De 28 F a 28 F: el año que definió a Andalucía

En la primera página de «Cien años de soledad» García Márquez evoca los orígenes de Macondo y cuenta que «el mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo». Algo así ocurría con las autonomías en la España que se abría a la democracia a finales de los setenta, cuando todo era novedoso y había que nombrar las cosas no con el dedo, sino con un nuevo marco jurídico. Hoy hace cuarenta años se reunía en el Palacio de la Merded de Córdoba la Asamblea de Parlamentarios andaluces, el órgano regional de cargos electos que representaba la voluntad del pueblo —no se había constituido aún el Parlamento andaluz— para aprobar el Estatuto de Autonomía, el texto con el que se sentaban las bases para una nueva era política. Justo un año antes se había celebrado el referéndum autonómico. En los doce meses exactos que transcurren entre el 28-F y la aprobación del Estatuto se terminó de perfilar no sólo el entramado normativo de la futura autonomía, sino también la correlación de fuerzas políticas en el escenario demoscópico andaluz. Se trató, en cierta forma, de un embarazo a lo largo del cual se definieron tanto los rasgos físicos del futuro bebé autonómico como su personalidad y gustos electorales. En ese año la derecha se pegó un tiro en el pie con su oposición al referéndum; el flamante andalucismo que había logrado cinco escaños en el Congreso de los Diputados se equivocó de camino; los comunistas apostaron por un colaboracionismo de perfil bajo y el PSOE supo jugar las cartas para amortizar políticamente el triunfo social que supuso el advenimiento autonómico, lo que provocó que durante décadas los andaluces depositasen en este partido la responsabilidad de la gestión del mismo. Doble camino a la autonomíaLa primera ponencia para la redacción del Estatuto se creó en el verano de 1978, unos meses después de que el pueblo andaluz se manifestase masivamente para reclamar la autonomía (4 de diciembre de 1977) y ya con Manuel Clavero como ministro para las Regiones. El 4 de diciembre de 1978, un año exacto después de la movilización social, se produjo la réplica política con el Pacto de Antequera, en el que once partidos de la más diversa ideología firmaron el compromiso de apoyar la redacción del Estatuto y el acceso a la autonomía por la vía más rápida. La Constitución, aprobada en referéndum dos días más tarde, preveía dos caminos para acceder al autogobierno, los artículos 143 —la vía lenta y con un techo competencial más bajo— y el 151, la fórmula exprés reservada en principio para las comunidades consideradas históricas por haber aprobado su estatuto durante la República —el de Andalucía se iba a votar en septiembre de 1936 pero el golpe de julio lo impidió—.En las sucesivas comisiones encargadas de redactar el Estatuto participaron muchos dirigentes, pero sólo uno figuró desde el primer momento hasta el último: José Rodríguez de la Borbolla, quien luego sería presidente de la Junta. Borbolla distingue tres periodos en los trabajos: de junio a diciembre de 1978 (disolución de las Costes Constituyentes y convocatoria de elecciones), de junio a agosto de 1979 y —tras el referéndum del 28-F y el bloqueo que supuso— de finales de 1980 hasta febrero de 1981, fecha en la que la última comisión concluyó la redacción definitiva en el parador de Carmona y cuyos miembros posaron para lo que el andalucista Juan Carlos Aguilar, integrante de la misma, definió como «la foto de Iwo Jima». Aguilar, ya fallecido, explicaba que «en la foto salgo yo, pero la guerra la ganó más gente».Rafael Escuredo entrega el texto del Estatuto a Landelino Lavilla, presidente del Congreso - ABCBorbolla explica que en las sucesivas ponencias «siempre hubo acuerdo sobre el nivel de competencias y los techos autonómicos a alcanzar por Andalucía. Había consenso en plantear la autonomía como un instrumento de transformación económica y social. Los desacuerdos giraron sobre cuestiones secundarias, como el concepto de nacionalidad, la identificación de la ciudadanía andaluza o el número de miembros del Parlamento andaluz». La unanimidad en el proceso preautonómico se fue quebrando, empero, a medida que se iba definiendo la convocatoria del referéndum. A pesar del colaboracionismo de UCD en los trabajos preparatorios del Estatuto, la España que tenía en mente el Gobierno de Suárez era asimétrica, con autonomías de primer y segundo grado. Pero las presiones de Manuel Clavero, adalid del «café para todos», y del ya presidente de la Junta Rafael Escuredo —huelga de hambre incluida—, lograron que Suárez aceptara someter a consulta popular el acceso a la autonomía andaluza por el artículo 151 de la Constitución, el camino previsto solo para las comunidades históricas. Aún así las trabas fueron constantes: desde las propias condiciones del referéndum —con la exigencia de mayoría absoluta no en la totalidad de Andalucía, sino en cada provincia— hasta la enrevesada pregunta que se encontraron los votantes en la papeleta, pasando por la propia fecha de la cita con las urnas, que el Gobierno intentó fijar para el 29 de febrero, al ser año bisiesto. Como recuerda Miguel Angel Pino, otro integrante de la foto de Carmona, Escuredo se negó en rotundo a una fecha que en puridad solo permitiría celebrar el Día de Andalucía cada cuatro años. La cita con las urnas del 28-F era la ‘prueba del algodón’ que iba a revelar el compromiso real de cada partido con la apuesta autonómica. UCD se bajó del autobús al propugnar la abstención bajo el memorable eslógan de «Andaluz, éste no es tu referéndum». Pese a estar locutado por Lauren Postigo con perfecta entonación andaluza, la frase abría un abismo entre la formación de Suárez y el pueblo que se había echado a la calle en diciembre de 1977 para reclamar la autogestión. «La desaparición de UCD está íntimamente vinculada a las decisiones que tomó con relación a la autonomía andaluza», ha publicado Carlos Rosado, ponente de la formación centrista en la comisión final estatutaria, quien reivindica no obstante el papel fundamental de muchos integrantes de este partido, entre ellos Manuel Clavero o Soledad Becerril, en el proceso. «Si en el ánimo de los centristas andaluces hubiese estado hacer imposible el acceso de Andalucía a la autonomía plena habría sido suficiente y de gran facilidad que numerosos ayuntamientos y diputaciones gobernados por nosotros hubiese adoptado tales acuerdos fuera del plazo concedido». Para Rosado, fue la propia estructura de UCD, con la cabeza de mando asentada en Madrid y casi sin estructura regional, la que propició el error.Bloqueo jurídicoLlegó el 28-F y el resultado dejó bloqueado el proceso autonómico. Hubo un indudable triunfo moral, pero Almería no superó el 50% de los votos exigidos. Se produjo una insólita paradoja: la vía del artículo 151 quedó refrendada socialmente pero jurídicamente bloqueada. Ha habido muchas especulaciones sobre el resultado en Almería, unas constatables, como los errores en el censo —aparecían fallecidos y emigrantes censados ya en Cataluña— y otras un tanto conspiranóicas, como la sospechosa llegada de autobuses con interventores procedentes de fuera de Almería. El resultado fue, en cualquier caso, extraño: unos meses después, en noviembre, se celebraron elecciones especiales en Sevilla y Almería para elegir senadores —en Sevilla la plaza de Plácido Fernández Viagas y en Almería por la dimisión de dos senadores de la UCD— y en ambas ciudades ganó con holgura el PSOE. No tiene sentido que Almería no apoyase la autonomía en el referéndum del 28-F y que solo siete meses después votase con abrumadora mayoría a los dos candidatos socialistas, que obtuvieron sendos escaños.En cualquier caso, tras el 28-F el proceso era técnicamente inviable y había que buscar una salida. Para evitar el cul de sac, los dos partidos emergentes, el PSOE y el PSA—que había obtenido cinco diputados al Congreso en las elecciones de 1979— optaron por dos vías diferentes. Los socialistas tomaron desde el primer momento la bandera del artículo 151, reclamando cualquier opción que reactivase esta vía, incluyendo la repetición del referéndum en Almería. Pero en septiembre de 1980 el PSA decidó un cambio de estrategia y tomó por un camino sin intuir que no llegaba a ninguna parte.Trabajos para la redacción de Estatuto, con Soledad Becerril como miembro de UCD - ABCEse mes el presidente Suárez remodela el Gobierno y plantea una moción de confianza en la que, para reforzar su posición, debía concitar más apoyos de los reunidos en la moción de censura que le había presentado Felipe González cuatro meses antes, en mayo. Suárez ofreció a Alejandro Rojas Marcos una salida para desbloquear el proceso autonómico andaluz: el artículo 144, una tercera vía un tanto retorcida y jurídicamente cuestionable. El PSA aceptó la propuesta seducido por la idea de convertirse en el partido que había logrado despejar el camino hacia la autonomía y así retomar el liderazgo nacionalista que los socialistas le estaban arrebatando. El acuerdo incluía las preguntas sobre la cuestión andaluza que Rojas Marcos debía hacer a Suárez en el Congreso, y que fueron redactadas en una reunión que mantuvo Martín Villa en casa de Félix Pérez Miyares con Soledad Becerril, Jaime García Añoveros, Landelino Lavilla y Carlos Rosado, según cuenta éste en el libro «Vente años después», editado por el Parlamento andaluz. En definitiva, el PSA y la UCD acordaron un teatrillo parlamentario para activar la vía alternativa del artículo 144. Camino libre para el PSOELa jugada salió mal. Todos los portavoces de la oposición a Suárez se opusieron, además de Manuel Clavero. Escuredo olió la sangre y lanzó un órdago: «O el 151, o ninguno». El 26 de septiembre de 1980 la incipiente Junta de Andalucía rechazó la opción del 144 y renovó su apuesta por el 151. Con el viento a favor y el PSA en contramano, el PSOE no tiene más que apuntalar su triunfo. El 7 de octubre de 1980 los socialistas cierran una alianza con el PCE en una reunión a la que asisten Felipe González, Borbolla y Ángel López y, por parte comunista, Santiago Carrillo, Fernando Pérez Royo y Fernando Soto. Ya sin rivales que le discutan el protagonismo en el proceso autonómico, el 22 de octubre se reúnen Felipe González y Borbolla con Suárez en La Moncloa. En ese encuentro el presidente cede a la presión y admite la inviabilidad de la fórmula del 144. El camino hacia el 151 quedaba despejado, e inmediatamente se presentan iniciativas legislativas en el Congreso para activar la vía rápida hacia la autonomía. Los aciertos propios y los errores ajenos permitieron al PSOE presentarse ante los andaluces como el partido que trajo la autonomía. En una circular interna de diciembre de 1980 la Secretaria General socialista explicaba a sus dirigentes que «el gran objetivo es la consolidación del PSOE como el gran partido de los andaluces. Tenemos que considerar que el PSOE de Andalucía sea considerado ‘lo nuestro’ por los andaluces». Cuando el 28 de febero de 1981 se cerraba en Carmona el texto del Estatuto, el PSOE sabía que no sólo se había acordado el marco jurídico andaluz, sino que también había sentado las bases sociológicas para gobernar Andalucía durante varias décadas.

De 28 F a 28 F: el año que definió a Andalucía

En los doce meses transcurridos entre el 28 de febrero de 1980, referéndum de autonomía, y el 28 de febrero de 1981, culminación del Estatuto, se definió la futura hegemonía política del PSOE

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