Guerra Ucrania-Rusia
El coleccionista de Málaga que viajó a Polonia para ayudar a unos amigos y ahora llena un autobús con 49 refugiados
Vicente Jiménez Ifergan ha recorrido más de 3.200 kilómetros en un viaje de 36 horas para ayudar a los que huyen de la guerra en Ucrania: «No podía seguir en casa viendo la televisión»
Pablo Marinetto
Bombas, ataques con misiles, gente huyendo despavorida y familias refugiándose en búnkeres y estaciones de metro para estar a salvo. Es difícil, por no decir imposible, mantenerse sereno ante las dantescas imágenes que llegan desde Ucrania tras la invasión de Rusia. Y fueron ... esos horrores los que impidieron a Vicente Jiménez Ifergan quedarse de brazos cruzados en casa lamentándose frente a la televisión.
Este malagueño, propietario de la mayor colección de arte fenicio del mundo, viajó hace algo menos de una semana hasta la frontera polaca con Ucrania. ¿Su objetivo? Ayudar en la medida de sus posibilidades a paliar el sufrimiento de una parte del millón de refugiados que ha huido ya de su país por el conflicto provocado por el presidente ruso Vladímir Putin.
«Llegó un momento en que dije 'se acabó'. Cogí mi coche, lo cargué y eché a andar», explica Jiménez Ifergan, que atiende a ABC desde la ciudad polaca de Cracovia. Ha recorrido más de 3.200 kilómetros en un viaje que le ha llevado más de 36 horas , tiempo en el que apenas ha parado para echar unas cabezadas.
Lo primero que hizo nada más llegar a Polonia fue recoger a unos amigos en la frontera y llevarlos en su coche hasta la capital, Varsovia. Después regresó hasta el sureste del país, donde ya ha visitado varios hangares y campos de refugiados y comprobado el drama humanitario que está causando el conflicto armado que desde hace ocho días conmociona al mundo.
En un principio, entre los planes del empresario estaba contar con un autobús de 83 plazas que iba a llegar desde Rumanía, pero finalmente ha tenido que improvisar. «Este autobús llegaba y se iba, y eso no era viable porque aquí las familias se encuentran dispersas », explica el coleccionista al otro lado del teléfono tras una intensa mañana de gestiones para encontrar una alternativa.
«He conseguido negociar un autobús que ya tengo apalabrado de 49 plazas y espero tenerlas ocupadas entre hoy (4 de marzo) y mañana», sostiene. Sus planes pasan por localizar a mujeres con niños pequeños , los más vulnerables.
En la estación de autobuses de Cracovia ya le espera una familia ucraniana de seis miembros, a los que recogerá en cuando disponga del autobús para poner rumbo a la frontera, situada a unos 220 kilómetros. Una vez allí -señala Ifergan- tendrán que desplazarse por los campos de refugiados y los puestos que han establecido las autoridades hasta conseguir completar el autobús.
Entre las complicaciones está comprobar que todos tengan la documentación en regla. «No quiero que al llegar a España o a alguna frontera tengan problemas», explica. Más aún tras la desesperación que han experimentado en los últimos días. «La hija de un amigo está totalmente traumatizada. Salió en los últimos trenes de Kiev con las bombas cayendo de un lado a otro», narra el coleccionista con el corazón encogido, «en Leviv -Leópolis- más de lo mismo; los trenes abarrotados. Esto es un desastre ».
De camino a Málaga, el autobús -que contará con cuatro conductores- parará para pasar la noche en Francia , donde intentarán, según Ifergan, gestionar el alojamiento con algún hostal para que las familias puedan descansar.
El coleccionista está recibiendo desde Málaga el apoyo y la ayuda del empresario, exconcejal del PP en el Ayuntamiento y cónsul honorario de Rumanía, José Luis Ramos , quien se está encargando de toda la logística una vez que lleguen a Málaga.
Asegura que ya han hablado con las autoridades, entre ellas el Ayuntamiento y la Junta de Andalucía , que por otro lado ya han hecho pública su intención de prestar toda la ayuda necesaria a los refugiados ucranianos.
En cualquier caso, desde que arrancó el viaje, Vicente Jiménez ha recibido numerosos mensajes de particulares y familias malagueñas prestándose a acoger a madres y niños llegado el caso. «Me ha sorprendido gratamente» reconoce, «para mí es una satisfacción personal poder sacar a estas familias de aquí y llevarlas a Málaga. Es todo lo que puedo hacer mientras esperamos todos a que esta guerra acabe».
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