Día de Andalucía

Marina Heredia: «A mí Granada me sale por los poros de la piel»

#28F

Es una de las artistas más destacadas del panorama flamenco actual, hija y nieta de cantaores, sigue viviendo en el barrio donde nació el Albaicín, que hoy ve inundado de turistas

La cantaora granadina Marina Heredia Manuel Olmedo

Marina Heredia vio amanecer un 15 de abril de 1980 en Granada, nada menos que en el barrio del Albaicín, un lugar que nunca ha abandonado y en el que aún vive. Cantaora, hija del cantaor Jaime Heredia 'El Parrón', y nieta de Rosa ... Heredia 'La Rochina', matriarca gitana que fue quien más hizo por difundir y conservar la tradicional zambra granadina, se crió en una infancia que recuerda «muy tranquila y muy segura. Yo estaba en colegio Gómez Moreno que estaba en San Nicolás, arriba en el mirador. Fui una niña feliz, donde todas las tardes salíamos a jugar a la calle, no había problemas. Eso sí, había muchísimos menos turistas, ahora es una invasión». Empezó bailando. «Yo iba y venía sola con doce años a la escuela de baile La Reina Mora, donde daba clases Angustias Ruiz, y allí estábamos Estrella Morente, Jara Heredia, a veces Manuel Liñán», cuenta para reconocer que ha tenido «una infancia mucho más flamenca que otras niña, claro».

Recuerda con cariño a su abuela, 'La Rochina', que «estuvo poco tiempo en activo, porque antes se casaban y enseguida las quitaban de en medio, empezaban a tener hijos y dejaban su trabajo, Pero en el poco tiempo que estuvo dejó mucha huella porque era muy personal, muy poderosa de voz, muy guapa. Cuando murió un tío mío dejó de cantar. Aprendí mucho de mi padre, que también era cantaor».

Empezó bailando, pero dice que «aquello no tenía futuro ninguno e iba a comer más bien poco del baile». Un día a su padre le encargaron la inauguración del Palacio de Congresos de Granada que fue en 1992, «y yo estaba 'empeñaíta' en bailar, incluso me ensayé mi baile. Entonces mi padre, con mucha mano izquierda, me dijo, mira, por qué no me haces el favor de ayudarme en esta ocasión nada más, luego tú sigues bailando, pero es que estoy solo de cantaor... ¡En qué le iba a ayudar yo! Pero el me lo vendió así y yo lo compré, y desde entonces nunca más he bailado. El pobre mío no sabía cómo decirme que dejara de bailar».

«Soy una privilegiada, pero la mayoría de mis compañeros preparan una nueva obra entre gala y gala »

Sin embargo, en su mundo del arte flamenco el artista sigue siendo en ocasiones un superviviente. «Estamos un poco retrasados —explica—. Hasta hace muy poco, al artista ni se le daba de alta y la calidad laboral brilla por su ausencia. Un artista flamenco no puede parar la máquina, tiene que seguir actuando. Por ejemplo, yo estoy haciendo ahora un disco, y no puedo dejar de actuar, y eso que yo me siento una privilegiada, pero entiendo que hay compañeros que preparan la nueva obra de gala en gala. En Francia, por ejemplo, dices me voy a tomar cuatro meses de paro y preparo lo nuevo y después sigo. Aquí no se puede, es imposible».

No sabe si vive mejor que sus padres. «Su generación trabajó muchísimo pero les lucía más —dice—. Nosotros estamos ahogados. Trabajamos el triple y cobramos la mitad y los impuestos nos tienen ahogados y la vida es más cara que antes, la verdad. Y eso que yo no renunciaría a vivir en España, porque los flamencos estamos hartos de dar vueltas por el mundo y donde mejor se vive es en España, especialmente en el sur. Tenemos una sanidad pública que espero no se empeñen en quitarla, y una educación pública buena, y una calidad de vida, de clima, de gastronomía... Siempre nos quejamos, pero no es para tanto».

A pesar de todas las dificultades, si echara la vista atrás, Heredia volvería a ser cantaora. «Sin duda —relata—, a pesar de que a veces hay rachas que te cuesta más, porque anímicamente estás más baja o no encuentras el proyecto que te ilusione, o simplemente tu cuerpo te pide que pares, pero yo con todo lo vivido, lo bueno y lo malo, volvería a ser cantaora».

Madre de dos hijos de quince y diez años, es medalla de Honor de la Fundación Rodríguez Acosta, Giraldillo de la Bienal de Sevilla e Hija Predilecta de la provincia de Granada. «Me falta el Oscar (bromea). Yo he cumplido muchos sueños y muchas metas, pero me quedan muchas más, lo que único que se es que soy feliz con lo que hago y soy libre para escoger lo que quiero, y para mí eso es una batalla ganada. En los tiempos en los que estamos hay que sacrificar muchas cosas para seguir ahí y yo hace tiempo me he permitido el lujo de ser libre».

Séptimo disco

Está grabando el séptimo disco de su carrera, «un trabajo con el que tenía mucha ilusión». «Es un año que el gobierno ha declarado 'año especial gitano'. Yo llevo a gala ser gitana, porque tenemos muchos defectos como todos, pero muchas virtudes que no todo el mundo conoce, y deberían conocerlas antes de prejuzgar a la gente. Nosotros somos generosos, aunque tenemos el defecto que en ocasiones nos encerramos demasiado en nuestra filosofía y no vemos más allá. Yo no he tenido problemas por gitana, quizás por mi ambigüedad de aspecto, pero sí lo he visto en otros compañeros. Pero ser gitano no es eso de tener los ocho apellidos como en la película (se ríe), son unas actitudes de vida, de tratar al de al lado, de cuidar a tus mayores», asegura la artista.

Subraya que Granada le «sale por los poros de la piel. A los artistas de 'Graná' nos pasa que no sé qué tiene que siempre la tenemos presente. Hay muchos artistas que han triunfado pero se tuvieron que ir a Madrid, sobre todo en otros tiempos, pero ha habido muchos más que no han sido figuras por no irse de 'Graná', y ellos han preferido quedarse en su tierra, La Mona, la Gazpacha... y sin ir más lejos, mi padre que sin ser pasión de hija, hubiera triunfado sin duda, pero ni se le pasó por la cabeza irse lejos de su Granada».

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