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PAPA LUNA

Una historia que va de cráneo

Los restos del Papa Luna llevan seiscientos años en busca del reposo eterno que los avatares de la historia le han negado.

ROBERTO PÉREZ

Illueca, su localidad natal, reclama el cráneo de Benedicto XIII, declarado «antipapa» por Roma por el cisma de Occidente. Su vida fue de novela. Y seis siglos después de su muerte, sus huesos siguen escribiendo capítulos

Murió longevo, se mantuvo «en sus trece» e hizo frente a las amenazas de un momento histórico en el que la política, los equilibrios entre las dinastías europeas y Roma condujeron a su defenestración para dar una solución al conflicto surgido en el Cisma de Occidente. Benedicto XIII, Pedro Martínez de Luna, defendió hasta el fin de sus días su legitimidad como sucesor en el trono de San Pedro. Pero la política europea le acorraló. Murió aislado en Peñíscola, mirando al Mediterráneo, lejos de su casa natal en la zaragozana localidad de Illueca, a la que su familia quiso que regresaran sus restos poco después de morir.

El problema es que sus restos no han logrado el reposo eterno. Tras avatares de la historia, sólo se tiene localizado su cráneo, que sigue siendo objeto de aspiraciones institucionales, de reivindicaciones. Hace siglos incluso corrió alguna leyenda que vaticinaba para el Papa Luna precisamente eso: que sus restos no reposarían nunca. Cierta o no, los hechos parecen haber coincidido con tan poca halagüeña predicción.

Su cráneo ha acabado almacenado en los depósitos del Museo Provincial de Zaragoza, aunque sin ánimo expositivo alguno. Hace unos años, un juez decidió entregarlo al Gobierno aragonés para su custodia temporal, hasta que se le dé un destino definitivo que aún no se ha decidido.

Cuánto tiempo siga almacenado allí es una incógnita. Dependerá de cómo se desarrollen los trámites legales que quedan pendientes, según han indicado fuentes oficiales. El cráneo es el único resto óseo que queda localizado tras la profanación de la tumba de Benedicto XIII cuando, según cuenta la tradición, tropas francesas asaltaron el castillo de la noble familia de los Luna en Illueca (Zaragoza). Ocurrió a principios del siglo XVII, en plena Guerra de Sucesión.

Se cree que su esqueleto fue arrojado a un barranco de la zona y que alguien recuperó el cráneo. Desde entonces quedó bajo la protección del Condado de Argillo. Acabó formando parte del patrimonio del palacio de los Argillo de Saviñán, que pertenece a descendientes del linaje Bordiu. Dicho de otra forma, el cráneo del Papa Luna se convirtió en propiedad privada.

De un palacio a un almacén

En el año 2000, unos jóvenes entraron en este palacio —en precario estado de conservación— y se llevaron el cráneo.

Tras meses de investigaciones, la Guardia Civil dio con el cráneo y detuvo a los autores del robo. En ese momento, este resto óseo del Papa Luna quedó en manos del juzgado instructor de la causa.

Entre las diligencias que se practicaron figuró un estudio científico para determinar si, efectivamente, el cráneo en cuestión era de Benedicto XIII. Los análisis se encargaron a laboratorios especializados y los resultados fueron positivos: avalaron que era el cráneo del Papa Luna.

Fue un paso más en las diligencias. El juicio penal por el robo se resolvió, pero no el futuro del cráneo. No fue devuelto a los propietarios del Palacio de Argillo de Saviñán.

A la espera de determinar su destino definitivo, si se devuelve o no a esa familia —lo que pasaría previamente por establecer unas adecuadas condiciones de seguridad y conservación para este resto óseo—, la custodia del cráneo le ha sido encomendada, en depósito, al Gobierno aragonés. Y éste determinó que el mejor lugar donde tenerlo era en los almacenes del Museo Provincial de Zaragoza, que guarda un gran número de restos óseos obtenidos en diversas prospecciones, excavaciones y sondeos arqueológicos realizados en Aragón a lo largo de los años.

Entre tanto, el cráneo fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) por el Gobierno aragonés. Con eso se impide que pueda ser objeto de compra-venta ni que pueda salir de España. Quien quede como legítimo titular podrá cederlo o donarlo, pero no venderlo.

Su pueblo natal lo reclama

En las últimas décadas, Peñíscola (Castellón), donde murió el Papa Luna —en cuyo castillo se aisló y protegió en sus últimos años de vida— ha mostrado interés en varias ocasiones por acoger el cráneo.

Hace años incluso se habló de la posibilidad de que este resto óseo pudiera ser objeto de compra-venta. No cuajó, nunca se llegó a determinar realmente hasta dónde habían llegado las negociaciones, pero se habló abiertamente de la posibilidad de que pudiera ser comprado. Fue hace ya muchos años, cuando Peñíscola pujaba por el cráneo e Illueca no se quería quedar atrás.

Ahora una hipotética compra-venta es impensable. Entre otras cosas, porque se han dado pasos legales para proteger el cráneo: tras su declaración como BIC, queda catalogado como parte del patrimonio aragonés.

La localidad zaragozana de Illueca, desde hace años, aspira en firme a ser la depositaria definitiva del cráneo. Esgrimen que la historia deja claro que los Luna quisieron, pocos años después de la muerte de Benedicto XIII, que sus restos reposaran en el castillo familiar, donde nació. Y así se hizo. Por eso, ahora consideran en Illueca que lo lógico sería que el cráneo quedara en este castillo-palacio, restaurado hace años y emblema de esta localidad, capital de la comarca del Aranda. Entre los muros de este histórico edificio hay un centro expositivo dedicado al Papa Luna, una hospedería y también la sede administrativa de la Comarca del Aranda.

Esta misma tesis, que el cráneo de Benedicto XIII acabe en la que fue su casa natal de Illueca, la defiende también activamente la Fundación Papa Luna, una entidad que se constituyó a mediados de 2007 y que la integran el Ayuntamiento de Illueca, el Obispado de Tarazona, el Arzobispado de Zaragoza y las entidades financieras CAI y Cajalón.

Gestiones con el Gobierno

El presidente de la fundación, el abogado Isabelo Forcén, explica que están intentando ante el Gobierno aragonés buscar una fórmula para que el cráneo regrese al castillo-palacio de Illueca.

Esta fundación trabaja para difundir y poner en valor la figura de Benedicto XIII y que deje de ser considerado como «Antipapa». Destacan que la historia avala el convencimiento con el que llegó hasta su muerte, su negativa a renunciar a su condición de Papa legítimo, a pesar de las disputas políticas que acabaron defenestrándole y amenazando su vida. Su resistencia estuvo acompañada de una longevidad poco común en la época: murió en 1424, con 96 años, aunque para ello tuviera que esmerar su autoprotección. Como cuenta Isabelo Forcén, consumía tisana como antídoto al veneno que temía le echaran a su comida.

La Fundación Papa Luna está estudiando la creación de becas de investigación sobre la figura de Benedicto XIII y congresos científicos para profundizar en lo que fue y significó el que, según asegura Isabelo Forcén, «fue el aragonés más universal tras el rey Fernando el Católico».

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