El BNG fía a calentar la calle su oposición a la Xunta de Rueda
El nacionalismo sigue la hoja de ruta de su facción más radical y alienta protestas de distintos colectivos
El Gobierno promete una agenda «ambiciosa» con China hasta 2028
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La decepción fue tan monumental como inesperada. El nacionalismo gallego se veía ya en la Xunta durante los días finales de la campaña de las últimas elecciones gallegas, aupado por algunos sondeos que daban por hecha la pérdida de la mayoría absoluta del PP, ... incluido un CIS de ciencia-ficción que pronosticaba un descalabro sin precedentes en la derecha. La realidad fue otra. Alfonso Rueda ha cumplido su primer aniversario desde que tomó de nuevo posesión al frente del gobierno gallego, y el BNG ha interiorizado que su oportunidad para dentro de tres años pasa por fabricar un estado de malestar general en Galicia que propicie un cambio político.
La hoja de ruta para esta travesía por la oposición la hizo pública la facción mayoritaria del Bloque, la radical Unión do Povo Galego (UPG), marxista y leninista, a finales del mes de enero. La clave es mantener la «conflictividad social» para, según la UPG, «desarrollar lecturas políticas favorables a la causa del soberanismo».
La moderación con la que se quiso maquillar en campaña a la candidata nacionalista, Ana Pontón, se cae a trozos. Los frentes de actuación son tres: la oposición frontal a la instalación en Palas de Rei (Lugo) de una factoría de fibras textiles de la pastera portuguesa Altri; la denuncia de la situación de la sanidad gallega; y la imposición de un modelo monolingüe en gallego en la educación pública, la administración «y en el conjunto de la sociedad».
Todas estas cuestiones aparecen detalladas en el documento de la UPG: «Es clave (...) apoyar las movilizaciones convocadas próximamente por la plataforma SOS Sanidade Pública», «es prioridad reforzar la presión social contra la macro-celulosa de Altri», «tenemos que contribuir al éxito de la manifestación de Queremos Galego». Disciplinadamente, el BNG ha cumplido con el guion de su facción más extrema al pie de la letra. En la movilización contra Altri del pasado 22 de marzo, la profusión de banderas de la organización nacionalista y su brazo sindical (CIG) fue abrumadora.
Movilizaciones politizadas
Desde febrero de 2024 se han producido hasta ocho manifestaciones multitudinarias -la novena está prevista para el 17 de mayo- coordinadas por organizaciones y asociaciones aparentemente ajenas a los partidos de la oposición, pero es solo apariencia. La UPG lo explicaba en su documento: «Más allá de la cobertura política que el nacionalismo pueda dar a estas luchas, la clave está en la implicación activa de cada vez más personas en las plataformas, entidades y organizaciones que articulan» las protestas «y en la movilización popular».
El objetivo es reproducir bajo otras premisas el profundo malestar que recorrió la sociedad gallega durante la crisis del petrolero 'Prestige', hace ya más de veinte años. Entonces se articuló el movimiento 'Nunca Máis', que «no fue un proceso espontáneo, sino una acción de protesta coordinada, planificada y democrática a partir de estructuras preexistentes, que eran las del nacionalismo», según reconoció un exalto cargo del BNG en un libro sobre la catástrofe ('Chapapote', 2022).
La mención la hizo la propia Ana Pontón durante la crisis 'fake' de los pélets en enero del pasado año, cuando un carguero libanés perdió un container frente a aguas portuguesas y empezaron a llegar a algunas playas gallegas estos microplásticos. Faltaban apenas dos meses para las autonómicas y el BNG quiso hacer de aquello un «desastre medioambiental».
Los trackings diarios reflejaban cómo el recuerdo de la gestión del petrolero debilitaba a un PP que reaccionó con pocos reflejos a la marea de falsedades que se vertían sobre los pélets, si bien la realidad acabó por darle la razón: ni eran dañinos para la salud, ni afectarían a la pesca, ni serían una marea de plásticos que cubriría las playas. El BNG abandonó su argumentario tan pronto que quedó en evidencia su sobreactuación. El primer intento salió mal.
En el horizonte hay nuevas líneas de actuación, y alguna muy relevante, como la apuesta de la Comisión Europea por impulsar proyectos mineros estratégicos para la UE y minorar así la dependencia respecto a terceros países en esta cuestión. En Galicia está previsto uno de litio en Doade (Orense). La UPG señaló - «expolio colonial», «depredación extractivista»- y el BNG replicó: la UE pretende «un nuevo expolio de los recursos gallegos» con fines «armamentísticos». No es el único proyecto minero en el radar nacionalista. También se opone con vehemencia a otro en Touro (La Coruña) para la extracción de cobre, alimentando igualmente la contestación social al mismo.
A la respuesta de calentar la calle el PSOE gallego, que sigue hundido en las encuestas a nivel autonómico un año después de las elecciones, responde con tibieza y seguidismo, las más de las veces. Está presente en todas las manifestaciones sobre sanidad, y en la cuestión de Altri ha pasado de una posición de crítica moderada a secundar el discurso ambientalista contra la planta proyectada para Lugo. En la cuestión lingüística no se sabe bien dónde están los socialistas, propugnando una supuesta tercera vía sin especificar entre la erradicación del castellano que ansía el BNG y el equilibrio que defiende el PP.
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