INVASIÓN DE UCRANIA
Una refugiada de Ucrania en Málaga tras cruzar Europa: «Quiero volver para reconstruir mi país»
Svitlana Isakova cruzó Europa hasta Málaga dejando atrás un pueblo arrasado por las bombas rusas
Diario de un viaje a la frontera de la guerra de Ucrania
J.J. Madueño
Svitlana Isakova (67 años) es ingeniera en el sector de la construcción, pero recoge comida en el centro de la Asociación Solidaridad Asistencial en Compañía. Es una de los cientos de ucranianos que están llegando a Andalucía desde que Rusia invadiera su país. ... El Ayuntamiento de Málaga estima que hay unos 600 en la ciudad . Están repartidos entre los pisos de familiares o conocidos y los que están en el centro de acogida temporal. Svitlana lleva pocos días en Málaga, pero ya se sabe manejar en el autobús, tiene su residencia en regla y ha estado en el médico. Su marido, de 68 años, fue operado el pasado septiembre a corazón abierto. Necesita medicación. «Cuando todo acabe, quiero volver para reconstruir mi país . Mientras mis manos y mi cabeza estén bien quiero ayudar», señala esta refugiada.
Su historia es parecida a la de muchos compatriotas llegados a Andalucía. Escondidos, refugiados y huyendo de su país, mientras dejaban a la familia atrás y sus casas eran arrasadas por las bombas . Svitlana muestra en su móvil su pueblo devastado. Recuerda los cuatro días que con sus vecinos estuvo escondida en el sótano de su casa en Gostómel, cerca de Kiev. «Éramos trece, entre nosotros cuatro niños. Estuvimos allí hasta que cayó una bomba en el patio de la casa que no explotó », señala Isakova, quien explica que en ese momento salieron para irse a un búnker de la II Guerra Mundial cerca de Kiev. «Allí estuvimos seis días más. Los voluntarios nos traían lo que podían, pero no había servicio ni nada», asevera.
Al séptimo día, fueron sacados de allí para ser evacuados del país. Ella llevaba la dirección de su amiga en Málaga escrita en un papel. Los llevaron a la estación de tren, donde fueron embarcados y llevados hasta Chop. Una vez en Hungría en otro tren se les llevó a Budapest y desde allí a Roma, previo paso por Viena. «Nos llevaron gratis. Los voluntarios nos han ido dando asistencia, comida, ropa…» , recuerda. En Italia fue llevada con su marido y su hermana al aeropuerto. Allí compraron un billete para Málaga.
Al llegar al aeropuerto de la Costa del Sol estaban en un lugar desconocido, sin saber el idioma y sólo con la dirección de un piso en el barrio de Miraflores en aquella hoja de una libreta de cuadros . «La policía nos metió un coche que nos llevó hasta los taxis y uno de ellos nos acercó al piso de mi amiga, que fue quien lo pagó», afirma Svitlana, que no para de dar las gracias, mientras recuerda que su familia se ha quedado en Ucrania.
Su hija no ha querido salir, puesto que su yerno no puede abandonar el país. Trabajan como voluntarios. Las últimas noticias de su pueblo las ha recibido de su hermano. Es quien le ha mandado el último bombardeo y las fotos de todo el pueblo arrasado .
Su misión más inmediata es pasar por el médico. El hombre tiene cita el jueves, para así poder sacar los medicamentos que necesita para el corazón. Ellas, una es diabética y la otra tiene problemas de tensión, esperan a que le den una cita para poder obtener los medicamentos que necesitan en su día a día.
«Tienen medio corazón allí, pero se están adaptando bien . La mayoría son persona mayores o mujeres con niños», señala Antonio Paneque, del economato de la Asociación Solidaridad Asistencial en Compañía. En Málaga, la consecución de la residencia, como de la tarjeta sanitaria o la escolarización de los menores está coordinada por una mesa con todas las administraciones y las asociaciones de ayuda. «Todo se ha hecho de forma conjunta, tanto al principio cuando se mandaba ayuda para allá, como ahora que también recibimos personas», explica Ruth Sarabia, concejala de Participación Ciudadana de Málaga.
A los que llegan los reciben miembros de la Asociación Maydan y de la Confederación de Empresarios, que son los que hacen el registro y los acompañan a hacer todos los trámites. Con Svitlana está Natalia Dolynna, una ucraniana que llevan en España 20 años y es profesora de Química. Ella los lleva al economato o al médico para facilitarles los trámites rompiendo la barrera del idioma. Un problema que los niños saltan en el colegio. «Ya se han escolarizado a más de cien niños» , explica Sarabia, quien reseña donaciones de tablets, ordenares y libros para que estos niños puedan estudiar.
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