Atrapados por la riada en Málaga: «Tuve que salir nadando por la ventana»
Los vecinos en la 'zona cero' en el Valle del Guadalhorce explican que cada diez años hay una inundación
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Álora / Pizarra / Cártama
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Iniciar sesiónFrancisco Muñoz, que lleva 30 años con una parcela a los pies del río Guadalhorce en Álora asegura que «cada diez años el agua toma su lugar». «El río se desborda y anega todo. Aquí no llueve casi nunca y se van vendiendo parcelas. Se ... viene gente hasta que llega la riada y todo se anega», reconoció este veterano vecino, que vio este pasado martes cómo a algunos de sus conocidos los tenían que rescatar en helicóptero. «Aquí al lado tenían una caravana y lo sacaron del tejado con el helicóptero, que pasó por encima de los perales rozando las ramas. Igual que a otra familia más allá», recordó Muñoz, que ha sido testigo ya de varias riadas en Álora.
Este fue el primer pueblo que recibió la crecida del río Guadalhorce, que los ha dejado sin agua en los grifos. «Es el mayor problema. Están todos los pozos llenos de lodo, contaminados», remarcó el alcalde Francisco Martín, junto a una empresa de construcción donde pudo haber una tragedia con un trabajador que ayudaba a sus compeñeros.
Miguel Osuna, al empezar a llover, fue a sacar del aparcamiento de la nave los coches de sus compañeros que se habían ido a trabajar fuera del pueblo. «Estaba quitando vehículos cuando vi venir la riada. Salí corriendo hacia arriba, para la carretera, encima del puente. Fue en un minuto y, cuando me giré, todos los coches estaban ya flotando», afirmó este trabajador entre coches destrozados.
El río desbordado siguió hace Málaga capital, que es donde desemboca. A su pasó arrasó con la barriada de Hipólito en Pizarra. José Ruiz acababa de salir de su finca. Dejó en casa a su familia, así como a los inquilinos de una segunda casa que tiene en esta explotación de cítricos. «Me llamaron y me dijeron que no podían salir, que la casa estaba rodeada de agua. No me lo podía creer. Me vine para acá y, al llegar, ya no podía entrar», apunta.
A su familia la tuvieron que rescatar desde una terraza de la casa, cuando el agua llegó casi a cuatro metros de altura. «Los inquilinos de la otra vivienda se subieron al tejado de la nave de los cítricos y de allí los sacó también la Guardia Civil con el helicóptero», añade este vecino, que cuantifica los daños en más de 100.000 euros por la pérdida de la varios coches, furgonetas, maquinaria y camiones, pero su familia pudo salir de la finca volando con un arnés enganchada a un cable.
Otra de las zonas afectadas fue Cártama, donde Silvia Mena fue una de las últimas rescatadas en una zodiac. «Vine a cuidar los animales, porque tengo varios perros, caballos, gallinas... De repente me vi con el agua por el cuello, tratando de salvar a los perros. Me subí al tejado de la casa prefabricada y allí me localizaron con un dron. Estuve dos horas en el tejado hasta que me sacaron», explicó esta mujer, cuyos vecinos han visto arrasadas sus fincas. «Mi casa no está. Ha desaparecido. Era una ilusión, donde venía con la familia, pero ya no queda nada», lamentó Iván López.
La riada siguió bajando hasta Doña Ana, una pequeña barriada de Cártama, donde Anuar El Kanfaui y Soraya García temieron por sus hijos. «El río no estaba crecido, pero de repente empezó a salir agua por enchufes y por la lavadora. Por la puerta entraba a borbotones. Dentro de la casa había dos metros. Nos subimos a la parte de arriba y vimos como iba subiendo la escalera. Era agobiante», relató Soraya con su hijo de un año y medio en brazos.
No acabó ahí, cuando el río bajó el agua seguía dentro y no podían salir. «Tuve que salir nadando por la ventana, para abrir la puerta de la casa y que se fuera el agua. Así pudimos salir», narró Anuar, a quien ahora le ofrecen comida para los niños y ropa, después de tirar gran parte de sus pertenencias a la basura.
Aquí también están acostumbrados a las riadas. «Cada siete u ocho años nos pasa esto», explicó Ana Cuesta, que a sus 84 años ya ha vivido varios desalojos en el barrio y que reseña que no tiene ni luz ni agua en casa por el desastre. Y es verdad que estos vecinos están acostumbrados a lidiar con las riadas. En la calle Emilia Pardo Bazán, que es la que está junto al río, los vecinos habían hecho pequeños muros en la puertas para evitar que subiera el agua. Así han minimizado los daños.
La crecida les llegó sobre las 17.00 horas y al ver que bajaba hicieron las 'contrapuertas'. Ana Rebollo salta un pequeño tabique para entrar a su casa y cuenta que la llegada de esa «gran ola» fue «de repente». «Subió hasta las 20.00 horas y bajó sobre la medianoche», añadió.
Acostumbrada a esas crecidas Claudia Pérez se refugió en la segunda planta de su domicilio. «Veía subir el agua y me comencé a agobiar, quería salir, pero no podía. Siempre vemos que sube y luego baja. Es cuando empezamos a quitar el barro», apuntó esta vecina, que como otros muchos se afanaba en recuperar sus hogares de la enésima inundación en esta zona de Málaga. Una riada que esta vez se ha cobrado la vida de una persona.
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