El Palacio de Cuzco, la joya malherida que el municipio granadino de Víznar quiere salvar
Alzado en el siglo XVIII por un arzobispo que residió en Perú, está en manos privadas pero el pueblo no pierde la esperanza de recuperarlo: «Es nuestro patrimonio»
Al inicio de la Guerra Civil fue cuartel de las tropas franquistas y el último sitio donde fue visto con vida García Lorca antes de su fusilamiento
Quiero tener un castillo como el de La Calahorra: varios pueblos de Granada piden ayuda pública para arreglar los suyos
Granada
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Iniciar sesiónEl castillo de La Calahorra ya se puede visitar. El Palacio de los Enríquez, en Baza, se prepara para ser rehabilitado después de décadas de espera. ¿Correrá la misma (buena) suerte el Palacio de los Cuzco, en Víznar? «Es muy complicado», ... adelanta David Espigares, alcalde de este bonito pueblo de la granadina Sierra de Alfaguara, donde apenas viven mil personas. No obstante, deja claro que recuperarlo es «una fijación» para él desde 2018. Y no descarta salirse con la suya.
Aunque antes de continuar, conviene remontarse a finales del siglo XVIII. En el año 1789, Juan Manuel de Moscoso y Peralte fue nombrado arzobispo de Granada y mandó construir una mansión que le recordara a su país natal, Perú. De ahí que al palacio, de dos plantas, le pusiera el nombre de esa ciudad de los Andes, antaño capital del imperio Inca.
Tenía una elevada opinión de sí mismo, de ahí que en una lápida del zaguán de su nueva propiedad grabara varios hechos significativos de su vida. Había sido obispo en su pueblo natal, Arequipa, en las diócesis de Córdoba, Tucumán y Cuzco y más adelante del Reino de Perú, desde donde lo trasladaron a Granada como premio por haber contribuido a sofocar las revueltas de Tupac Amaru contra el imperio español. Perú dejó de ser una colonia más adelante, en 1821.
Por eso, en la lápida se lee esta frase: «Arequipa, ciudad noble y hermosa del gran Moscoso, fue cuna dichosa. La España premia así con francas manos el mérito y virtud de sus vasallos de Moscoso, en América el primero, con tres mitras premió Carlos III». Eso está escrito en la fachada, que como el resto del edificio, es de estilo neoclásico, adornada con frescos que, entre otras cosas, representan escenas de Don Quijote y rematada con dos llamativos jardines.
Ubicado junto a la iglesia parroquial, del siglo XVI, tuvo vida y actividad continuada hasta la muerte de su propietario, en 1811. Era un sitio lujoso, con detalles italianos en su decoración, que pasó a manos de particulares en 1840, cuando la llamada desamortización de Mendizábal. Tuvo a partir de entonces una etapa más oscura, más privada, pero en 1936 volvió a ser un lugar muy concurrido cuando comenzó la Guerra Civil en España.
Su conexión con Lorca
Fue entonces ocupado por el ejército franquista y cumplió una doble misión: por un lado, dirigir los movimientos de las tropas por los contornos y por otro, recibir a los detenidos del bando republicano para que se decidiera allí si debían o no ser fusilados. Uno de los que llegó fue Federico García Lorca, entre el 17 y el 19 de agosto. Dicen que en un coche de color oscuro y marca Buick. Después se lo llevaron a un lugar que todavía no se conoce –hay muchas teorías al respecto- y acabaron con su vida.
Durante el resto del siglo XX y lo que va del XXI, el imponente edificio ha ido languideciendo a ojos vista y la situación de deterioro y abandono es evidente. Periódicamente surgen rumores que alimentan la esperanza en la localidad: tal o cual empresa va a reformarlo, lo van a comprar, se le va a dar tal o cual uso… pero lo cierto es que nada se ha hecho.
El intento más cercano al éxito se produjo en 2003, cuando tres empresas compraron el inmueble con la intención de que albergara un hotel de cinco estrellas. Sin embargo, entre que los permisos se retrasaron más de la cuenta y que llegó la crisis inmobiliaria de 2008, ese proyecto se frustró. Sin embargo, esas tres empresas siguen siendo las dueñas: una posee el 50% del edificio y las otras, el 25% cada una.
De esas tres empresas, Explotaciones Hoteleras del Cuzco, que tiene la cuarta parte del total de las acciones y pertenece a empresarios locales, se encarga del mantenimiento de los jardines, muy deteriorados por el paso del tiempo y por la acción de un virus que ha afectado sobre todo al que está en un plano inferior. Pero el resto del palacio pasa por su peor momento: ha habido desprendimientos de trozos del techo, entra agua que daña los frescos, en algunas cubiertas faltan tejas…
El regidor, David Espigares, de Izquierda Unida, recuerda que esa misma empresa ganó al ayuntamiento en su puja por una parte del edificio. «Nosotros pusimos 15.500 euros y ellos contraatacaron con 80.000. Después quisimos ejercer el derecho de retracto, pero lo llevamos al pleno, la oposición se negó y como no tenemos mayoría, pues se rechazó. Por entonces había posibilidad de subvencionar el arreglo por vía europea, a través de fondos Next Generation», recuerda.
Las posibilidades, insiste Espigares, son escasas. «El ayuntamiento claro que quiere recuperar ese edificio, que es un emblema del pueblo y podría significar un revulsivo turístico de primer orden, pero no podemos gastar el 600% de nuestro presupuesto», explica. Las alternativas que propone son que la empresa mayoritaria ceda su parte al consistorio y que, uniendo eso a alguna pequeña fracción de su porcentaje de Explotaciones Hoteleras, le permita tomar el control.
«Así conseguiríamos, al menos, evitar que se siga deteriorando el palacio», apunta el alcalde, que añade que, en caso de que esa cesión no sea posible, quedan otras dos opciones: «Una es que quienes son dueños del edificio accedan a alguna línea de subvenciones para particulares; la otra, que el inmueble sea adquirido por otra administración».
En ese punto se acuerda no sólo de lo ocurrido con La Calahorra y la Diputación Provincial, que comproó el castillo a sus dueños de siempre por 6,5 millones de euros, sino también de que esta institución pública, en su último Plan de Concertación Local, prevé 29 millones en ayudas para, entre otras cosas, la conservación de castillos y fortalezas y su incorporación a rutas patrimoniales.
«Nosotros solos no tenemos capacidad, no podemos hipotecar al pueblo, por más valor que tenga para nosotros este palacio, que consideramos nuestro, parte de nuestro patrimonio. Seguimos trabajando con ahínco para conseguir que nos lo cedan, es nuestro propósito, pero ya digo que es muy complicado», concluye, no tanto con desesperación sino con el tono de quien va a seguir en sus trece.
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