Entrevista
Carlos H. Quero: «Hay que atajar la compra de vivienda por parte de fortunas extranjeras. La clase media está desvalijada»
El diputado de Vox, convertido en una de las nuevas estrellas del partido, ve a la izquierda «metida en frivolidades» y «ajena» a la realidad de la mayoría
Asegura que «la estrategia del miedo» contra su formación «no funcionará más»
El PP se conjura contra Vox: «Si hay que repetir elecciones, se repiten»
Madrid
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Iniciar sesiónCarlos Hernández Quero (Madrid, 34 años) acapara miradas desde hace semanas. El diputado de Vox, historiador y talento al alza en el partido, defiende un discurso sobre la precarización de las clases populares españolas y el gran problema del momento —la vivienda— que inquieta ... al PP y a la izquierda a partes iguales. Atiende a ABC desde una tribuna del Congreso, apoyado en una butaca y mirando al hemiciclo. Hay reproches hacia todos los Gobiernos anteriores, pero asegura que la izquierda ha decepcionado demasiado a los votantes.
—Los jóvenes muestran un furor total con Vox.
—Porque son varias generaciones las que nunca han tenido un horizonte de bonanza y encadenan crisis tras crisis. No pueden tener una vivienda en propiedad y estabilizarse. Llevamos décadas siendo el primer país de Europa en desempleo juvenil. Hay una crisis cultural porque la gente no reconoce los entornos en los que vive. Y de despoblación, porque mucha gente de provincias ha tenido que irse de su casa para compartir un zulo en la gran ciudad.
—¿Qué ha pasado con la izquierda?
—Ha traicionado la esperanza de muchos jóvenes. Con el 15-M enarboló la bandera de la justicia material cuando para muchos parecía que no había futuro. Desde entonces la izquierda ha estado mucho tiempo en el poder y ha frustrado todas las expectativas generadas. Los que vinieron a denunciar la casta hoy son parte de la casta.
—Y mientras tanto Vox se dirige a los barrios populares.
—Vox puede arrebatar votos a cualquiera porque viene a impugnar los marcos generales de la política. Muchas personas confiaron en que la izquierda les iba a dar una base material de existencia digna. Pero la izquierda se ha olvidado de eso. Ahora está metida en frivolidades. Tiene un lenguaje que parece un arcano y habla de cosas que le interesan a la élite académica o al mundo de los 'podcast', pero que es totalmente ajena a la realidad. Es lógico que en los barrios en los que antaño lo principal era tener casa, un trabajo estable y un coche para la familia; y ahora la izquierda te dice que mejor un patinete y que tener una casa es algo un poco rancio, y que formar una familia que tampoco… Pues que haya decepcionado no solo a su antiguo votante sino que encima le mira por encima del hombro.
—Hablemos de vivienda. Defiende que sea en propiedad, popular y asequible.
—Bueno, es que es lo que permitió a millones de españoles dar un salto de estatus y poder brindar un futuro a sus hijos que jamás habrían imaginado. Ser dueños de su casa es la principal conquista de las clases populares en España. Gracias a eso podías ahorrar, viajar, emprender y dar una buena educación a tus hijos. Vivías siempre en la misma casa, tenías el mismo barrio, los mismos amigos y el mismo colegio. Todo esto está desapareciendo. Nos hemos cargado las posibilidades de acceso popular a la vivienda en propiedad.
«Es difícil estar a favor de la inmigración y de que bajen los precios de la vivienda»
—¿Y cómo se recuperan?
—Dándonos cuenta de que lo que funciona en vivienda hay que mantenerlo. Y lo que sabemos que no, hay que descartarlo. En este país se ha optado por vías políticas como el control de los precios y se ha dejado de construir. Se ha abandonado la vivienda protegida.
—Bueno, en España se construyó mucho.
—Hace 17 o 18 años. Desde entonces, no. Este año se han construido 90.000 viviendas y han entrado en España 600.000 personas. No sé si hay gente que piensa que las personas que llegan vienen con su casa comprada. Cuando fomentas un efecto llamada diciendo que necesitamos cientos de miles de trabajadores al año y te despreocupas de las condiciones en las que van a vivir, eso tensa mucho los precios. Hay mucha gente buscando casa y muy pocas casas disponibles. El Gobierno prometió 184.000 viviendas protegidas. No las ha hecho. En los años sesenta se hacían más de 200.000 al año y en los años ochenta Felipe González, más de 100.000. Ahora no hay voluntad.
—Critica mucho el modelo de Ayuso para Madrid. «El nuevo Miami». ¿Bajar los impuestos y atraer inversiones extranjeras no es crecer?
—Es un crecimiento que no redunda en beneficio de los ciudadanos de Madrid. Creer en la ciudad global, con más inversores extranjeros, más festivales, estudiantes internacionales... Nos da caché. Pero lo cierto es que Madrid crece 150.000 habitantes al año y las zonas de menor renta es donde más sube el precio del alquiler. En este momento hay una pinza en la que el madrileño medio se ve aprisionado. Tenemos a grandes compradores extranjeros, a los que además el PP quería hacer unas deducciones fiscales que negaba al comprador nacional; y por abajo, vemos un hacinamiento para muchas personas que vienen de condiciones muy duras de otros lugares del mundo. Al final, el español se queda sin la vivienda social que necesita porque no se hace, sin el acceso a los alquileres porque sube el precio y sin la posibilidad de comprar. Nosotros queremos que acceda a la propiedad la gente de Aluche, de Carabanchel y de San Blas.
«La estrategia del miedo con Vox del Gobierno ya no va a funcionar más»
—¿Es incompatible incentivar el acceso a la propiedad con esas inversiones?
—Pues es que por un lado tenemos una clase media desvalijada, a la que cada vez se le ha alejado más de la posibilidad de poder comprar; y por otra parte, grandes fortunas extranjeras que casi parece que tienen dinero por castigo y que tienen muy fácil comprar. O sea que los taxistas están sin casa, los camareros, los periodistas... Pero íbamos a pagar con nuestros impuestos que el tipo que tiene 18 casas por el mundo tenga otra.
—¿Hay que limitar la compra por parte de estas fortunas?
—Creemos que hay que atajar la compra masiva de vivienda por parte de extranjeros no residentes, de grandes fortunas y fondos. Y que haya una fiscalidad diferenciada por la que el de fuera paga más y que el de dentro tiene bonificaciones. El liberalismo del PP es a la carta. Bien que se cargó la deducción por inversión en vivienda habitual.
—Repite que los barrios han dejado de ser reconocibles.
—Esto no quiere decir tener una imagen congelada en el tiempo de los barrios, sino que la gente no se sienta extraña o turista. La propiedad te fija. Creas arraigo, te asocias con vecinos, tus hijos se hacen amigos en el colegio. Ahora mismo es difícil poder tener esos sentimientos porque uno va enlazando contratos de alquiler. El pequeño comercio también desaparece porque cambia la población. Antes había una imprenta o una academia y ahora una carnicería halal o un local de bachata. En el parque antes se jugaba, ahora es inseguro.
—Está hablando de la inmigración.
—Y no solamente de la inmigración. Hay entornos que parecen un parque temático o un centro comercial al aire libre.
«La izquierda está en las frivolidades. Decepciona a su votante y le mira por encima del hombro»
—Dice que la población nueva ha cambiado los barrios.
—Nueva y ya no tan nueva. Llevamos más de 20 años de fronteras de plastilina.
—¿Y eso es un problema?
—Es un problema si un ciudadano valora los vínculos y cree que lo que nos define es tener a nuestros padres cerca, lo que somos y formar parte de algo. El alquiler es maravilloso para eso. Para dejar de tener un sentimiento de pertenencia.
—¿Cree que hay una inmigración buena y otra mala? El PP pide que se priorice a los extranjeros de Hispanoamérica.
—Lo que creo es que en España los servicios públicos no están dimensionados para la realidad de nuestro país. No hay más que ir al metro o al centro de salud. En el mercado de la vivienda pasa exactamente lo mismo. Sería disparatado poder considerar que en un país en el que falta tanta infraestructura para las personas que hay, puedan seguir entrando más. Me cuesta creer que quienes dicen que la inmigración es una oportunidad hayan cogido alguna vez el autobús. Hay una casta cultural, económica y política que vive emancipada de las condiciones de vida de la gente. Es difícil estar a favor de la inmigración y defender que bajen los precios de la vivienda. Hay más demanda y no se construye. ¿Y cómo van a subir los sueldos si estamos metiendo a millones de personas dispuestas a trabajar por menos?
—Usted tiene 34 años. ¿Las mujeres jóvenes pueden entender el discurso de Vox con la violencia de género?
—Yo creo que Vox tiene que seguir afinando muchas cosas. Es un partido que no lleva tanto tiempo en las instituciones, que ha sufrido un torpedeo continuo y una manipulación torticera del mensaje. También ha habido algunas meteduras de pata y eso tiene que llevar a que seamos más didácticos. Porque lo que decimos no es ninguna barbaridad, sino algo de bastante sentido común.
—¿Le molesta la etiqueta de extrema derecha?
—No me molesta ninguna etiqueta que además se ha demostrado ineficaz. A Vox le vota gente que se considera de derechas y gente que no, que opina sobre la Monarquía o la religión de formas muy diferentes. Nos hemos convertido en esperanza. ¿Teníamos hace diez años un 20 por ciento de gente de extrema derecha en España?
—Pues agitar ese miedo le funcionó a Sánchez en 2023.
—Esa estrategia del miedo no funciona más. Tampoco en otros países. Lo que a la gente le da miedo es que sigan gobernando los que nos han traído hasta aquí.
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