Tal vez ahora, más sabio por todo el camino recorrido, es a su vez más consciente de la dificultad de estas oposiciones y de como el muro se ha levantado más alto cada año; pero a la vez, dispone de mejores herramientas para librarlo y la certeza de que sólo es una etapa en los múltiples órdenes de la vida.
A horas de realizar la prueba, reconoce que esa sensación de nerviosismo va 'in crescendo', mientras que se encuentra «agotado, física y mentalmente. Ha sido muy duro». Aún así, asegura que lo peor de todo este proceso de meses ha sido «no ver a mis hijos de dos y cinco años. Vivo en Cádiz y trabajo en Sevilla. Por las tardes me meto en la biblioteca a estudiar y cuando llego de noche a casa ya están durmiendo. Y si yo estoy exhausto, más aún mi mujer que durante este tiempo se ha encargado de tirar para adelante con la educación de dos niños. Y casi sin ayuda».
En esos «25.000 kilómetros» que ha hecho durante este curso ha tenido mucho tiempo para pensar y valorar. ¿Por qué tardó tanto en intentarlo de nuevo? «Cuando oposité, me quedé a las puertas. Fue un golpe tremendo. Y al año siguiente falleció mi padre, por lo que yo no estaba para estudiar. Me acomodé en la educación privada, pero siempre he querido trabajar en la pública. Al ver la ratio de esta convocatoria, una plaza cada cinco aspirantes, me sentí en la obligación de presentarme».
Se encuentra en esa fase de negación y hartazgo sobre el sistema. La puntuación de la que disponen los interinos por año trabajado es insuficiente y más si viene de un centro privado. Hay que embarcarse en másteres que valen un buen puñado de euros. No se supieron las plazas ofertadas hasta este febrero, lo que le animó a dar el salto pero ya demasiado tarde. Y luego están «las bolas, ese juego en el que no sabes lo que va a salir. Son 25 temas y sacan dos en suerte. Con un temario obsoleto tanto en lo teórico como en lo práctico. Sí, hay que cambiarlo, e imagino que se hará a partir de 2027».
Lolo posee una amplia experiencia en el campo educativo con una innegable conexión con sus alumnos y alumnas, y ahora tendrá que persuadir a un tribunal. La música le suena y sólo falta ponerle letra. La rúbrica perfecta para enfocar un verano «en el que volver a dedicarle el tiempo a mis hijos, a mi mujer, a mi madre, a amigos. Un verano para recuperar el tiempo perdido».
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