FARIÓN DE AFUERA
El activo de Plácido
Si Plácido o Cassen levantaran la cabeza, puede que esta Nochebuena visitaran al director de su sucursal
JOSÉ MIGUEL GALARZA
TRAS LA VISIÓN ácida y descarnada que nos muestra «Plácido» de la España de 1960 se esconde, secundaria, la historia del protagonista que da título a una de las obras maestras de Luis García Berlanga. Un tipo humilde que debe afrontar en plena Nochebuena la ... primera letra por el pago de un sencillo motocarro con el que quiere abrirse paso como transportista. Plácido anda como loco intentando que le abonen por anticipado el servicio que presta ese día al comité de damas pías que ha organizado, bajo el lema «Siente a un pobre en su mesa», una hipócrita cena navideña entre muertos de mala conciencia y muertos de hambre.
A poco de arrancar el film, Plácido llega al banco acompañado uno de de los lugartenientes de las ímprobas señoras, que se presenta al director de la sucursal como «Gabino Quintanilla, el hijo de Quintanilla, el de la serrería». El director, que antes ha ninguneado al esforzado Plácido, cambia de actitud cuando ve que viene «avalado» por semejante pipiolo, encarnado por un antológico por José Luis López Vázquez. Plácido no conseguirá una mora de un día (ni un cigarro puro en el reparto con el que coincide) del displicente ejecutivo, aunque a punto de plantarse en la misa del gallo consigue saldar su compromiso en la notaría a donde ha viajado el efecto impagado.
La parábola de Berlanga retrata el esfuerzo de un tipo anónimo por pagar como sea para evitar que le terminen privando de su medio de trabajo. En medio de un escenario donde la apariencia y el figurar priman sobre cualquier valor, Plácido cumple con su pequeña cuota de responsabilidad, ajeno al ejercicio mal entendido de caridad cristiana de los que le rodean. A pocos días de cumplirse el cincuentenario de la fecha en la que Berlanga sitúa esta historia, la agencia de calificación credicitia Moody’s (una de las tres visionarias que ahora dan certificados de solvencia y en 2006 bebían los vientos por los paquetes de titulizaciones hipotecarias que originaron un año después la madre de todas las crisis financieras) ha amenazado con bajar la nota a 30 bancos y cajas españoles. En román paladino, que intuye pérdidas para la banca española de hasta 176.000 millones de euros, de los que se habrían reconocido sólo la mitad (88.000) mediante dotaciones y reservas. La lista de enfermos no salva ni a la triada de poderosísimos (Santander, BBVA y La Caixa) y sólo vendría a confirmar, con las conocidas reservas que cabe esperar de la pretérita capacidad de adivinación de Moody’s, Fitch o Standard & Poors, que lo que parecía una leyenda urbana es tan real como la incapacidad de acceso al crédito del común de nosotros. Si Plácido, o el Cassen que le dio vida, levantaran la cabeza, puede que esta Nochebuena visitaran al director de su sucursal para ofrecerle su humilde motocarro en prenda para el afianzamiento de los ignotos activos de su banco. Vueltas que da la vida.
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