Marbella baila los vientos con Manuel Carrasco

Entonces fue cuando le dedicó «Pequeña sonrisa sonora» a su hija Chloe de apenas dos meses. Una de esas canciones que nace de los cuadernos olvidados y llenos de notas a los que suele volver para buscar «algo que le haga sentir». Allí encontró un poema en 2015 para lanzarlo al viento y que cobrara sentido en junio de 2017. Es la historia de un autor que vibra con el público, al que sube al escenario para regalar parte de la instrumentación de la banda, como el caso de Marina o el de otra chica desconocida que no paraba de llorar y que no se atrevió a subir a las tablas, pero que se dejaba la garganta con «Mujer de 1.000 batallas» , dedicada a Paola, que estaba entre los presentes y había ganado una de esas guerras.

Proclamó un «Yo quiero vivir» , que estuvo seguido de «Tan sólo tú» para «Bailar al viento» , que es el nombre también de su último disco (2015), el que da sentido a la gira y en el que pidió a Marbella que le concediera este baile para sobrevivir al huracán que había sobre el escenario, una de las tormentas más potentes que ha azotado la roca de Starlite este verano. La calma llegó invitando a dar «todos los besos que nos faltan» en «Uno por uno» y levantar los «olés» del público en «Menos mal» , antes de un acústico que llevó los vientos del dios Momo a la cantera. Al compás del tres por cuatro, como mandan los cánones de las coplas callejeras se arrancó con aquellos recuerdos de una época disfrazada tocando la guitarra con el corazón.

En ese momento, le dijo al público: «No tengo prisa» . Y la noche se alargó hasta que las fuerzas lo permitieron. Más de dos millares de estrellas iluminaron el patio de butacas para reavivar los anhelos en «No dejes de soñar» . Y en «Sígueme» , el auditorio, incluido Felipe de Marichalar, oculto bajo su gorra negra, y Mar Torres Fontes, le siguieron hasta el lugar donde entregaron su corazón. La noche comenzaba a agotarse y Manuel Carrasco volvió a reivindicar contra el machismo. «Para todos los machistas que se esconden detrás de la máscara. ¡Qué se avergüencen! Cada mujer es la dueña de su verdad», aseguró antes de cantar «Que nadie» .

Se marchó, para regresar en un bis que comenzó sólo ante el piano, con unas notas flamencas que levantaron al público del asiento. Carlos Torres, concursante de La Voz, le acompañó en «Ya no» y después describió un «Amor planetario» en el que pinta los labios para poner la boca roja y los ojos del color de las olas. Era una fiesta de esas en las que los flamencos se arrancan por bulerías . Lo hizo, como el pasado 21 de julio, para dedicarle unos versos a la ciudad en los que paseó por sus lugares más ilustres, la vació de golfos y recordó a los más ilustres, como Starlite, Antonio Banderas o al eterno Pablo Ráez. «Siempre fuerte, dona vida», cantó antes de comenzar a cerrar el «Bar de los pesares» y decir que este sábado está en su casa, en Isla Cristina, porque vaya donde vaya sigue «Siendo uno mismo» .