces, que trabaja desde hace años con los inmigrantes del campamento de Las Raíces en Tenerife, que asegura que este recurso de emergencia se ha convertido en un punto de captación para prostitución. El abuso de varios ciudadanos a los acogidos, aprovechándose de su vulnerabilidad, es constante. «Seis o siete casos al día», detallan.

«Te doy un mechero si me haces una felación», le ofrecieron a uno de los acogidos en el campamento, narra a ABC el portavoz de Hay Raíces, Zebenzuí Expósito. Aunque llevan dos años denunciando que ese lugar se ha convertido en un punto de captación para prostitución, lamentan no ver «resultados». Ante las denuncias, la respuesta es que «nos dicen que son mayores de edad, y que en este país la prostitución no es ilegal», sin tener en cuenta su «alta vulnerabilidad» dado que muchos ni siquiera hablan o entienden español.

La prostitución no es ilegal pero «sí el abuso», subraya Expósito. Este acuerdo «no es estrictamente voluntario» pues acceden para «conseguir algo que necesitan» por su gran desprotección. Los voluntarios de la asociación «estamos todo el día en el campamento y vemos cómo los coches pasan continuamente buscándoles para prostituirlos; una mujer incluso se los lleva a Santa Cruz para explotarles».

Los inmigrantes no tienen dinero ni manera de conseguirlo al carecer aún de permiso de trabajo, y muchos de ellos llevan varios meses sin contactar con sus familias. «Les dicen que si acceden a practicar sexo les darán un móvil, o dinero para poder pagarse internet, y para algunos, que llevan meses sin saber nada de sus familias, es la única manera de poder hacerlo». Los voluntarios ya conocen el perfil y el 'modus operandi': «Son hombres y mujeres, a algunos los tenemos localizados con la matrícula; no se ocultan ni se cortan».

Esta gente «se aprovecha de ellos, necesitan el dinero y lo saben»; hay algunas personas «a las que vemos hasta tres veces al día». Es constante, asegura Expósito. «Te lavo la ropa, te pago un hotel, te dejo mi móvil para que llames a tu familia… son algunas de las propuestas», a cambio de «sexo oral, una noche con ellos, cumplir una fantasía»... Es más barato que otra persona y si dan con alguno muy necesitado, lo logran. «El morbo es un mercado», lamenta.

Entre los abusadores, «hay de todo; canarios, españoles y extranjeros, y es algo que no se va a parar, porque la gente que viene a buscarles va a seguir haciéndolo si no les ponemos freno». Confían en que la reunión que tienen próximamente con las autoridades suponga un cambio y se «le meta mano al asunto». Como son inmigrantes «les da igual. Si esto ocurriese en cualquier otro centro con otro colectivo no lo dejarían pasar».

La asociación de voluntarios Hay Raíces denuncia los abusos a los acogidos, muchos de ellos menores

Los que cometen dichos abusos «saben que no les pasa nada». «Nosotros les advertimos a los inmigrantes que tengan cuidado con estas personas, pero ellos están desesperados», abusan «sin ningún tipo de vergüenza», asegura. «Les decimos que guarden las conversaciones, donde incluso les piden fotos desnudos o les insisten para tener sexo a cambio de algo que necesiten», todo con el objetivo de denunciar a la Policía, aunque «en dos años de denuncias no ha cambiado nada».

El campamento de Las Raíces, donde hay unos 200 inmigrantes, ha llegado a tener más de 2.000 de manera simultánea. Los inmigrantes pasan por el campamento aguardando la resolución de su asilo o el pasaporte para poder viajar, o a la espera de que les deriven a otras comunidades. Hay mayores de 18 años, «supuestamente», apunta Zebenzuí Expósito, «porque algunos son claramente menores pero lo niegan para poder salir y reunirse con sus familias». Son de Marruecos, Mali, Senegal, el Sahara, Gambia, Guinea y Costa de Marfil, entre otros países, y han arriesgado sus vidas en la Ruta Atlántica para llegar.

Un bebé muerto en el mar

Zebenzuí Expósito afirma que la vulnerabilidad de los inmigrantes de Las Raíces se explica sola. «Han pagado mucho dinero para meterse en una patera y jugarse la vida para llegar a Europa», algunos huyendo de la guerra, otros del hambre, de la persecución por ser homosexuales o buscando oportunidades para vivir o mantener una familia. Algunos están en tratamiento psicológico y psiquiátrico, como Mohamed, de Mali. La guerra mató a su mujer, por lo que decidió dejar atrás su país para proteger a su bebé, de apenas nueve meses, subiéndose a una patera. Tras días de ruta, el pequeño murió de hipotermia en medio del Atlántico. «Tuvo que dejar a su bebé en el mar» y llegó a la otra orilla vivo, pero sin familia.

Aseguran que quienes buscan explotar a los inmigrantes «no se cortan» porque «el morbo es un mercado»

A los que vienen de Senegal huyendo del hambre «les niegan el asilo a casi todos», porque el hambre «no es motivo suficiente». Algunos de ellos, de Marruecos y Senegal por ejemplo, «son deportados en 10-15 días », pero lo volverán a intentar . Expósito tiene acogido a uno en su casa. «Pasó 14 días en el mar, 6 de ellos sin comer ni beber», relata. Él y los demás ocupantes «un día más y se mueren, ya estaban bebiendo agua de mar».

Zebenzuí Expósito tiene su trabajo, pero ayuda como voluntario en el campamento desde hace años. «Si yo estuviera en esta situación querría que alguien me echase una mano». Los inmigrantes duermen en literas de tela, a veces no reciben nada caliente en todo el día, solo tienen dos horas al día para ducharse y el agua caliente no llega para todos en el lugar más frío de Tenerife.

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