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Óscar Puente, perro de presa
el mirador
«Ha dado muestras no sólo de ser un patán, sino de estar encantado de serlo. El barro es su ecosistema natural. Tipos así es raro verlos en la política europea, si acaso en algunas repúblicas bananeras, como la corte de Maduro»

Nadie va a alarmarse a estas alturas por una confrontación entre administraciones. Es todo un clásico consustancial con la estructura del Estado. La Junta de Andalucía y el Gobierno central han chocado muchas veces, sobre todo desde 1996, cuando ha habido partidos distintos en cada ... trinchera. También chocan los ayuntamientos y las comunidades, incluso las diputaciones.
Y a menudo, los gestos abusan de la deslealtad institucional, como aquellos años en que Aznar se negaba a recibir a Manolo Chaves o los años en que Sánchez se negaba a recibir a Juanma Moreno. Cierta prepotencia, sobre todo desde Madrid, ha sido recurrente. Nada por lo que a nadie vayan a caérsele los anillos. Pero, eso sí, más allá de los límites de esas provocaciones desafiantes, del catálogo histórico de arrogancias, está lo de Oscar Puente, con su matonismo chulesco trasladado a la política.
No se trata ya de la polémica con el Gobierno andaluz por las ayudas al transporte, donde la Junta debió ser más precisa en su nota sobre la aportación del Ministerio, y éste pudo considerarlo un hecho anecdótico, como hizo esos mismos días ante algo similar en el País Vasco, y solicitar sin más una rectificación con tono discreto. Total, es una polémica menor, que apenas daba para un poco de fuego cruzado. De lo que sí se trata, en cambio, es del nivel de chulería con que actúa Puente, que en 24 horas ordenaba además retirar las ayudas a los menores andaluces.
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Lo suyo con las bravuconadas parece patológico. Ver a un ministro bajar a diario al lodazal a buscar bronca con invectivas faltonas e improperios, descalificar en redes al presidente de los ocho millones y medio de andaluces, reírse en las redes sociales de su nivel de formación... Más le valdría explicar cómo pudo contratar el Gobierno de su partido a la prostituta Jesica Rodríguez para no trabajar, y ser él incapaz de dar con ese abuso en una auditoría interna.
Pero Óscar Puente ha dado muestras no sólo de ser un patán, sino de estar encantado de serlo. El barro es su ecosistema natural. Tipos así es raro verlos en la política europea, si acaso en algunas repúblicas bananeras, como la corte de Maduro. Pero el caso es que Sánchez nunca le ha cortado el gatillo fácil. Desde el debate de investidura de Feijóo, lo tiene ahí como perro de presa. En muchos aspectos, el sanchismo ha llevado la política española a niveles mínimos, y éste es uno de ellos.
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