La huella de la historia bajo los pies de Málaga
Un viaje por el subsuelo de la capital desvela un refugio de 1936, leyendas y pasadizos entre la Alcazaba y el centro, yacimientos fenicios y romanos, y una guía para visitar lo que ya es accesible
Málaga
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Iniciar sesiónLa ciudad que luce al sol también late bajo las losas. En el subsuelo se esconden refugios de guerra olvidados, túneles cargados de leyenda, cloacas centenarias, aljibes y factorías de garum. Entre murallas fenicias y termas romanas afloran hallazgos recientes que obligan a ... redibujar la historia de Málaga.
El subsuelo malagueño ha sido una segunda piel. Los malagueños lo han usado para salvar asedios, traer agua, escapar de las bombas o hacer industria. También se ha horadado para conectar barrios y domar la orografía. Ese empeño resume una idea: Málaga ha aprendido a negociar con su geografía desde abajo.
A espaldas del Ayuntamiento, junto al ascensor de la Alcazaba, hay una cancela de hierro que muchos pasan sin ver. Detrás se abre un corredor de unos 50 metros, excavado a toda prisa en 1936. Es el refugio antiaéreo del Consistorio republicano.
El historiador malagueño Manuel Olmedo, vicepresidente de la Asociación Bernardo de Gálvez, conoce el lugar y su contexto. «Se hizo para que los políticos municipales, en caso de bombardeo, pudieran refugiarse allí», ha recordado.
Un pasadizo de leyenda
Olmedo ha trabajado décadas en el Ayuntamiento y ha dejado otra pista clave. «El pasillo secreto existió», ha dicho sobre una comunicación directa entre la Alcazaba y la ciudad que vio un arquitecto cuando se iniciaron las obras del Cine Albéniz. El experto arqueológico ha añadido que se demolió con los nuevos cimientos.
Las leyendas subterráneas no nacen de la nada. En zonas andalusíes hubo aljibes, minas de agua y pozos. Dentro de la Alcazaba se conserva el brocal del Pozo Airón, con decenas de metros de profundidad. Son trazas de una ingeniería hidráulica útil en asedios. Bajo la ladera sur, la llamada «mina de agua» de la Coracha testimonia esa vocación de extraer y conducir.
El mapa subterráneo se completa con arqueología que hoy se ve. El Teatro Romano, al pie de la Alcazaba, salió a la luz en 1951. Se exhibe al aire libre y tiene centro de interpretación. Bajo la pirámide de cristal de la calle Alcazabilla se asoman piletas de una factoría de salazones tardoantigua. Cuando el teatro cayó en desuso, el solar cambió de oficio, pasó de los versos a la salsa de pescado.
El Museo Picasso Málaga, en el Palacio de Buenavista, conserva en sus sótanos una secuencia única con murallas fenicias, estructuras púnicas y restos romanos accesibles al público. Arriba está el arte de Picasso; abajo, la antigua Malaka, un patrimonio que muchos visitantes pasan por alto.
El Museo de Málaga, en la antigua Aduana, conserva mosaicos romanos que muestran la vida cotidiana de la Malaka del siglo IV, junto a piezas fenicias como la Tumba del Guerrero y colecciones islámicas y medievales.
La Alcazaba y el Castillo de Gibralfaro, accesibles con una misma entrada, permiten recorrer murallas y aljibes que recuerdan la importancia del agua en época andalusí. El Pozo Airón, aunque se conserva dentro de la fortaleza, permanece cerrado al público.
El catedrático de Arqueología de la Universidad de Málaga, Bartolomé Mora, ha ofrecido una visión de conjunto. El experto distingue entre Málaga bahía y Málaga ciudad. «La bahía de Málaga es muy importante desde el punto de vista de la colonización fenicia», ha explicado. Sitúa un asentamiento arcaico hacia finales del siglo X a.C. en la zona del actual aeropuerto, y un poblado de entidad en el Cerro del Villar, ya en el siglo VIII a.C., con calles y urbanismo, activo hasta los siglos VII-VI a.C.
Esa secuencia enlaza con lo que hoy se excava. Según José Suárez, director de las investigaciones en el Cerro del Villar, la campaña ha permitido documentar grandes edificios fenicios de 300 metros junto a la antigua playa y, ya en el siglo V a.C., un asentamiento con talleres de cerámica y contenedores para conservas de pescado exportadas por todo el Mediterráneo.
Suárez ha precisado que el Cerro del Villar ofrece un urbanismo del siglo VII a.C. conservado de forma excepcional, y que, además, hay una factoría de salazones de época romana tardoimperial en muy buen estado, en uso hasta inicios del siglo V d.C. Todo eso confirma una ocupación prolongada y complementaria por sectores. Es ciencia en marcha y con margen. «Hemos investigado un 10%», ha desvelado.
También pesan los hallazgos recientes. En la Catedral, durante una obra, han aparecido materiales del Calcolítico. La ciudad retrocede así un milenio más en sus orígenes conocidos, Mora lo ha calificado como «prehistoria pura». Es un salto temporal notable que encaja con ocupaciones prefenicias en la desembocadura del Guadalhorce y otros puntos de la bahía. No es una continuidad, pero sí un pasado más hondo.
En Málaga, el pasado está literalmente bajo los pies. Desde el Calcolítico a la Guerra Civil. Desde la muralla fenicia al túnel de la Alcazaba que hoy usan los coches. La historia corre por galerías, cloacas, minas, salas y piletas.
Málaga presume de luz y mar, pero puede presumir también de capas. La postal solar se completa con un mosaico subterráneo. Allí están la ciudad fenicia y la romana, las cloacas medievales y los pozos, el refugio de 1936 y el túnel que cruza la Alcazaba. Conviene bajar la vista y leer porque Málaga no solo está a orillas del Mediterráneo, también pisa milenios de historia. Abrirlos al ciudadano es un deber y una ventaja, la identidad se asienta mejor cuando se entiende el suelo que la sostiene.
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