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Marina Hervás - Tribuna Abierta

Cultura en la Canarias que queremos

Parece que en los últimos tiempos hay una celebración de la ignorancia. ¿Puede seguir siéndonos indiferente la brecha cultural entre Islas, entre grupos sociales y diferentes poderes adquisitivos?

Marina Hervás

Mis otoños estaban marcados por una cita, a mi juicio, ineludible: los encuentros con pensadores que organizaba Cajacanarias, dirigidos por Fernando Delgado. La pregunta que era común a todos ellos era la de qué mundo queremos después de tantas promesas incumplidas y tantos proyectos naufragados. ... La urgencia de la pregunta debería, quizá, comenzar por el ‘pequeño mundo’ de cada uno, por aquello que dice el proverbio ruso: si todos limpiamos la puerta de nuestra casa, la ciudad estaría más limpia. Preguntar por la Canarias que queremos es, en realidad, preguntar por el futuro, por la Canarias que las generaciones (más) adultas están dejándo(nos) a los jóvenes. Me aterran las noticias como las que he visto últimamente en la prensa nacional e internacional en la que se reflexionaba –en la mayoría de los casos con motivo de la fiebre del Pokemon GO- sobre el cambio de rumbo de la juventud. Mientras hace menos de una centuria la popularidad crecía en proporción a la cultura que se tenía y de la que se podía presumir, parece que en los últimos tiempos hay una celebración de la ignorancia. No es resultado de una acción espontánea de jóvenes que se han puesto de acuerdo, como si fuese un flashmob, para poner de moda la incultura. Tiene que ver, más bien, con los modelos culturales que ofrecen las instituciones y las políticas de recorte centradas en reducir lo que más importa. Desde que nos hemos convencido de que saber es poder y que el poder puede traducirse en masa crítica, la sociedad avanza en la eliminación de raíz de modelos de generación y divulgación de conocimiento y abundan los 'Hombres y mujeres y viceversa' y otros escaparates del lado más oscuro de la humanidad, que redundan en los jóvenes más machistas, más homófobos, más conservadores y menos valientes de toda la historia. Podremos vanagloriarnos de eso en el futuro si aún quedan historiadores y filósofos que puedan estudiarlo y juzgarlo.

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