Las pantallas, la nueva droga de los jóvenes andaluces
Un estudio del centro Fromm Bienestar de Sevilla revela adicciones más allá de las drogas clásicas

Cada generación ha convivido con formas particulares de evasión y consumo, pero los jóvenes de la Generación Z -nacidos entre 1997 y 2012- y los de la Generación Alfa -nacidos a partir de 2013- han crecido dentro de un entorno hiperconectado que ha condicionado ... su forma de relacionarse, de construir su identidad y de regular sus emociones. Así lo apuntan desde el centro Fromm Bienestar en Sevilla.
Desde allí se explica que aunque son jóvenes que siguen consumiendo sustancias como el alcohol, el tabaco o la marihuana, presentan otro tipo de hábitos comportamentales que igualmente pueden derivar en problemas de adicciones. Hábitos más afianzados incluso en la Generación Alfa, la primera generación de nativos digitales.
Desde el centro de salud mental y desintoxicación Fromm Bienestar, su director, Antonio Molina, reseña que «la mayoría de estos jóvenes no consumen drogas duras, pero viven completamente atrapados en dinámicas compulsivas de validación, dopamina rápida y necesidad constante de estímulo. La pantalla se ha convertido en su sustancia y la notificación, en su dosis diaria. Esto se agudiza en los jóvenes nacidos a partir de 2013».
Uno de los conceptos que más se repite en las consultas de adolescentes es el pantallismo: el uso abusivo de pantallas -móviles, tablets, ordenadores o videojuegos- que afecta al sueño, la concentración, la vida familiar o el desarrollo emocional.
Paralelamente, en muchos de estos casos, este hábito negativo está asociado a otro fenómeno emergente que también puede ser muy problemático: la nomofobia. Con este término nos referimos al miedo irracional a no tener el móvil -u otros dispositivos electrónicos- cerca, quedarse sin batería o no tener conexión.
«Muchos adolescentes no saben estar a solas con sus pensamientos. La pantalla no es solo entretenimiento, es su refugio emocional. Cuando desaparece, aparece el vacío», afirma Molina.
El uso de las redes sociales es, según Fromm Bienestar, una de las vías más peligrosas de refuerzo adictivo. No solo por el tiempo que se dedica, sino por lo que produce: comparación constante, dependencia de la aprobación externa y distorsión de la autoimagen. En este caso, por edad, la Generación Z tiene una mayor representación. «TikTok, Instagram o Youtube son, para muchos adolescentes, más reales que la vida misma. Ahí proyectan lo que creen que son, y muchas veces construyen su identidad en función del like o del comentario», explica Lorena Ruiz, psicóloga y directora terapéutica de Fromm Bienestar.
Sin abandonar la realidad de las plataformas sociales online, un fenómeno que crece y preocupa es el de los regalos virtuales en redes sociales y plataformas de streaming. Adolescentes que compran monedas digitales para enviar a sus ídolos en directo, esperando a cambio un saludo, una mirada o una mención. «En términos psicológicos, esto es puro refuerzo emocional. Les hace sentir vistos, importantes. Pero detrás hay una lógica de consumo afectivo que genera adicción y, en ocasiones, endeudamiento o mentiras a los padres sobre en qué se ha ido el dinero», subraya Lorena Ruiz.
Drogas en adolescentes
Aunque las nuevas adicciones digitales concentran gran parte de la atención, los consumos clásicos siguen presentes: alcohol, cannabis y benzodiacepinas siguen siendo sustancias comunes en entornos adolescentes y universitarios.
En este caso, también por edad, este problema está más presente en la Generación Z. «El cannabis está muy normalizado, y provoca en muchos jóvenes cuadros de ansiedad, desmotivación crónica o brotes psicóticos», recuerda el director de Fromm Bienestar.
Según los últimos datos de la encuesta sobre uso de drogas en Enseñanzas Secundarias en España, ESTUDES (2023), entre los estudiantes de Enseñanzas Secundarias con edades comprendidas entre los 14 y los 18 años, las drogas con mayor prevalencia de consumo en los últimos 12 meses antes de la encuesta fueron: el alcohol (73,6%), el tabaco (27,7%), el cannabis (21,8%) y los hipnosedantes con o sin receta médica (14,8%).
Además del consumo de estas sustancias, también hay adicciones comportamentales. Las apuestas deportivas y el juego online han encontrado en los adolescentes más mayores al usuario ideal: jóvenes hiperconectados, impacientes, habituados a la recompensa inmediata y muchas veces sin supervisión directa.
Medicalizados
Para Molina, la solución no pasa únicamente por restringir pantallas o prohibir el uso del móvil: «Necesitamos una revolución emocional y comunitaria. Hay que enseñar a los jóvenes a gestionar el aburrimiento, a tolerar la espera, a habitar el silencio y a construir relaciones más allá del like». Antonio Molina insiste también en el papel de las familias, los centros educativos y las políticas públicas: «Si seguimos medicalizando el malestar adolescente sin preguntarnos por sus causas profundas, solo generaremos más adicciones, más etiquetas y más desconexión emocional».
Los jóvenes de la Generación Z y la Generación Alfa no son débiles ni frágiles, pero sí hna crecido en un entorno de mucha demanda donde la productividad emocional es constante y donde la desconexión se castiga con la invisibilidad.
Frente a eso, el mensaje de Fromm Bienestar es claro en palabras de Molina: «Cuidar a estas generaciones es entender sus códigos, sus emociones, sus vacíos y sus ritmos. No podemos pedirles que vivan como adultos del siglo XX, porque su mundo es otro. Pero sí podemos enseñarles a no ser esclavos de ese mundo».
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