La hermandad de Huelva sale hacia la aldea: «Manuel, vámonos para el Rocío que Almonte y la Virgen nos espera»
La filial capitalina se echa a las arenas reeditando un año más las espectaculares estampas de su multitudinaria salida por las calles de la ciudad
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Sergio Borrero
Huelva
«No hay salida en el mundo como la que hace mi Huelva», así reza una de las sevillanas que sirven de melodía a este jueves de carretas. Unos versos que se reafirman cada año cuando el Simpecado de la Hermandad del Rocío de Huelva ... abandona su casa hermandad y la novena filial inicia su caminar hacia la aldea almonteña.
Los onubenses amanecían en la mañana de este jueves con los nervios del que sabe que por delante tiene uno de los días más señalados de su calendario. Huelva se saca los complejos cuando su hermandad más antigua parte hacia el Rocío y luce orgullosa sus colores azul y blanco. Azul de un cielo que amanecía despejado, más caluroso que días atrás. Blanco de las chaquetillas de los cientos de caballistas, de las camisas de los miles de peregrinos y de las flores de papel de las decenas de carros tradicionales.
La campanilla de la casa hermandad comenzaba a convocar a los onubenses a la misa de romeros cuando la ciudad aun despertaba, con sueño tras una noche de preparativos, nervios e ilusión. A las ocho de la mañana daba comienzo la misa, celebrada al igual que sucediera el día anterior con la Hermandad de Emigrantes por el obispo de Huelva, Santiago Gómez Sierra. Las claras voces del coro joven de la hermandad hacían aun más especial esta misa para preparar el alma antes del camino. Culminado el rezo el presidente de la hermandad, Antonio Sánchez de Piña -que estrena su segundo mandato al frente de la filial en esta romería-, se hacía con el Simpecado para entregárselo al hermano mayor a las puertas de la capilla. Lo hacía rodeada de su junta de gobierno y acompañado por el obispo, que quiso ser partícipe y compartir estos momentos con la hermandad.
Emocionado, acompañado de su familia y su gente, Manuel Toscano tomaba el bendito simpecado y lo alzaba al cielo para recorrer los escasos metros que separan la puerta de la capilla de la de la casa hermandad. Una casa hermandad que lucía especialmente decorada, con banderolas verdes y colgaduras azules entre los balcones llenos de gitanillas. A las puertas de la misma, acompañados por el gentío, el hermano mayor entregaba el Simpecado para que fuera entronizado en la carroza y iniciar así el caminar.
La carroza, decorada con unos grandísimas esquinas como es seña habitual en los últimos años, lucía un exorno floral a base de delphiniums, alhelíes, grandes rosas, crisantemos, azucenas y rosas de pitiminí en tonos blancos junto a orquídeas en tonos pastel. Colgaban de sus esbeltos arcos las características cintas con los colores de las enseñas española, andaluza y onubense, acompañadas por racimos de uvas. Un conjunto que quedaba rematado por la corona real, restaurada este año y sobredorada, brillando aun más con el sol de la mañana que comenzaba a incidir sobre ella.
La comitiva
Tras unas emotivas palabras y entregar un presente a Manuel el carrero, un pañuelo con sus iniciales bordadas, Manuel Toscano decía esa frase tan esperada por los rocieros de Huelva «Manuel, vámonos para el Rocío que Almonte y la Virgen nos espera» y la hermandad partía al encuentro con su madre del Rocío y el divino pastorcito.
A lo largo de toda la Avenida de Andalucía comenzaba a conformarse la comitiva. Los tamborileros al frente anunciando en exclusiva, en ausencia de los tradicionales cohetes, la llegada de la hermandad. Tras ellos cientos de caballistas luciendo la mayoría de ellos esa chaquetilla blanca, seña de identidad de la hermandad. A los lados de la calzada los carros tradicionales aguardaban su turno para incorporarse a la marcha. Las primeras sevillanas sonaban por las calles acompañando los primeros pasos del Simpecado, que avanzaba entre una multitud de peregrinos a pie, de blanco inmaculado, sombreros de paja y bastones con romero.
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