El tren turístico de Granada cambia de itinerario por cuarta vez en sus doce años de convulsa historia

Así justifica la concejala de Movilidad del Ayuntamiento de Granada, Ana Agudo, una decisión que entre muchos residentes ha sido acogida con indisimulada alegría. El tren turístico que tanto dificulta el tránsito por la Carrera del Darro, también llamada Paseo de los Tristes, dejará de pasar por allí a partir del próximo 17 de septiembre. Es el cuarto cambio de itinerario que sufre en doce años de existencia.

Tampoco lo hará por la Cuesta de Chapiz ni por la calle Pagés. Llegará al Albaicín, pero a la zona alta, a la altura del mirador de San Cristóbal pasando por la carretera de Murcia. Evita así pasar por lugares que no sólo están llenos de turistas, sino que también son angostos y potencialmente peligrosos. Es la última modificación, de momento, para un servicio que siempre ha tenido detractores.

El tren empezó a funcionar el 5 de diciembre de 2013 con el objetivo de unir el centro de Granada con la Alhambra, pasando de camino por varios puntos de interés. Consta de tres vagones –el del conductor y la máquina y dos para pasajeros- mide aproximadamente treinta metros de largo y, aunque es un servicio discrecional, resulta evidente, para cualquiera que se fije, que el público local no lo utiliza.

Casi desde su puesta en marcha ha generado problemas, sobre todo porque en su itinerario inicial discurría por calles del Albaicín en las que, aunque el conductor empleara toda su pericia, era harto complicado salir airoso de algunas curvas estrechas y otros obstáculos naturales. El Albaicín, no está de más recordarlo, es un barrio declarado Patrimonio Mundial por la Unesco y el tráfico, que algunos colectivos entienden que debería ser sencillamente desterrado, está limitado.

Tuvo varias averías, pero el vaso se colmó tras un accidente que sufrió en septiembre de 2018 en el Carril de la Lona. No hubo heridos, pero sí que se generó un atasco considerable. El ayuntamiento, entonces presidido por el socialista Paco Cuenca, abrió expediente a la empresa concesionaria y suspendió cautelarmente el servicio «hasta que se garantizara la seguridad».

A esto se han sumado con el tiempo varias cosas: problemas de coexistencia en zonas de prioridad peatonal, como las calles San Jerónimo o Alhóndiga y la Plaza de la Romanilla, retenciones por su culpa en lugares ya suficientemente saturados de tráfico antes de su llegada, como las calles Pavaneras o Molinos, quejas de algunos usuarios por la estrechez con la que viajan, que les obliga a encoger las piernas al máximo… Definitivamente, no es un medio de transporte que guste a todo el mundo.

Tras el accidente, el tren siguió funcionando, aunque no volvió a pasar ni por el Carril de la Lona ni por la empinadísima Cuesta de Alhacaba. En cambio, se amplió en otro tramo para llegar hasta el Monasterio de la Cartuja. Los cambios, en realidad, han sido otra constante a lo largo de sus doce años: el que ahora se acomete es el cuarto de esa corta historia, que sin embargo no parece que vaya a terminarse, al menos en breve. Ana Aguado ha garantizado su continuidad.

«Granada necesita un transporte turístico adaptado a su realidad patrimonial y vecinal, y por eso estamos trabajando en un modelo más equilibrado, moderno y sostenible. Nuestro objetivo es que el tren turístico siga siendo un aliado del turismo, pero también de los vecinos y de la protección de nuestro patrimonio», ha indicado.