El pequeño pueblo de Granada que está lleno de historias, algunas muy 'reales'
Obéilar, una pedanía de Íllora de casi 500 habitantes, nutrió de madera a la Armada Invencible, logró una estación de tren y recibió varias veces a Alfonso XIII
Conserva bonitas casas señoriales, un palacio del siglo XIX y se une con el vecino municipio de Láchar por un puente diseñado por Gustave Eiffel
El desconocido pueblo de Granada que esconde una de las grandes joyas de Eiffel
Granada
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Iniciar sesiónUn pueblo pequeño puede tener detrás una historia muy grande. Obéilar no es ni siquiera un municipio sino una pedanía de Íllora, en la provincia de Granada, donde viven menos de 500 personas. Sin embargo, tuvo una estación de tren propia, ... donde se bajó de vez en cuando el Rey Alfonso XIII y desde la que se agasajó al escritor José Zorrilla. Allí hay tres casas señoriales y un palacio muy considerables y la madera de la zona sirvió para nutrir de cañones a la Armada Invencible. En fin, que tiene de lo que presumir.
Hay constancia de que durante la época musulmana hubo allí un asentamiento, y el nombre de Obéilar, de hecho, procede del árabe. Pero no fue hasta la etapa cristiana cuando empezó a cobrar importancia. Formaba parte del Soto de Roma, una enorme finca de más de veinte mil hectáreas que abarcaba los actuales municipios de Fuente Vaqueros, Valderrubio o Chauchina.
Según explica Juan Francisco Palma, historiador local y autor de varios libros sobre Íllora, cuando los Reyes Católicos compraron sus propiedades a Boabdil el Chico, la finca engrosó el patrimonio de la Casa Real española. «Entonces había allí un bosque enorme y denso y se pensó que esa madera podría usarse para la fabricación de cureñas», narra, refiriéndose a las bases de madera de los cañones de entonces. Las cureñas de Obéilar se perdieron en el naufragio de la flota enviada por Felipe II para combatir a los ingleses en 1588.
Cuando el metal sustituyó a la madera, la fábrica ya no tenía sentido y terminó por desaparecer, «aunque hay registros que acreditan que funcionó hasta el siglo XVIII», apunta Palma, que añade que, a partir de ahí, la inmensa finca se utilizó como coto de caza, aunque parte de ella, en el término municipal de Íllora, se regaló al Duque de Wellington por su ayuda contra los franceses en la llamada Guerra de la Independencia, a principios del XIX.
Más adelante, en 1868, la reina Isabel II fue expulsada de España en lo que se conoció como la Revolución Gloriosa. Lo que quedaba de la finca, que seguía siendo de la Casa Real, lo tuvo que vender y Carlos Marfori, duque de Loja y diputado en Madrid, le compró el trozo donde está Obéilar y allí levantó un palacio donde venía a pasar sus días de ocio.
Por entonces, añade el historiador local, se estaba ampliando la línea ferroviaria que arrancaba en Algeciras y, tras pasar por Ronda y Bobadilla, iba a llegar a Granada. Lo lógico era que tuviera un apeadero en Íllora, «pero el ayuntamiento de entonces no quiso pagar lo que le pidieron a cambio y entonces Marfori dijo que él ponía el dinero pero, a cambio, el tren debía llegar casi hasta la puerta de su casa». Así se hizo, el trazado se desvió unos cuatro kilómetros y así surgió la estación de Obéilar.
Aún en el siglo XIX se instaló en el lugar una familia adinerada, la de los Ibáñez. El patriarca y su mujer tuvieron nada menos que once hijos, una de las cuales, Gloria, fue amiga personal de Federico García Lorca. Para que vivieran allí tres de sus vástagos, Ibáñez padre les construyó tres palacetes la mar de vistosos. Esas cuatro edificaciones resaltan en un pueblo que, de esa manera, es mucho más atractivo que los que lo rodean.
A finales del XIX y principios del XX entra en escena Julio Quesada-Cañaveral, duque de San Pedro de Galatino y hombre ligado a Granada por mil motivos, entre ellos por ser el constructor del ferrocarril entre la capital y Sierra Nevada. Estudió con el Rey Alfonso XIII y tenía una gran relación de amistad con él.
El duque era un emprendedor nato y tenía muy buen olfato para los negocios. Por entonces proliferaron en la provincia las azucareras y él montó una en Láchar, a pocos kilómetros de donde se desarrolla esta historia. En Láchar hizo construir un palacio, que se puede visitar y donde se hospedaba el monarca, tras llegar a la estación de Obéilar.
Un artículo publicado en ABC el 31 de noviembre de 1908 resume así una de sus visitas: «A la estación de Íllora-Láchar, adornada con banderas y escudos, llegó el tren real a las siete de la tarde. Esperaban al monarca el pueblo en masa, comisiones de dicho pueblo y de la capital. En el momento de entrar el tren real, la Banda Municipal tocó la Marcha Real y se encendieron múltiples bengalas y hachas de viento, mientras se disparaban gran número de cohetes y lucían varios grupos de mecheros de acetileno.
Después de cumplimentado por las autoridades, el conde de Benalúa llevó al Rey a visitar sus graneros que están en la misma estación. En ellos había trigo por valor de mil duros, producto de la cosecha del año pasado. Terminada esta visita, transbordó S.M. al vagón pequeño muy bonito, construido ex-profeso para este viaje, dirigiéndose a Láchar distante siete Km. El pueblo de Láchar hizo un entusiasta recibimiento al rey, vitoreándolo y quemando profusamente bengalas y cohetes. A la entrada del pueblo había dos arcos con dedicatorias a D. Alfonso XIII.
Con el Rey hacen el viaje desde Íllora, por el ferrocarril azucarero de vía estrecha, además de los personajes palatinos, el conde de Benalúa y los duques de Arión, Alba y Santoña y otros invitados a la cacería. Al día siguiente comenzaría la cacería que se temía deslucida por efecto de la pertinaz lluvia y el fuerte viento reinantes».
Para que se entiendan mejor los párrafos anteriores hay que explicar que el noble topó con un problema: era complicado transportar la remolacha para la azucarera hasta Láchar, se hacía con animales de carga y claro, se tardaba más. Así que se le ocurrió como solución hacer un tren de vía estrecha que unía, casi en línea recta, los siete kilómetros que hay entre Obéilar y Láchar. Se le llamó el 'Tren de la viílla' por lo reducido del espacio.
Fue también el método de transporte que usó Alfonso XIII cuando estuvo por allí, sobre todo para cazar. En la década de los cuarenta del siglo XX, esa vía se desmanteló y a punto estuvo de correr la misma suerte el puente que sorteaba el río, diseñado nada menos que por Gustave Eiffel. Sí, el de la torre que lleva su nombre en París.
Obéilar tuvo otro visitante ilustre, pero éste sólo paró allí una vez. En 1889, José Zorrilla fue nombrado poeta nacional en Granada, un reconocimiento que le valió un agasajo en el Carmen de los Mártires, donde se alojó, y también en muchas estaciones que llevaron al escritor desde Madrid. Una de ellas, la de esa pequeña pero importante pedanía. «Tengo entendido que lo pararon en muchas para saludarle, que tocara una orquesta… Debió tardar cuatro días en completar el viaje», bromea Juan Francisco Palma.
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