«La Junta de Andalucía me dijo que sólo corrige el impuesto de sucesiones para subirlo, no para bajarlo»

Como sucede en estos casos, todo comenzó con la muerte de un familiar, el marido de María. Le legó dos viviendas y un local de hostelería en un municipio de Almería de cuyo nombre no quiere acordarse. María (nombre ficticio) prefiere guardar su anonimato para protegerse de los posibles compradores que puedan ir a la caza y captura de gangas inmobiliarias procedentes de herencias.

Al formalizar la aceptación de la herencia ante el notario, el local se escrituró por un valor que no era real. Había sido tasado en 744.000 euros en 2011 cuando su valor catastral era de 486.000. A María le resultaba tan chocante que se presentó en el Ayuntamiento porque aquella cantidad no le cuadraba. Un funcionario le remitió a su vez a la oficina del Catastro.

Su peregrinaje burocrático dio su fruto. A principios de 2014, el gerente territorial de este organismo estatal admitió que se habían equivocado con el valor catastral asignado al inmueble. Lo puso por escrito en una resolución que inmediatamente María presentó ante la sede de la Delegación Provincial de Hacienda de Almería para que fuera enmendado el error y ver así rebajada la cuota del impuesto, que se cifró en 220.000 euros para todos los herederos. «Hablé con un inspector de la Junta y con todo el descaro del mundo me dijo que “nanai”, que sólo lo corrigen si es para subirlo, pero no para bajarlo», clama indignada.

El asunto está ahora en manos del Tribunal Económico-Administrativo Regional de Andalucía . Puede demorarse dos y tres años en resolverlo. Pero las deudas no esperan. «He ido al banco a ver si me dan un préstamo por esa cantidad porque en dos meses acaba el plazo y tengo que pagar. Si no, me embargan», explica exasperada. Si se lo conceden, tampoco lo va a tener fácil. Asumir esta deuda equivale a escalar un «Tourmalet» cada mes. «Con la pensión de 590 euros que me ha quedado, un hijo autónomo y otro que ha empezado a trabajar, cómo voy a pagar mil y pico de hipoteca cada mes», se lamenta. Y todo por un error, un maldito error que la Administración se niega a reconocer.