Nuevo obispo de Málaga
Monseñor José Antonio Satué: «Los cristianos no podemos hacer otra cosa que acoger a los inmigrantes»
Entrevista
El nuevo obispo de Málaga llega a la Diócesis con cautela, un mensaje cargado de justicia social y una llamada a la evangelización
Monseñor Satué toma posesión como obispo de Málaga: «Estamos llamados a vivir en humildad»
El obispo de Málaga pide «un talante misionero» a las parroquias y cofradías
Málaga
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónJosé Antonio Satué (Huesca, 1968) tomó posesión el pasado fin de semana como nuevo obispo de Málaga. Lo hizo para sustituir a monseñor Catalá, que deja esta Diócesis andaluza tras cumplir los 75 años. Llega desde Teruel con ilusión y ganas de aprender, con ... la humildad como bastón donde apoyarse, la coherencia bajo el ejemplo de Herrera Oria y una misión de evangelizar a los que se han alejado de Dios, así como de dar justicia social a los vulnerables.
—Solo 70 personas, con usted, han sido obispos en Málaga desde San Patricio en el siglo IV. ¿Pesa la historia?
—No cabe duda. Por un lado, te das cuenta de que hay una desproporción muy fuerte entre la misión que tienes, tus fuerzas y tus capacidades. Ciertamente es muy difícil estar a la altura de un reto de este estilo. Pero por otra parte, también tengo mucha gratitud porque no empiezo de cero. Solo soy el eslabón de una cadena que ni empieza ni acaba conmigo. Por tanto, con la ayuda de Dios y con la ayuda de los malagueños y malagueñas, espero que este eslabón pueda valorar todo lo que se ha hecho en el pasado y relanzar proyectos nuevos que puedan surgir de aquí en adelante.
—¿Conoce Andalucía?
—Poquísimo. Como bien sabéis, nací en un lugar que está a 900 kilómetros de aquí y hasta el año 2021 no hice una excursión medianamente decente por Andalucía. Desgraciadamente, no pasé por aquí por Málaga. Aquí llegué hace dos meses para tomar contacto con la Diócesis, una vez que fui nombrado, y la verdad es que está casi todo por descubrir. Lo que sí que tengo son buenos amigos andaluces. De alguna manera me ayudan a intuir lo que puede ser este tiempo aquí, en concreto en Málaga.
—¿Qué le cuentan?
—Hay división de opiniones. Algunos ciertamente decían que me iba mucho más lejos. Otros me decían que a una tierra extraordinaria. Y eso mismo pasó en mi casa. El sector masculino que muy lejos y el femenino estaba encantado de que viviera aquí, ya de hecho están preparando la vuelta. En Teruel mi casa estaba continuamente llena de gente y espero que aquí siga siendo lo mismo.
—Las cofradías son parte importante de esta ciudad. ¿Cuál espera que sea su relación con ellas?
—Creo que vengo un poquitín preparado. Hubo un tiempo en que la visión que tenía de las cofradías era muy reducida, pero hubo un momento en el que me nombraron párroco de Santo Domingo y San Martín en Huesca. Ese párroco es a la vez el prior de la Archicofradía de la Vera-Cruz, que es la encargada de coordinar a todas las hermandades de Semana Santa. Y cuando uno entra dentro, pues muchos prejuicios que a veces tenemos desde fuera se caen y se da uno cuenta del esfuerzo que hacen, tanto la junta como los cofrades, para organizar las procesiones y, por supuesto, para intentar formar cristianamente a los miembros para desarrollar algún tipo de tarea social que ayude a la cofradía a vivir su ser cristiano de forma más plena. En ese sentido vengo predispuesto positivamente. Espero que me ayudéis para que, poco a poco, ese sentimiento que tienen en la ciudad sea también un sentimiento mío.
«Procuraré que las realidades eclesiales tomen conciencia del tiempo en el que vivimos y de la importancia de nuestra misión»
—¿En su toma de posesión habló de humildad, coherencia y misión. ¿Qué papel deben tener ahí las cofradías?
—La homilía se puede aplicar no solo a las cofradías, sino a cualquier realidad eclesial, también a las parroquias y las delegaciones. A veces estamos como muy acostumbrados a hacer lo que hemos hecho siempre. Y es verdad que para nosotros, católicos, la tradición es muy importante, pero la tradición es importante en la medida en que nos ayuda a seguir avanzando y las estructuras que sirvieron para ser misioneros a lo mejor ahora las tenemos que cambiar. O determinadas actitudes, que en un tiempo sirvieron para contagiar, para compartir lo que nosotros hemos recibido, pues ahora tienen que tomar otro cariz. En ese sentido procuraré que tanto las cofradías como el resto de realidades eclesiales tomen conciencia del momento que vivimos y de la importancia que tiene nuestra misión. Por un lado, para la atención a las personas más necesitadas y, por otro, porque eso es lo que nosotros podemos aportar de específico, de original, el anuncio de Jesús Cristo como el Salvador.
—¿Qué ideas trae para mejorar esa obra social?
—Tanto para las realidades eclesiales que se dedican específicamente a la caridad de la solidaridad como al resto de realidades eclesiales, creo que la tarea de un obispo es conocer. Me parece muy importante valorar, que el trabajo que se hace se reconozca. Por otra parte, aunar esfuerzos, porque en todos los sitios y, a veces en la Iglesia también nos pasa, andamos cada uno con nuestra guerra y, ciertamente, es bueno hacer sinergia. Lo más importante es conocer lo que se hace y luego iremos valorando e impulsando.
—¿Es consciente de que puede ser el obispo que acabó la Catedral de Málaga más de 500 años después?
—Una obra como la Catedral no se termina. No se hace en el sentido de que son obras que, a pesar de ser muy antiguas, están siempre vivas. Es verdad que a veces la viveza se nota muchísimo, otras veces se nota menos, pero sí que me alegraré el día en que digamos que el tejado de la Catedral de Málaga ya está terminado y se puede inaugurar. Podremos levantar una copa para brindar.
—¿Haría la segunda torre o la dejaría 'manquita'?
—Es muy difícil responder a esa pregunta. Tenemos que valorar muchas cosas a la hora de que esto se produzca. Yo no sé, por ejemplo, ahora mismo como está el patrimonio de la Diócesis. Me refiero a esos pueblos más pequeños que no tienen el problema de que hay que hacer una torre. Allí el problema es que a lo mejor hay unas goteras que hay que atender porque, si no, igual se nos cae el tejado. Entonces, ¿me gustaría hacer la segunda torre? Venga, sí, me gustaría, ¿pero será posible? No sé. Hay que ver hasta dónde podemos llegar.
—Hay sitios donde invertir, sin duda, por ejemplo, en los colegios diocesanos.
—Esa es otra realidad que todavía no conozco. Dadme por lo menos un par de meses. Ya intentaré dar respuestas un poco más concretas.
—Andalucía es frontera sur de Europa y su costa testigo de la llegada de inmigrantes, usted que trabaja en la Conferencia Episcopal en Migraciones: ¿Qué podemos hacer?
—A mí cuando se utiliza a la inmigración como munición política me da mucha pena, porque no puede ser que utilicemos a personas vulnerables para decir que tengo razón, que este es un irresponsable o no tiene humanidad. No es un asunto fácil. Es verdad que nosotros como cristianos no podemos hacer otra cosa que acoger a las personas que vienen, pero también reconocemos el derecho y la obligación que tienen los estados de regular la migración. Ahí hay una serie de equilibrios difíciles de llevar adelante, pero importantes. Creo que tenemos que ver a los inmigrantes como personas que están en una situación muy complicada. Cuando se habla de los niños con tanta ligereza me duele el corazón, porque son chicos y chicas que han venido en unas situaciones muy complicadas y han sufrido mucho en el viaje. Lo que no podemos hacer es que esos niños se conviertan en una pelota de ping-pong para luchas políticas.
—¿Cómo le influye el legado del Papa Francisco en esa defensa de los más vulnerables?
—Si uno repasa lo que dijo San Juan Pablo II, luego lo que dijo por supuesto Benedicto XVI y después Francisco no hay absolutamente ningún cambio porque pertenece a nuestra esencia. Si uno se acerca al Evangelio se da cuenta de que Jesús, en muchas ocasiones, de una forma incluso provocativa, pone como ejemplo a los inmigrantes. El samaritano era un extranjero. Y tantos otros ejemplos en los que Jesús de alguna manera, como dice la carta a los Efesios, ha venido a tirar ese velo que separa a los pueblos. Porque somos fraternidad. 'Fratelli tutti'. Necesitamos recuperar esa visión evangélica. Nosotros cuando hablamos de este tema no hablamos desde una tendencia política, sino desde el núcleo del Evangelio de Jesús.
—Siempre cerca de los vulnerables. Usted también estuvo con las víctimas de abusos...
—Procuro estarlo porque me parece que en la medida en que las personas, y también las sociedades o las instituciones como la Iglesia, ponemos en el centro a las víctimas, no solamente salen beneficiadas ellas, sino que la institución en concreto sale beneficiada. Vengo de Huesca y allí nuestro patrón es San Lorenzo, al que hice alusión en el inicio de pontificado. San Lorenzo definía a los pobres como los tesoros de la Iglesia. Es decir, no como gente que había que soportar, sino como un tesoro. A mí esa frase me llama la atención y procuro, por lo que supone de humanidad para ellos, pero también de oportunidad para nosotros, que las víctimas de cualquier tipo de abuso ocupen un lugar en nuestro corazón y en nuestras instituciones.
—¿Por qué?
—Pues porque cuando uno se acerca al que sufre primero se da cuenta de la riqueza de esas personas y, por otra parte, uno también experimenta que a veces va con la ayuda o con el deseo de ayudar y se encuentra que, precisamente, en ese encuentro él mismo es ayudado. Cuando escondemos nuestra miseria, tanto personalmente como institucionalmente, las miserias se van multiplicando. Cuando somos capaces de reconocerlas y somos capaces de asumirlas vamos creciendo.
«Cuando uno se acerca al que sufre se da cuenta de la riqueza de esas personas y en ese encuentro él mismo es ayudado»
—Habla de humildad y coherencia. ¿Nos falta de las dos?
—No lo dije porque no hubiera, sino porque son valores que siempre tenemos que cubrir. Nos tenemos que ir redescubriendo y reviviendo. En todo caso, primero porque son virtudes tremendamente evangélicas y segundo porque me parece que pueden ayudar mucho de cara a la misión. ¿Puedo predicar el Evangelio del amor con un puñetazo en la mesa? Mal asunto. Predico a Jesús manso y humilde de corazón, lo que no puedo es con la boca decir una cosa y con mi actitud espiritual otra. La humildad me parece que es esencial para crecer como personas, porque me permite aprender de ti y quizá abrirte a ti a que yo pueda enseñarte algo. Es también absolutamente esencial para relacionarnos con Dios. Y con respecto a la coherencia, lo mismo, o sea, todas las celebraciones cristianas pedimos perdón porque somos conscientes, precisamente, de nuestras incoherencias y, a veces, desde fuera se ven muy bien y nos acostumbramos a nuestras propias incoherencias. Son como actitudes que nos ayudan a crecer hacia adentro y hacia afuera.
—¿Qué mensaje le manda a los fieles de la Diócesis de Málaga?
—Que tengan paciencia conmigo para que poco a poco pueda ir aprendiendo la forma de ser, la forma de pensar, la forma de relacionase. Después, que vengo con muchas ganas, porque estoy convencido de que va a ser una etapa personal de mucho crecimiento. Por otra parte, que estoy dispuesto a colaborar no solamente como persona, sino como obispo y, por tanto, como representante de esta Diócesis, con las instituciones y con estas realidades sociales. En ese sentido, tengo las manos abiertas para poder asumir proyectos y dialogar con todas las personas que estén dispuestas a tender esos puentes.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete