El papel de la mujer en la ingeniería, a debate en el foro Andalucía en Femenino
Tres profesionales de alto nivel analizan cómo es trabajar, y ser referencia, en un sector tradicionalmente de hombres
En la búsqueda de la aún utópica igualdad laboral de facto, siempre es revelador profundizar en el papel que desempeñan las mujeres ya no sólo en las esferas superiores, sino en el propio acceso a la formación. Pero cuando se trata de un sector como la ingeniería, donde los hombres copan un altísimo porcentaje de la presencia, y la referencia, de la actividad es entonces un auténtico regalo poder conocer de primera mano las experiencias de tres mujeres de éxito. E ingenieras.
Ese fue el planteamiento del último foro Andalucía en femenino, celebrado en la tarde de este jueves en la Galería de ABC con el patrocinio de Caixabank, Iberdrola, Persán y Reale Seguros y que invitó a Emilia Gómez Gutiérrez, Cristina González Vázquez y Mª Ángeles Martín Prats, que ostentan cargos de relevancia dentro de las ramas de telecomunicaciones, industrial y electrónica, respectivamente.
El acto, moderado por la periodista Isabel Aguilar, arrancó con una serie de datos extraídos del Observatorio de la Ingeniería de España 2022 que subrayan una tendencia negativa del interés que parece suscitar esta disciplina entre las personas jóvenes de género femenino: sólo un 15 por ciento de los profesionales menores de 30 años del sector son mujeres.
Y al aumentar la edad el rango no mejora especialmente, puesto que del total de ingenieros de España sólo representan el 20 por ciento. La situación, lejos de ser aislada, se replica en países cercanos como Francia, Italia o Alemania.
Dentro de las distintas especialidades que se pueden estudiar en la escuela de ingeniería, la que presenta una menor tasa de alumnado femenino es Telecomunicaciones (un 12 por ciento), precisamente en lo que se formó la primera de las tres invitadas en tomar la palabra.
Para Gómez este descenso no tiene porqué ir ligado a una cuestión de vocación. En su caso, optó por estudiar ingeniería por ser simplemente, dentro de su predilección por las ciencias, de las «más aplicadas a problemas reales y menos abstractas» y por la posibilidad de estudiar «las ondas» y su encaje con «lo audiovisual».
Compartía el discurso del objetivo resolutivo Cristina González, a la que tentaban tanto las ciencias como las letras hasta el punto de no querer «una carrera monotemática» y que ésta, la ingeniería industrial le ofrecía «la mayor variedad de asignaturas». De hecho, asegura que su trabajo tiene poco que ver con lo aprendido en la carrera, pero que ésta sin embargo le dotó de las herramientas necesarias para poder moverse en distintos ámbitos.
La que sí tenía vocación era Mª Ángeles Martín, pero la de ser piloto, algo que nunca llegó a ocurrir pero que terminó por reorientarla hacia el mundo de la aeronáutica y de la física electrónica, donde se aunaban sus dos pasiones: la ciencia y la tecnología.
Eso sí, las tres reconocen no haber tenido referentes femeninos desde el inicio, ya fueran ingenieras de éxito o profesoras de especial carisma en la Universidad con las que poder identificarse, pero que eso ha cambiado al avanzar en su profesión. «He conocido a mujeres maravillosas, potentísimas, de todos los rincones del mundo. Me guían, me dan herramientas muy valiosas. Ellas deben ser los referentes. Hay que crearlos. Más vale tarde que nunca», añade Martín.
Respecto al apoyo familiar que tuvieron a la hora de dar el paso de matricularse en una carrera inusual para las mujeres, en general las invitadas no sintieron una fuerza en contra, salvo Mª Ángeles Martín, que asegura que «sólo las peleonas» apuestan por ello. En su caso (también lo percibe de la experiencia de sus alumnas), escuchó muchas veces de sus padres «que siempre estaba estudiando» tal vez por haber elegido una carrera «difícil, larga y fea».
La idoneidad de las cuotas
Como suele ser habitual en todo debate relacionado con la mujer en el trabajo, el concepto de cuotas y paridad no tardó en salir a colación.
Cristina González, firme defensora de las competencias personales, cree que incluso son contraproducentes porque su abuso puede derivar en pensamientos del tipo «estás ahí por ser mujer». Por ello, esta onubense confía en implementar «acciones desde abajo para que lleguen más mujeres, pero siempre en igualdad de competencias» y si hay que optar por la «discriminación positiva, que sea en casos muy puntuales».
Para Emilia Gómez, las cuotas «son la única manera de lograr que la mujer esté donde tienen que estar». Por ejemplo en la Comisión Europea hay una recomendación que hace que si vamos invitadas a un congreso tenemos que asegurarnos que va a ir otra mujer». Además, ese sistema de valías profesionales no le cuadra al 100% porque «los méritos no siempre se valoran por igual».
La misma postura mantuvo Mª Ángeles Martín, que también explica el trasfondo como una mera cuestión de falta de sensibilización por la propia cultura. «Ellos no lo hacen con mala intención, simplemente no caen en invitar a mujeres, a las que hay que buscar, porque la inercia les lleva a tirar de hombres», recalcó. Además, su máxima es la de «sacar a las mujeres, convertirlas en referentes. Porque los hombres siempre están, los buenos y los malos».
En un mundo de hombres
La realidad de la descompensación de sexos se percibe desde la propia etapa universitaria. Sin embargo, Cristina González cree que es más una cuestión «actitudinal» que otra cosa. «Aunque los hombres eran una mayoría aplastante, yo nunca me sentí minoría», recuerda, para añadir que tanto entonces, como en su vida profesional «siempre me he sentido valorada por mis competencias».
Las otras dos participantes, en cambio, compartían una visión opuesta. Emilia Gómez visualiza el proceso como «una tubería por la que va cayendo gente», que hace que de ese «10 por ciento de alumnas universitarias lleguen a catedráticas un 0 o un 1» y Mª Ángeles Martín, que se mueve en un sector de hegemonía masculina, ha sido «la única mujer en muchos comités», siempre teniendo que afrontar comentarios y actidudes de desdén. Que un cargo técnico recaiga en una mujer sigue chocando, aseguran, sobre todo cuando aún persiste la idea de que su campo más productivo es «la comunicación o lo organizativo».
Y eso pese a que hay estudios que refrendan que los equipos mixtos, variados, son más productivos y pueden ofrecer un análisis más enriquecedor. «Al carácter generalmente más racional del hombre se le añade la inteligencia emocional que también suele ser rasgo femenino» añade Martín.
En cualquier caso, toda esta cuestión de sexos también se cimenta en los estereotipos y roles que se suelen atribuir a un ingeniero, que según las interlocutoras también tienen un peso importante en el reclamo que puede suponer esta rama del conocimiento para un niño.
Tras un llamamiento a los medios de comunicación para ayudar a desdibujar estos prejuicios, no sólo los de la preeminencia de sexos, las protagonistas del foro hicieron hincapié en el inagotable abanico de sectores en los que puede trabajar un ingeniero: «en un quirófano, en un colegio, en una fábrica, en el espacio»... ejemplificó Emilia Gómez, que antes de su empleo actual para la Comisión Europea dando soporte técnico y científico a las políticas de IA trabajó en la creación de algoritmos de recomendación de música en las plataformas. Dos ejemplos de diversificación de funciones en una sola persona.
O otro proyecto tangible y de servicio público es el sistema de posicionamiento indoor para guiar a invidentes en el Hospital Macarena, impulsado por el grupo de trabajo de Mª Ángeles Martín.
La propia Cristina González abogaba por cambiar el nombre a los estudios, puesto que ingeniería «lleva quizás a un mundo industrial, hostil, más de hombres», y eso puede alejar a las alumnas potenciales. Aunque esta profesional cree que la mejor manera de motivar a los niños es poniéndoles delante a gente de a pie, para que «puedan conocerlos y saber qué hacen y en qué trabajan».
Así que no hay mejor conclusión que aquella frase que se pudo escuchar durante el foro, «Quien no sepa qué estudiar, que haga una ingeniería, porque te va a servir para todo».
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