Juanma Moreno elude las presiones de Génova y mantiene su idea de no adelantar las andaluzas
Feijóo empuja a varias comunidades a adelantar los comicios, pero San Telmo ve más riesgo que ventaja y prefiere evitarlo
Los sondeos sostienen al presidente andaluz con mayoría absoluta y refuerzan su posición ante la dirección nacional popular
Varias comunidades del PP sopesan adelantar elecciones en 2026
Sevilla
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Iniciar sesiónEn la dirección nacional del PP se ha abierto un debate que no es menor: adelantar o no las elecciones autonómicas de 2026 en aquellas comunidades donde gobierna el partido. Tal y como avanzó este lunes ABC, Alberto Núñez Feijóo y su equipo ... creen que unificar calendarios y anticipar comicios puede servir para limpiar la ruta hacia las generales, evitando interferencias y proyectando una imagen de fuerza. La operación está en marcha y ya hay barones regionales sondeando escenarios.
Pero en Andalucía, Juanma Moreno ha levantado un dique. Fiel a su estilo alejado de estridencias o movimientos bruscos, ha transmitido a su equipo que no habrá adelanto, salvo que Pedro Sánchez decida precipitar las elecciones generales. Este mismo martes volvía a incidir en esa cuestión en una entrevista radiofónica: si el PSOE no varía el cronograma nacional, no cambiará su idea de celebrar las regionales en mayo o junio, cuando tocan. El presidente andaluz mantiene así una doble línea de defensa: blindar su legislatura de riesgos innecesarios y, de paso, remarcar que en San Telmo se gobierna con autonomía respecto a los ritmos de Génova. Fuentes del Ejecutivo regional apuntan claramente a que no se trastocará el plan y que los mensajes que va dejando por el camino el propio presidente «son por algo». No habrá adelanto.
El razonamiento de la dirección nacional es comprensible, aunque en el sur ahora mismo no encaja. Si se adelantan comicios, el PP puede llegar al ciclo final con victorias en la mochila y con menor riesgo de solapamiento mediático con las generales. Sin embargo, entre los propios estrategas hay un temor soterrado: Castilla y León. Allí Alfonso Fernández Mañueco podría verse obligado a reeditar un acuerdo con Vox, con todo lo que eso implica en términos de imagen y desgaste.
Ese escenario preocupa especialmente porque un pacto con el partido de Santiago Abascal no se leería como una solución local, sino como un espejo nacional. La foto de un PP gobernando con Vox, en un territorio de referencia, se convertiría en argumento recurrente de la izquierda y, sobre todo, en un factor de erosión para comunidades como Andalucía, donde el PP gobierna con mayoría absoluta. Génova teme que ese desgaste acabe manchando al conjunto de la marca y termine estropeando incluso a uno de sus grandes y más sólidos fortines, el andaluz. Por ello, prefieren que Moreno también adelante y haga coincidir sus votaciones con las de Mañueco en Castillo y León.
Frente a esas presiones crecientes, el PP andaluz defiende otra lógica también bastante comprensible. Si Vox asume por primera vez responsabilidades de gestión en la citada comunidad castellano-leonesa, lo normal es que empiece a cometer los errores propios de la gestión pública y se desgaste. Lo dan como algo inevitable. Desde la Presidencia andaluza confían en que el contraste sea nítido: la estabilidad de un gobierno popular frente al ruido que causa un socio incómodo que, además, yerra. Porque una cosa es hacer oposición permanente con mensajes populistas y otra muy diferente gobernar. Moreno prefiere esperar a que esa evidencia cristalice y convertirla en un argumento de campaña cuando llegue el momento. Además, el presidente andaluz maneja un calendario propio. No le urge adelantar porque las encuestas le sitúan en una posición de fuerza. Y porque mantener las fechas refuerza su perfil de liderazgo autónomo: no depende del dictado de Madrid ni necesita plegarse a estrategias nacionales que pueden volverse en contra.
Los datos que sostienen el pulso
Las encuestas recientes son claras, por otro lado. El PP andaluz se mueve en una horquilla del 41 al 44% de los votos, con proyecciones de entre 55 y 59 escaños, siempre por encima de la mayoría absoluta. Sigma Dos, Centra o GAD3 coinciden en esa tendencia y Moreno repetiría con solvencia. Mientras tanto, el PSOE con María Jesús Montero apenas supera en algunos barómetros el 20% y en otros roza el 25%. No logra remontar y se consolida como fuerza claramente por detrás. Vox, por su parte, crece respecto a las autonómicas anteriores —en torno al 14-15 % de intención de voto—, pero no amenaza la hegemonía popular. Se mantiene como tercera fuerza, con posibilidades de ganar representación, aunque también con riesgo de asumir desgaste si gobierna en territorios donde el PP necesite su apoyo.
Ese cuadro refuerza la posición de Moreno. Puede resistir las presiones de la dirección nacional popular porque los datos le avalan, ya que sin necesidad de adelantar, ya aparece como favorito claro para repetir mayoría absoluta. Su rival directo no despega y Vox, aunque suma, lo hace en un terreno que puede volverse en su contra rápidamente si comienza a gobernar algún territorio. Desde hace semanas, además, el responsable del ejecutivo regional subraya sus distancias con la formación de Abascal en cuestiones clave, como ha hecho este mismo lunes al referirse a la inmigración y la necesidad de regularla. «No se puede criminalizar a los migrantes, como está haciendo Vox, porque España es un país que va a necesitar, y necesita migrantes para contribuir al desarrollo, y la inmigración bien gestionada es una oportunidad de crecimiento económico», expuso para agregar que «el PP está a favor de una migración regulada, organizada y planificada, mientras que Vox no quiere migración, de ningún tipo, de ninguna clase y de ninguna manera».
El pulso sutil que se libra entre los dos líderes populares es algo más que una discusión de fechas. Es un pulso por el control del relato, que será elemento clave en el electorado. Feijóo necesita mostrar iniciativa y ordenar el calendario en clave nacional. Moreno, en cambio, apuesta por la prudencia, mantener la estabilidad, esperar a que otros asuman riesgos y convertir los tropiezos ajenos en aval. Uno y otro juegan con la misma variable: el desgaste de Vox. La diferencia está en cómo administrarlo. Mientras en Madrid quieren neutralizarlo antes de tiempo, en Andalucía prefieren dejar que se evidencie en otros territorios. Y ahí Moreno ha optado por la inmovilidad calculada. Sólo si Sánchez mueve ficha en Moncloa se moverá también en territorio andaluz. En política, el calendario hoy día lo es todo. Y el reloj de Andalucía marca una hora distinta a la de Génova.
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