Fin a la historia de «amor y odio» con el castillo de La Calahorra de Granada: ya es público y se podrá visitar
La Diputación adquiere el icónico inmueble renacentista tras pagar 6,5 millones a su antiguo dueño y promete darle un uso cultural, turístico y contra la despoblación
Este es el único castillo de Andalucía que aparece en La Casa del Dragón
Granada
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Iniciar sesiónNo es un tópico calificar al de La Calahorra como un castillo de ensueño; ni tampoco referirse a él como una joya por descubrir, porque hasta ahora estaba en manos privadas y sólo podía visitarse un día laborable a la semana. Una situación que ... cambió en abril de 2025, cuando pasó a manos de la Diputación Provincial de Granada, tras una larga negociación, por seis millones y medio de euros. Este miércoles 30 de julio se ha hecho oficial la adquisición en un acto que ha tenido lugar allí. En un marco incomparable, como diría un amante de los tópicos.
Por fuera llama muchísimo la atención. En un paraje casi despoblado, al que se conoce como el Marquesado del Zenete, se alza un castillo que no tiene las típicas almenas defensivas; y no las tiene porque se construyó con intención recreativa, como un palacio al estilo de los de la Italia renacentista. En ellos se fijó su principal impulsor, Rodrigo Díaz de Vivar y Mendoza, hijo ilegítimo del cardenal Pedro González de Mendoza.
Mandó levantarlo a principios del siglo XVI y se hizo en tiempo récord: entre 1509 y 1512. Y el estilo renacentista no sólo influyó en su aspecto externo sino también en la decoración interior, de la que por desgracia ahora ya no queda nada o casi nada. Fue un castillo elegante y regentado por personas favorables a la ilustración, el humanismo y la cultura. De hecho, destacaba su biblioteca, con 632 volúmenes de textos grecolatinos, tratados filosóficos o de arquitectura y literatura de entonces, sobre todo italiana.
Aunque, después de todo, sí que tuvo un uso militar. Fue a finales del siglo XVI, en lo que se conoció como la Guerra de los Moriscos y también como la Rebelión de las Alpujarras. Un grupo de cristianos viejos, que así se hacían llamar, se refugió allí durante los tres años que duró la contienda. Fue también un cuartel donde se hizo fuerte el Marqués de Mondéjar.
Después llegó el silencio. Por increíble que parezca, el castillo dejó de interesar a sus propietarios y quedó abandonado. Durante tres siglos apenas hubo actividad entre sus muros y, lo que es peor, muebles y enseres valiosísimos fueron expoliados. A principios del siglo XX, un muy adinerado estadounidense quiso comprarlo y trasladarlo a su país piedra por piedra, que es algo que parece que sólo pasa en las películas.
Desde 1992, cuando fue declarado Bien de Interés Cultural, se permitió por ley su acceso, pero restringido y limitado. Su guardés, de nombre Antonino, fallecido hace pocos años, se preocupó hasta lo inimaginable de que sus desperfectos pasaran más desapercibidos.
No ocurrió. Pasó a formar parte del patrimonio del Ducado del Infantado. Su propietario hasta hace unos meses ha sido Íñigo de Arteaga y Martín. Ahora depende de la Diputación, que obviamente piensa en él como atractivo turístico para la provincia en general y para la comarca del Altiplano en particular. Aunque también, en cierto modo, para la de la Alpujarra, porque desde La Calahorra parte una carretera que llega hasta allí, tras atravesar el Puerto de la Ragua.
El presidente de la Diputación, Francis Rodríguez, ha destacado que Granada «cumple un sueño» y que la adquisición del castillo debe suponer «un antes y un después». Pero también ha hecho hincapié en que también debe significar «una oportunidad» para impedir lo que ha sido la norma en las últimas décadas: «Muchos vecinos que aman y que han nacido en la Calahorra han tenido que emigrar a buscar una oportunidad laboral». La lucha contra la despoblación es, por tanto, otro acicate.
No ha especificado cuándo se abrirá al público –«dentro de unos meses», ha sido su promesa- pero sí ha avanzado que, cuando esto se produzca, el castillo «acogerá obras culturales de primer nivel». Antes de eso habrá que hacer obras fundamentales, sobre todo dotar al castillo de agua y saneamiento.
El alcalde de La Calahorra, Alejandro Ramírez, ha significado que «después de muchos años, muchísimos años, se puede decir que empezamos un nuevo ciclo en la era del castillo. Aquella famosa expresión que decíamos, aquella pregunta cuándo llegará la hora que llegue la puesta en valor del castillo de La Calahorra, que parecía que nunca llegaba, al final ha llegado».
«Durante muchos años hemos vivido un poco una historia de amor y odio desde la población de La Calahorra hacia el castillo. Era nuestro emblema, era el icono, era lo que nos representaba, pero siempre lo veíamos un poco distante. Esperemos que a partir de ahora esa sensación cambie y consideremos lo que nunca deberíamos haber dejado de pensar: que el castillo es nuestro», ha añadido.
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