La indignidad de Marlaska

Entre las críticas –además de la inseguridad de los agentes que van desprotegidos a luchar contra narcotraficantes con armas de guerra cuya munición atraviesa sus vehículos y chalecos– está el ascenso de los mandos responsables de la operación suicida de aquella noche. Se les envió, como en la carga de Bataclava, a la muerte. La orden se dio desde el Teatro Falla. Esa mañana Marlaska había estado presumiendo en Cádiz sobre el éxito en el Estrecho, y alguien pensó en las medallas y no en la vida de los agentes. Si esas dos muertes no pesan sobre su conciencia, es sólo por una razón: desde hace tiempo parece no tener la mínima conciencia. Actúa con indiferencia insensible a la desprotección de los agentes que denuncia Europa. Siempre nos quedará la incógnita de los motivos de un juez de prestigio para achicharrarse así, desacreditado por completo, en el terreno enlodado de la política.