El asesinato de Gregorio Ordoñez, el primer hito de la estrategia etarra de «socialización del sufrimiento»
Treinta años del asesinato de Gregorio Ordoñez
Tras Bidart, Antxon pidió que «todos los enemigos del pueblo vasco» fueran objetivo
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Madrid
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Iniciar sesiónEl asesinato de Gregorio Ordóñez fue la 'puesta de largo' de la nueva estrategia que ETA bautizó como la 'socialización del sufrimiento' y que estaba recogida en la ponencia Oldartzen (Acometiendo), aprobada tras la caída de la cúpula de la organización en Bidart en 1992 ... y que suponía considerar como objetivos a «todos los enemigos del pueblo vasco», no solo a uniformados, sino también a políticos, jueces, fiscales, intelectuales o periodistas.
Tras la desarticulación del colectivo Artapalo en Bidart la organización abrió un proceso de reflexión sobre su estrategia. Eugenio Etxebeste, Antxon, jefe del aparato político por entonces deportado en la República Dominicana y negociador con el Gobierno en Argel, escribió un documento, «Apuntes para una reflexión obligada», en el que avanzaba por dónde debía ir la nueva estrategia. Explica este sujeto, una de las mejores cabezas de la organización, que desde 1987 la mayor parte de la población no sufría los efectos del terrorismo, que en su criterio había quedado reducido a una guerra entre ETA y las Fuerzas de Seguridad. Por ello, consideraba imprescindible que todos los «enemigos del pueblo vasco» se convirtieran en objetivos potenciales y que toda la sociedad estuviera «dentro del cocido de la violencia terrorista». En definitiva, adelantaba elementos clave de esa nueva estrategia terrorista bautizada como «socialización del sufrimiento» aprobada en 1994.
Con el nuevo esquema de funcionamiento los etarras se dedicarían a los asesinatos, ahora más selectivos pero de mayor impacto social, mientras que KAS (Koordinadora Abertzale Sozialista) asumiría la codirección política, la lucha popular a través de la kale borroka, buena parte de la financiación de la trama criminal y otras funciones delegadas por ETA. Además, para compensar el descenso de actividad de la organización terrorista como resultado de una progresiva pérdida de capacidad operativa, se concedía a Jarrai, la organización juvenil del complejo criminal, una importancia capital en su triple vertiente de responsable de los actos de terrorismo complementario para amedrentar y recuperar la calle, como cantera de los comandos y como factoría de cuadros dirigentes del entramado. Herri Batasuna hizo suya la estrategia.
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Dos meses después del asesinato de Ordóñez, su dirigente Juan María Olarra declaró: «Hasta ahora solo hemos sufrido nosotros, pero están viendo que el sufrimiento comienza a repartirse». Joseba Álvarez, otro dirigente de HB, dijo en 1996: «Lo que pasaba en los últimos años era que los presos y otros problemas eran exclusivamente nuestros. ¿Cuál es la solución? Socializar las consecuencias de la lucha». A la larga, esta estrategia fue el principio del fin de ETA. La sociedad vasca repudió el terrorismo. Ya no les era algo ajeno; sufrían la kale borroka en sus carnes y la crueldad asesina era insoportable. El aislamiento de los etarras y la eficacia policial y judicial hizo el resto.
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