28-F. Día de Andalucía
Málaga 1977: el día de la blanca y verde que se tiñó de rojo y negro
Escenarios para una autonomía
Las multitudinarias manifestaciones del 4 de diciembre fueron la espita popular que hizo imparable el proceso de autogobierno. Sólo el luto por García Caparrós ensombreció una jornada histórica
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Iniciar sesión«La frontera del futuro». La trascendencia de aquel 4 de diciembre de 1977 en la que toda Andalucía estaba convocada a salir a la calle para exigir su autonomía la sintetizaba en sólo cuatro palabras el titular de portada del ABC de aquel domingo ... de ilusión colectiva en blanco y verde, acompañadas de una bella imagen de un niño ondeando una bandera andaluza en Ronda. Unos colores que, a pesar de teñirse de rojo sangre y del negro del luto por la muerte por disparo del joven Manuel José García Caparrós en Málaga, impregnaron con tal potencia cada rincón de nuestra geografía que hicieron imparable el proceso de autogobierno.
Esa jornada, más de millón y medio de andaluces fueron una voz única que aglutinó voluntades, venció resistencias y torció del todo las bisagras de la historia de la región. Hasta servir el referéndum de 1980 y el Estatuto de Autonomía del año siguiente. Ese día, la Andalucía real impulsó a la oficial. Pese a ello, durante décadas ha sido una fecha relegada. Una efeméride casi escondida ante el boato institucional del 28F. «Es como un paso de Semana Santa que se saca en el día señalado y luego pasa un año encerrado», resumió una vez Rafael Escuredo. Hoy felizmente recuperada la fecha como 'Día de la bandera', queda claro que la fuerza del 4D lo convirtió en nuestro «día D». El día en que Andalucía se convirtió en sujeto político de primer orden.
¿Cómo se llegó a esa fecha histórica? En junio de ese mismo año se habían celebrado las primeras elecciones generales tras la muerte del dictador. Los diputados y senadores electos constituyeron en octubre la Asamblea de Parlamentarios, que se marcó como primer objetivo la redacción de un estatuto de autonomía y la exigencia de que se concediera antes la 'preautonomía'.
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Ese animoso trabajo de los representantes electos venía respaldado por una cada vez mayor reivindicación popular del hecho andaluz. Como seña identitaria, también. Pero sobre todo, porque el autogobierno se atisbaba como herramienta de desarrollo e instrumento necesario para dejar atrás la sempiterna marginación de Andalucía. Una región de atávico subdesarrollo a la que los años oscuros del franquismo, ocupado en 'cuidar' otros territorios, apenas la habían favorecido más allá de convertirla en incipiente destino turístico.
Málaga 1977
El 4 de diciembre se desarrollaron en toda Andalucía las masivas manifestaciones que desembocaron en la autonomía. Fue una jornada festiva, pero que se vio empañada en Málaga por culpa de la muerte del joven Manuel José García Caparrós, al que alcanzó un disparo después de la revuelta que se formó cuando el presidente de la Diputación malacitana se negara a ondear la bandera andaluza.
15 junio: elecciones
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4 diciembre: manifestaciones masivas
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5 diciembre: altercados
La muerte del joven sindicalista genera notables altercados en Málaga. Dimite el presidente de la Diputación que se negó a poner la bandera
El grito, larvado y transversal, era por tanto de justicia social. Aunque se miraba de reojo cómo iban avanzando ya los procesos autonómicos de Cataluña y País Vasco, los manifiestos consensuados para aquel día no hablaban de RH, sino de la imperiosa necesidad de solucionar «la emigración de los hombres y los recursos de Andalucía; un elevado índice de paro, una difícil situación en el campo, que hace que unas tierras tan ricas como las nuestras no puedan garantizar el sustento de los que en ella viven; una escasa y mal planificada industrialización; y unas condiciones de vida que son muy inferiores a las de otras zonas del país».
Hasta en el fútbol
Y al fin llegó el 4 de diciembre, que se despertó desapacible y lluvioso. Llegados a este punto, no iban a importar las inclemencias meteorológicas. Las manifestaciones fueron masivas en las ocho capitales de provincia y en otras ciudades medias. En los estadios de fútbol, donde el Betis ganó ese día 2-1 al Burgos y el Cádiz empató a cero con el Sevilla, los jugadores salieron portando una bandera. También en Madrid o Barcelona miles de andaluces tomaron sus vías principales.
En general, apenas hubo altercados. «Si exceptuamos la nota luctuosa de Málaga, la sordina de la sensatez redujo los incidentes en todas partes a la mínima expresión. Y en Málaga apareció el luto precisamente por la falta de sensatez en dejar de poner la obligada bandera, la bandera que ha despertado y unido a todo el pueblo», informó ABC el martes 6. Recordemos que los lunes no había periódico.
Entonces, ¿qué ocurrió? ¿Por qué una jornada de esperanza acabó en duelo y con graves altercados en la capital malacitana? ¿Cuál fue esa «falta de sensatez» que terminó con el joven García Caparrós, un trabajador de 18 años de las Cervezas Victoria, sindicalista de CC.OO., como involuntario mártir de la 'revolución andaluza'?
Pese a que el sentir autonomista era mayoritario, aún quedaban en la oficialidad elementos de reacción que se negaban a aceptar los inevitables cambios que había de transitar España.
Uno de ellos era el entonces presidente de la Diputación de Málaga, Francisco Cabeza. Dos días antes de la manifestación ya había trascendido que se negaba a colocar ninguna bandera andaluza en el edificio. Una provocación. En la madrugada del 4 de diciembre, brigadas de extrema derecha se dedicaron a pintar banderas nacionales en el recorrido de la marcha y a romper los carteles que animaban a secundarla. Y así se llegó al domingo, en un clima de tensión por una absurda 'guerra de banderas', porque pronto se vio que ambas enseñas iban a ser perfectamente compatibles.
Desde muy temprano, la plaza de la Marina estaba abarrotada de personas de todas las edades. Como en resto de la región. Pese al nublado, refulgía el blanco y verde de banderas y bufandas. La cabeza del desfile, formada por parlamentarios de todos los partidos, empezó a andar llegado el mediodía. Fue cuando la marcha estaba terminando y el socialista Rafael Ballesteros leía el manifiesto junto al Puente de las Américas cuando Málaga se sumió en el caos.
Miles de personas se habían quedado frente a la Diputación para quejarse por la ausencia de la bandera andaluza, a gritos de «Cabeza, dimite, el pueblo no te admite» o «dimisión, cabezón». Un joven, Juan Manuel Trinidad, trató de escalar la fachada del edificio para colocar la enseña. Fue la mecha definitiva. A partir de ahí comenzaron las cargas de los antidisturbios, disparando pelotas de goma. Un poco después, un grupo de la Policía Armada se quedó sin esta munición y se vio acorralado por un grupo de manifestantes. Dispararon sus armas cortas. Cayó García Caparrós, con un agujero de bala en la chaqueta. Murió desangrado en un Seat que lo llevó al hospital.
Francisco Cabeza
El presidente de la diputación de málaga se negó a colocar la bandera andaluza, lo que motivó los graves disturbios en la ciudad
Más de 30.000 personas asistieron a su entierro y Málaga vivió los dos días siguientes episodios de auténtica guerrilla urbana. El presidente de la Diputación presentó su dimisión. O se la presentaron. En el balcón del edificio, ya sí, ondeaba una gran bandera andaluza con un crespón negro, que habían comprado los propios trabajadores de la institución. El despertar autonomista comenzó manchado de sangre, pero el movimiento era ya imparable. «La más hermosa tarea sería aprovechar esta fuerza en beneficio común», escribió ese martes el director de ABC de Sevilla, Nicolás Salas.
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