Los vecinos de Huétor Tájar sobre el abuelo que mató a sus nietos: «Como no sea que se le haya ido la cabeza...»
Los vecinos del pueblo granadino coinciden en que Pepe, el hombre de 72 años que mató a sus dos únicos nietos y luego se suicidó, era una persona «excelente»
Un abuelo mata a sus dos nietos y se suicida tras atrincherarse en su casa de Granada
El abuelo que ha matado sus nietos en Granada se suicidó cuando vio entrar a la Guardia Civil a la casa
Guillermo Ortega
Granada
Huétor Tájar, un pueblo granadino de poco más de diez mil habitantes, vive este lunes 20 de mayo en estado de shock. Poco antes de las ocho y media de la mañana, agentes de la Guardia Civil entraron en la planta baja de un ... piso de la calle Alfredo Nobel, una de las más largas del municipio, y, conforme les vio llegar, Paco, un hombre de 72 años que se había atrincherado la noche anterior con sus dos únicos nietos, Pablo y Guillermo, se pegó un tiro con su escopeta de caza.
Lo peor llegó un poco después. En uno de los dormitorios, uno de los niños estaba muerto con signos de haber recibido un disparo. El otro menor estaba en la otra habitación, en su caso sin rastro de balazo alguno. La Guardia Civil cree que pudo ser estrangulado.
Tres muertes en total, todas igual de inexplicables para unos vecinos que coinciden en afirmar que era una familia normal, que nunca observaron nada raro. «Pepe había sido trabajador toda su vida en una empresa de áridos y era un hombre excelente, no se trata de una familia desestructurada, en absoluto», explica el alcalde de Huétor Tájar, Fernando Delgado. «Era una buena persona, cuidó de su mujer cuando enfermó de cáncer, yo no me lo explico», incide Encarna, una mujer que vive en la misma calle y que conoce a todos «desde siempre».
Todos compartían edificio en el número 4 de Alfredo Nobel. El abuelo y su mujer vivían en la planta baja. Su hija, su yerno Antonio y los dos niños, arriba. Todo, en un ambiente de normalidad. «Como no sea que al hombre se le haya ido la cabeza...», sugiere, sin mucho convencimiento, Francisca, otra vecina.
Hubo un punto de inflexión en la vida familiar, eso es innegable. El pasado 18 de marzo, Pepe, su mujer, la única hija de ambos y los dos nietos, se desplazaron a Loja y en el camino chocaron contra un muro. Fue un accidente tremendo. La hija murió en el acto; la abuela, días después en el hospital. Los chicos también necesitaron asistencia sanitaria, y de hecho Guillermo tenía todavía una pierna enyesada.
Dicen algunos que ese accidente dejó absolutamente hundido a Antonio. «A mí me llegó que se quería quitar la vida», apunta Luisa, otra vecina. Los rumores también hablan de que ese terrible suceso marcó el final de la relación entre yerno y suegro, que el primero culpaba al segundo de lo ocurrido. Y que en consecuencia le prohibió ver a sus nietos.
«No sé, pero no lo creo. Pepe se sentía culpable, pero como cualquiera que hubiera estado al volante en un caso así. Sin embargo, el otro día Guillermo participó en una carrera y el abuelo estaba ayudándole porque tenía muletas y tal», zanja el alcalde, que sí admite que la papeleta que le queda a Antonio es de las gordas. «Es muy conocido aquí, ha trabajado siempre de administrativo en el instituto de bachillerato. En poco tiempo ha perdido a su mujer y a sus dos hijos. Es terrible».
De hecho, el papel de Antonio en esta historia ha sido breve. El domingo por la noche fue el primero en avisar al 112 de que su suegro se había encerrado en su casa con los niños. Después mantuvo una fuerte discusión con él que el mayor zanjó con un disparo al aire. El yerno terminó por ser trasladado a un centro hospitalario con un ataque de ansiedad. El lunes, pasado el mediodía, seguía estando mal. «Acaba de llamarme el médico y me ha dicho que está sedado», informa Delgado.
Además de Antonio, al piso de abajo de la calle Alfredo Nobel llegaron los agentes de la Guardia Civil, a quien Pepe recibió de malas maneras. Dejó claro que tenía una escopeta de caza -para la que poseía licencia- y que era capaz de usarla. Mientras intentaban hablar con él y convencerle, llamaron a la Unidad Especial de Intervención, en Madrid.
Esos refuerzos llegaron ya de madrugada. Un negociador profesional tomó la batuta, quiso hablar con Paco pero también resultó inútil. A lo único que accedió el abuelo, ya a eso de las cinco, fue a que los niños salieran de la casa a las ocho para ir al instituto y al colegio.
«Dicen que a las tres de la mañana uno de los niños dijo que quería quedarse a dormir con el abuelo, a lo mejor hablaba en serio, pero también es verdad que el hombre tenía una escopeta. Por desgracia, ese detalle ya no lo vamos a saber«, agrega el alcalde.
A las ocho de la mañana no ocurrió nada, no se notaban señales de vida en el interior de la casa. A las 8.25, los agentes tomaron la decisión de entrar, con el resultado que ya se ha comentado. La tragedia se había consumado.
Después llegó el protocolo habitual: la juez de guardia que levanta los cadáveres, la Policía Judicial que entra en acción y los cuerpos sin vida que, a las 12.30 del mediodía, son trasladados presumiblemente hacia el Instituto de Medicina Legal, para que se les practiquen las autopsias. Éstas podrán revelar la hora del fallecimiento de los niños y otros detalles.
Huétor Tájar estaba celebrando sus fiestas anuales, en honor a San Isidro. Hoy, de hecho, era el último día. Obviamente se han anulado y el ayuntamiento ha decretado tres días de luto oficial. La incomprensión puede mantenerse por muchos días más, por espacio indifinido tal vez. Nadie se explica nada.
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