La exposición cofrade de los cinco sentidos: de oír La Soledad a oler el arrepentimiento de San Pedro

La clave diferencial está en que el visitante no contempla: participa, interactúa y siente el conjunto de las Negaciones y Lágrimas de San Pedro, con Jesús de la Soledad de Antonio Bernal como eje, a través de recursos sensoriales y digitales integrados en el propio discurso. La exposición puede disfrutarse en el Museo de la Semana Santa «Jesús Castellanos» (Palacio-Hospital de San Julián) hasta el 15 de noviembre.

La propuesta nace con un enfoque inclusivo poco habitual en el ámbito cofrade: todo, cartelas, dispositivos, itinerarios y contenidos, se ha concebido desde el principio para que cualquier persona, tenga o no discapacidad, pueda disfrutarla en igualdad de condiciones.

Hay especial atención a visitantes con baja visión, dificultades auditivas, movilidad reducida o TEA, integrando braille, pictogramas, códigos Navilens, audiodescripciones, interpretación en LSE y subtitulado adaptativo, de modo que la accesibilidad no es un añadido, sino el verdadero núcleo del proyecto.

En lo tecnológico, el montaje juega a dos bandas: la tradición de la talla y su «gemelo digital». La fotogrametría, el escaneado 3D, la impresión aditiva y la realidad virtual conviven con la navegación gestual y un paisaje sonoro que guía el recorrido. La iniciativa la impulsa la Hermandad del Dulce Nombre; suma la colaboración de la Universidad de Málaga (UMA) y cuenta con el apoyo de Fundación ONCE, Fundación Unicaja y Opossum Studios.

El resultado permite entender la obra y su puesta en escena con una precisión imposible en el contexto de la procesión del Domingo de Ramos, invitando a detenerse en gestos, pliegues e iconografía que suelen pasar inadvertidos. El «4.0» del título no es retórica: es la declaración de una lectura contemporánea del patrimonio religioso.

El itinerario se abre con una introducción que sitúa el misterio y traza el mapa de devociones a San Pedro en España, a través de un grafo que adelanta el hilo conductor: lágrimas, arrepentimiento y penitencia. La primera sala muestra el dibujo preparatorio de Bernal y las piezas de san Pedro y el gallo, junto a grabados históricos también interpretados en 3D.

Allí arrancan las «estaciones de olor»: esencias terrosas asociadas al apóstol frente al frescor de la mañana que evoca el canto del ave. El visitante puede comprobar al tacto motivos formales e iconográficos, sin depender solo de la vista.

La siguiente secuencia conduce al ámbito militar. Anatomías en tensión y rostros crispados de la milicia hebrea subrayan por contraste la fragilidad de Pedro. Las reproducciones aditivas permiten reconocer corazas, correajes y armas, mientras una estación olfativa recrea sensaciones ásperas con matices metálicos y notas de sangre seca. Es un capítulo que enfatiza la retórica de la fealdad moral, autoridad frente a conciencia, y prepara el tránsito hacia el núcleo emocional del episodio.

A continuación surge la figura de la sirvienta, cuyo gesto acusador desencadena el drama. La curaduría traduce esa aspereza a un olor punzante e incómodo y propone un recorrido táctil por un grabado barroco y por el perfil reproducido de la mujer. La escena se plantea como un choque de miradas, la suya y la de un soldado incrédulo, que condensa el instante en que la palabra niega y la conciencia despierta.

El culmen devocional llega con Jesús de la Soledad, acompañado por un perro. La serenidad del Señor y la lealtad vigilante del can se convierten en fragancias contrapuestas: inocencia y pureza, frente al dulzor del afecto incondicional. Este espacio ralentiza la marcha y pide contemplación cercana; aquí se entiende por qué la muestra permite «oír La Soledad»: el ambiente sonoro envuelve sin estridencias y acompasa el paso con respeto a la imagen.

El final del recorrido es un pequeño laboratorio inmersivo que recrea el patio de Caifás. Mediante realidad virtual derivada de la fotogrametría y navegación gestual, el visitante comprende la disposición espacial del conjunto y los trazados de las miradas en el instante de las negaciones. Como colofón sensorial, una degustación de grajeas traslada al gusto las familias olfativas presentes en cada ámbito y completa, literal y simbólicamente, la promesa de los cinco sentidos.

La agenda paralela amplía el alcance. El simposio nacional «Antequam gallus canet: patrimonio cultural, turismo inclusivo y tecnomuseografías posdigitales» reúne a especialistas los días 23 y 30 de octubre y 6 de noviembre para debatir sobre accesibilidad, creación y tecnologías en relación con el patrimonio. El 7 de noviembre, el Gastrocampus de Innovación de la Facultad de Turismo acoge una jornada práctica que explora vínculos entre patrimonio, creación, experiencia olfativa y sabores de la memoria: teoría y práctica para que la inclusión no se quede en el enunciado.

La exposición es, en suma, un hito metodológico para el ecosistema cultural malagueño: demuestra que la Semana Santa también puede contarse con lenguaje sensorial y herramientas del presente, sin traicionar su raíz. Al salir, uno no solo recuerda lo visto: recuerda lo que oyó, lo que tocó, lo que olió y lo que, por primera vez, probó como traducción gustativa del arrepentimiento de Pedro. Esa memoria múltiple es, precisamente, la diferencia.